‘Gotham Central’: la odisea de Renee Montoya

La dama había venido para quedarse. Al igual que Harley Quinn, Renee Montoya supuso uno de esos diseños inolvidables de Batman: La serie animada (Top 10 Las Furias Magazine): demasiado potencial para verse reducida a un único formato. Fruto de la factoría de luminarias como Bruce Timm y Paul Dini, aquella policía de rasgos extranjeros dio el salto al medio comiquero antes incluso de su estreno en la parrilla de la pequeña pantalla, con Alan Grant y Norm Breyfogle. Indiscutiblemente, suponía un soplo de aire fresco en la comisaría gothamita.

La recién llegada obedecía a la lógica más elemental. Una gran urbe como la de Batman debía recibir una aportación considerable de personas inmigrantes. Con muchos esfuerzos, resultaba sencillo imaginar que algunas de ellas terminasen accediendo a las fuerzas del orden, pese a las reticencias de la Vieja Guardia. A buen seguro, la policía novata habría estado entre los protegidos por el liderazgo de un comisario sensato y coherente como Jim Gordon. De inmediato, quedaba patente que el mejor aliado que El Murciélago posee entre las autoridades confiaba realmente en la entusiasta joven.

Dicha estima se vio correspondida con creces. La policía sería una de las más firmes oficiales durante Tierra de nadie (1999), una saga comiquera donde la ciudad quedó al borde de la aniquilación y con los antiguos inquilinos de Arkham disputándose los despojos cual señores feudales. Pese a lo dicho, nuestra protagonista nunca ha brillado más que en Gotham Central, una cabecera que arrancó en 2002 y desde su pitido inicial se erigió en una referencia indispensable en las estanterías del noveno arte cuando se sumerge en turbias aguas del noir.

Gotham Central.
Gotham Central.

Gotham Central: engranaje perfecto

Es un arte narrativo difícil y escurridizo. Si la gente detecta el truco, pierde de inmediato su efecto. En caso de que sea totalmente invisible, será juzgado como una afortunada coincidencia. Sin caer en lo obsesivo-compulsivo, Greg Rucka y Ed Brubaker hicieron un cronograma de cuáles eran los turnos de la policía de Gotham, estableciendo turnos de día y noche. El público no necesitaba saber cuándo le tocaba ticar a Marcus Driver, pero al escribir sus historias ambos guionistas debían sentirse seguros de que estaban pulsando las teclas adecuadas.

Resulta un mecanismo similar al que realiza Quentin Tarantino cuando redacta las biografías de sus creaciones. Les otorga pasados complejos, plagados de problemas que (muy probablemente) apenas se reflejaran en la gran pantalla. De cualquier modo, él los tiene presentes para cuando aparecen delante de la cámara. De esa misma forma, la persona lectora no alberga sospecha de que en cualquier escena cotidiana de Michael Lark están los personajes adecuados, tomando la taza de café en el momento preciso.

Excelente para narrar y poco amigo de las cabriolas efectistas bajo la mesa de dibujo, Lark fue el primer dibujante de un título donde abundaban las viñetas cuadrangulares de tamaños pequeño y medio, nada del uso y abuso de la splash page. Como resultado, su Renee Montoya era absolutamente de carne y hueso, siendo una delicia verla pasearla por su barrio y revelándose su origen. Siempre se había sospechado por los apellidos y aspecto, pero el nuevo equipo creativo certificaba su ascendencia dominicana.

Nuestra defensora de la justicia iría creciendo en importancia dentro del organigrama, algo que ya se había apuntado en la serie cartoon animada: ya tornada en una detective de primer orden cuya unidad lidia con lo peor que puede ofrecer una urbe donde abundan los futuros inquilinos de Arkham.

Renee Montoya por Michael Lark.
Renee Montoya por Michael Lark.

Most Wanted

De repente, la comunidad lectora sentía que había sido invitada a mirar con las ventanas abiertas una realidad que desconocían. Casi de inmediato, la dupla de escritores logró magníficas críticas donde se afirmaba que ninguna serie de imagen real en los televisores podía competir en verosimilitud y misterio con Gotham Central.

Crispus Allen, un detective de origen afroamericano, eran tan excelente en su profesión como detractor de Batman por lo anómalo que le resulta un freak disfrazado entorpeciendo sus escenas del crimen. Montoya, su pareja de baile en las patrullas, defenderá el significado de la señal del Murciélago para los barrios desfavorecidos cuando una muchacha joven vuelve a casa. La leyenda urbana hace a ladrones y violadores pensárselo dos veces antes de cometer sus fechorías.

