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‘Anatomía de un escándalo’: una nueva serie sobre el consentimiento

La nueva serie de Netflix Anatomía de un escándalo, adapta la novela de Sarah Vaughan. Un thriller sobre el abuso sexual y el consentimiento. Poniendo el foco en el sí es sí y haciendo hincapié en el “yo sí te creo”.

La serie británica dirigida por S. J. Clarkson aborda un tema recurrente. El abuso sexual y la línea que define el consentimiento. A pesar de no ser un tema novedoso, hay ciertos aspectos genuinos que aportan una perspectiva de género adecuada a la teleserie. Así que como diversas transgresiones en la forma de narrar.

James Whitehouse (Rupert Friend), miembro del partido conservador británico es acusado de violación. Olivia Lytton (Naomi Scott) es la mujer que lo denuncia. Compañera de trabajo y amante del protagonista. A esta ecuación se le une el rol de la mujer de James: Sophie (Sienna Miller). En esta atmósfera, Sophie encarna la figura de la mujer que debe creer y apoyar a su marido por encima de todo. No obstante, esta es una postura totalmente obsoleta, que va evolucionando a lo largo de los 6 episodios de forma sobresaliente.

Rupert Friend y Sienna Miller en Anatomía de un escándalo (Anatomy of a scandal). Netflix.
Rupert Friend y Sienna Miller en Anatomía de un escándalo (Anatomy of a scandal). Netflix.

El movimiento #MeToo en el audiovisual

El movimiento #MeToo comenzó en el año 2017 con las acusaciones al productor Harvey Weinstein por acoso y agresiones sexuales. En el seno de la industria cinematográfica se detona un movimiento feminista imprescindible para el alcance de los derechos de la mujer. Esto ha sido trasladado también a la pantalla a través de diversas producciones audiovisuales. The Assistant (Kitty Green, 2019) es una de las cintas más estremecedoras. Donde el acoso sexual en el ámbito laboral, y la dificultad a la hora de denunciar se representan de forma excelsa.

Anatomía de un escándalo. Netflix.
Anatomía de un escándalo. Netflix.

Sin embargo, mucho antes de este movimiento mainstream, esta situación de agresiones sexuales era algo recurrente. Y directoras como Jane Campion ya lo habían reflejado y criticado. Su cortometraje After Hours (1985) es una creación audiovisual sobresaliente donde se presenta la duda ante la mujer. Así como la jerarquía de poderes y el abuso de poder dentro del ámbito laboral.

Esta misma línea es la que sigue Anatomía de un escándalo. En este caso, además, se añaden otras categorías privilegiadas socialmente. Es el hombre blanco, heterosexual y además, de clase alta, el acusado por agresión sexual. Y el rol de la mujer ante el escrutinio público es todavía más reseñado.

Anatomía de un escándalo: la subversión del papel de la mujer del acusado

Series como The Undoing (HBO, 2020) ya abordaron un argumento similar al presente. Donde la mujer del acusado debía mantenerse firme ante la acusación. Manteniéndose al lado de su marido, donde social y normativamente debe estar. Sin embargo, en la serie británica de Netflix este papel es subvertido a través de la evolución del arco narrativo de Sophie.

En el desarrollo de su personalidad reside la mayor virtud de la teleserie. Aunque en un principio parece que nos encontramos ante otra producción igual que las anteriores, poco a poco esto se va subvirtiendo.

Naomi Scott en Anatomía de un escándalo. Netflix.
Naomi Scott en Anatomía de un escándalo. Netflix.

En este sentido, la idea del “yo sí te creo” parece ir tomando forma a lo largo de la trama. Haciendo especial énfasis en la línea que perfila el consentimiento. Un tema controvertido y en auge actualmente. Que se representa de forma adecuada. Sin perspectivas misóginas ni normativas. Sino dejando clara a la audiencia que solo sí es sí. Y criticando también explícitamente, los privilegios de ciertos sectores sociales. Que obtienen un mayor margen de duda ante otras que son rápidamente tachadas de mentirosas. Por su género, etnia o clase social.

Una serie sobre el consentimiento acertada, con matices novedosos

Aunque la serie británica no tiene aspectos especialmente llamativos, merece la pena echarle un vistazo. No hay ostentaciones ni grandes conclusiones. Pero sí se encuentran matices novedosos en la forma de nombrar. Porque “lo que no se nombra no existe”, decía la teórica queer Judith Butler. Pero la forma de construir ciertas imágenes también ayuda a transgredir el colectivo imaginario arraigado en la sociedad más ortodoxa. 

Michelle Dockery en Anatomía de un escándalo. Netflix.
Michelle Dockery en Anatomía de un escándalo. Netflix.

Una de las mayores virtudes de la serie reside en las técnicas cinematográficas empleadas. Evitando las composiciones y ángulos tradicionales. Y enmarcando al personaje de Sophie de forma que la audiencia conecte de forma afectiva con ella. Sintiendo la angustia que ella experimenta en ciertos momentos. Y poniendo la cámara literalmente boca abajo para transmitir distintas emociones. Así como para transgredir la construcción visual. Haciendo a la audiencia consciente de lo que está visionando. Considerando a lo/as espectador/as personas activas con pensamiento crítico.

Las agresiones sexuales y los abusos de poder no son una temática nueva. Sin embargo, sigue siendo pertinente y necesario el seguir abordándola. Más allá del argumento, actualmente la originalidad se halla en la perspectiva esbozada. Y en el caso de Anatomía de un escándalo se presentan como aciertos claros tanto la construcción visual como el foco. El cual se coloca sobre el concepto del consentimiento. Así como en la incuestionable idea de que solo sí es sí.