En particular, Ed Brubaker se mostraba complacido por contar con un comisario distinto: Jim Gordon es un icono del universo de Batman, algo acrecentado porque su propia hija, Barbara, desempeña un papel básico entre la comunidad superheroica de Gotham. Por ello, disponer de alguien como Michael Akins supone un lienzo en blanco donde explorar nuevas alternativas y pillar al fandom desprevenido. De hecho, Bruce Wayne se mostrará mucho más cauteloso con el recién estrenado jefe policial que frente a una figura a la que ya considera amigo personal.

Todo lo contrario de la interacción entre Brubaker con Rucka. En el magnífico libro de entrevistas editado por Terrence R. Wandtke, Ed Brubaker: Conversations (2016), el guionista destacaba la sincronicidad con su colega, planteando cada uno arcos argumentales que nunca estorbaban las planificaciones telefónicas del otro. Marcando el cambio de los tiempos, la agente Josephine MacDonald, la primera integrante de una generación que no ha estado en los días de gloria de Gordon.

Josie MacDonald.
Josie MacDonald.

Josie Mac y Stacy: Dones ocultos

“Josie” era un personaje que había nacido de la imaginación de Judd Winick en Detective Comics mediante una historia extra de la revista, la cual estaba comandada por Greg Rucka, quien se fascinó por la idea detrás de esta incorporación. La agente MacDonald venía de un barrio humilde donde pronto había destacado por su don especial para reencontrar objetos perdidos. Hasta ahí una chica perspicaz a la que resultaba fácil intuir un porvenir en la comisaría de Gotham. No obstante, en un rasgo que la diferenciaba de Montoya y cualquier otra compañera, sus “intuiciones” no solamente eran fruto de su inteligencia. Poseía una habilidad especial que hacía a los “objetos” hablar con ella.

Se trató de una jugada de máximo riesgo en una Gotham Central que brillaba por su coherencia terrenal. Por ejemplo, había una secundaria muy joven, Stacy, quien era una becaria del ayuntamiento que trabajaba en la unidad criminal para servir como apoyo logístico. Aprovechando un vacío legal, Jim Gordon se había dado cuenta de que la voluntariosa jovencita podía activar la Batseñal sin que fuera punible dentro del código policial. Un toque de burocracia que daba realidad a las tramas.

De igual manera, sus contactos con Catwoman permitían incidir en lo asombrosas que son algunas presencias en Gotham. Selina puede parecer ágil cuando se mide con La Cazadora, pero frente a los policías de la urbe se antoja algo caso milagroso. De igual forma, la primera investigación de la serie (el misterioso secuestro de una joven) provoca que Marcus Driver y Charlie Fields topen con Mr. Frío. Cuando aparecen los supervillanos llegamos a temer por la vida e integridad física de unos hombres y mujeres expuestos frente a un auténtico museo de los horrores de la naturaleza humana.

De carne y hueso

Si Akins suponía un enigma, otras cartas se barajaban para colocarlas en combinaciones sorprendentes. Por ejemplo, la capitana Maggie Sawyer ya era una vieja conocida para el paladar comiquero. Sea como fuere, una cuestión es servir en la unidad de Delitos Especiales de Metrópolis y otra bien distinta desempeñar el rango en una ciudad con un héroe urbano menos luminoso.

Harvey Dent representa a la primera división dentro de la competitiva tabla clasificatoria de los antagonistas de Batman. Dos Caras supone una mirada muy dura al abismo del ser humano, hasta el punto de haber ocupado las pesadillas infantiles de futuros grandes justicieros como Dick Grayson. Por desgracia para Renee, diferentes encontronazos con el antiguo fiscal del distrito la pusieron en el radar de una presencia sombría a la que no es bueno tener ni en tu esquina ni en la del bando rival.

A raíz de Gotham Central # 7, un castillo de naipes se derriba para Montoya. Sin que ella lo sepa, uno de los psicópatas más peligrosos de su ciudad la ha colocado en el radar. Colocando sus dispositivos, Dos Caras logra que una fotografía cuelgue en el lugar de trabajo de la agente: un momento de intimidad donde está besando a su pareja, Daria, un interés sentimental que ha mantenido oculto de su propia familia.

Ser lesbiana la convertirá en alguien repudiado por su propia familia y objeto de burla por parte de los colegas más cerriles. En un diálogo plagado de tensión, la capitana Sawyer la aconseja sobre el Rubicón que acaba de cruzar. En el caso de la antigua inquilina de la ciudad de Superman, había puentes tendidos más civilizados a la hora de mostrar sin pudor su orientación sexual, pero Montoya tiene un origen étnico distinto y eso es clave en ese espacio.

Renee Montoya.
Renee Montoya.

La odisea de Renee Montoya

Las verdaderas heroínas rara vez quieren serlo. Como un personaje homérico, Montoya debe avanzar sobre la oscuridad, no siendo ajena al miedo que ella provoca. Si bien Bruce Wayne utiliza su fortuna para costearle el mejor bufete de abogados, convencido de la inocencia de una persona íntegra, para la opinión pública pronto será una presa fácil de los tabloides en una serie de pistas falsas perfectamente esparcidas por Dos Caras.

Brubaker y Rucka manejan a Renee con la misma dignidad y credibilidad que le otorgan a Batman cuando lo han tratado. En primer lugar, máximo respeto por sus habilidades como detective y su arrojo ante las situaciones de crisis. Asimismo, igual que hacen con El Murciélago, tampoco ocultan al público sus debilidades humanas. El vehículo narrativo para ello es Daria, un perfecto contraste. Se trata de una mujer que ama profundamente a Renee, si bien proviene de un marco laboral diferente: ella es una excelente cocinera, una persona hábil creando manjares y dulces. Es decir, afronta una clientela diferente a la que halla Montoya en los callejones.

Con certero tino, Daria se alarma de los nudillos ensangrentados y la capacidad de su amada para resolver las cuestiones con los puños. En su extremo más oscuro, Bruce Wayne puede caer en lo paranoico y controlador. Por su lado, las noches más aciagas podrían llevar a Renee a dar un paso en falso, un puñetazo más fuerte de la cuenta en un interrogatorio o una bala perdida.

Eso sí, donde más brilla su fortaleza es cuando Harvey Dent la coloca como su prisionera. La ironía macabra es que alguien capaz de encarar al supervillano con la moneda terminará perdiendo la lucha con una familia que la acaba repudiando. Las cicatrices que deja Gotham Central en ella serán profundas.  

Renee Montoya.

Comodines sangrientos

Gotham Central # 12 supone un disparo duro y ensordecedor. Un golpe en seco que podría pillar con la guardia baja al boxeador más concentrado. Tanto Rucka como Brubaker son conscientes de poder hacer a sus detectives dignos de simpatía y admiración. De hecho, en varias viñetas nos vemos tentados a pensar que Crispus Allen tiene toda la razón y Batman supone más riesgos que las presuntas soluciones que aporta. Entonces arranca una saga donde erupciona el Joker como un volcán para brindar a la comisaría unas Navidades inolvidables.

El caso es realmente duro y conecta con el Joker que veríamos encarnar a Heath Ledger. Tan desquiciado como hábil a la hora de desesperar a los demás y llevar a sus perseguidores justo por donde quiere. El comisario iría desarrollando una mayor empatía hacia Gordon, quizás tendiendo incluso a pensar que por eso se veía obligado a ser permisivo con alguien que vulnera tanto el código penal. Jim, el antiguo detective de Chicago, lo pagó con su propia sangre (y la de sus seres queridos) varias veces.

Por ejemplo, a través de tres disparos por la espalda. Agente herido fue una de las sagas gothamitas más directas que se pueden recordar: en plena fiesta de cumpleaños, el comisario Gordon es abatido mientras salía de una fiesta en su honor con los policías de mayor eficiencia que tiene en nómina. La aparición súbita de Catwoman únicamente complejizó más un entramado que desesperó a los detectives de la ciudad.

Greg Rucka y Ed Brubaker fueron dos de los cerebros pensantes escogidos por DC, una demostración más de la armonía que podían llegar a alcanzar trabajando juntos: en particular, una escena imaginaba por ellos entre Crispus Allen y Renee Montoya parecía estar abriendo las puertas a lo que luego sería The Wire (2002).

La decisión de Bullock

El evento Agente herido comenzó en 2001 e implicó a todas las personas allegadas al Murciélago, además de cruces con otras cabeceras como Aves de Presa. Hubo varios resultados de importancia. En primer lugar, el reputado comisario se terminaría de convencerse de una decisión que le llevaba rondando la cabeza desde el asesinato de su esposa Sarah Essen: colgar las botas y jubilarse. En segundo, Harvey Bullock cruzaba la línea del código ético para tomarse la justicia por su mano contra el agresor de Gordon, quien se había beneficiado de las fallas del sistema legal para escapar.

A través de una escena final inquietante, el curtido policía se tomaba una cerveza con Montoya, su compañera más habitual. Una extraña pareja que funcionaba, si bien la dominicana se quedaba con la inquietante duda de si Harvey había conseguido ahorrarle atravesar ese infierno a ella misma en unos instantes de frustración donde su mentor había estado a punto de morir. La relación de ambos se enfría y en Gotham Central Bullock tarda mucho en aparecer, si bien es un apellido que sonará con frecuencia en los despachos.

De hecho, Renee lo usa varias veces como excusa para no haber salido del armario en el trabajo. ¿Cuánto habría durado de compañera con Harvey en caso de que se supiera que le gustaban las mujeres? Es fácil estar anhelante ante el reencuentro de ambos compañeros… y Gotham Central vuelve a sorprendernos.

Harvey Bullock.

Harvey Bullock.

Números olvidados

Una de las pocas cuestiones que no convencieron de Batman: Caped Crusader (2024) fue su versión de Harvey Bullock: desaseado como siempre, el encallecido sabueso se alinea sin ninguna posibilidad de redención dentro del bando de los corruptos. Realmente, en los cómics y la primera serie animada del equipo de Bruce Timm siempre se había insistido en una extraña paradoja: por desagradables que puedan ser sus formas, las cuales recuerdan al policía fronterizo encarnado por Orson Welles en Sed de mal (1958), Harv termina siendo alguien eficaz como portador de la placa y que cree en su trabajo.

Probablemente, sea la elección más pintoresca de las establecidas por Gordon. Romy Chandler, Jackson Davies o los propios Montoya y Allen son la estampa que uno espera hallar en el rejuvenecido distrito comandando por el comisario más solvente de Gotham: Bullock, en cambio, se aproxima mucho en su toque de la Vieja Escuela a los días podridos del comisario Loeb y amorales agentes como “Flash”. Pese a ello, la conexión entre Harvey y su antiguo comisario era excelente, además de ir ganándose el respeto del mismísimo Batman.

Cuando nuestro encantador agente fuera de servicio acabe en el calabozo, imaginamos que para Montoya el reencuentro será tenso. Temiendo lo peor o más soez, Bullock es capaz de cortar la tensión con un arma tan eficaz como el humor: si bien en el resto de la comisaría hay cuchicheos y bromas a sus espaldas, el antiguo compañero se jacta de que ya lo sabía… porque era imposible que ninguna dama se resistiera tanto a sus encantos en las misiones que compartían. Será la única alusión que haga a la orientación sexual de Montoya, configurando un clima desde el que poder conversar que no la haga sentir incómoda.

Gotham Central.
Gotham Central.

Al borde del precipicio

En ocasiones, nos buscamos excusa para nuestros propios demonios. A su manera, Montoya había encontrado en la presunta homofobia que había atribuido a Harvey una excusa para dejar de marcar el número de su compañero. El pretexto ideal que Rucka y Brubaker colocan para pillarnos con la guardia baja. Si a Bullock no le importa con quién se acuesta a Montoya, debe haber algo bajo la alfombra para que lleven meses sin dirigirse la palabra. Y Harvey sabe qué es.

Cuando se tomó la venganza en nombre de Gordon, quebró un código existente. Eso lo alejó de muchos camaradas, pero en el caso de Renee era todavía peor: puede que sin el gatillo de Bullock ella lo hubiera hecho. En cierto sentido, Harvey pagó su pena y eso la aleja por completo de ella. A través de un intrincado caso de apuestas ilegales deportivas, la alargada mano de Oswald Cobblepot y una de las mejores utilizaciones del Sombrerero, Bullock querrá cerrar un misterioso asesinato múltiple que le enfrentará a sus propios prejuicios como sabueso.

Si el Pingüino saca lo peor del duro agente del orden, Montoya se verá expuesta en sus debilidades por un Hannibal Lecter particular: el doctor Desmond, un maquiavélico recluso de Keystone. Pese a estar entre barrotes, su aguda inteligencia lo hace intentar destruir a cuantos le rodean y ve varias flaquezas en la detective, si bien es un juego que saldrá caro a uno de los antagonistas de Flash. A lo largo de esa investigación resulta memorable la consideración de Allen acerca de Ashley Zolomon, una especialista dedicada a recoger y gestionar toda la información de los oponentes del velocista escarlata.

En varios de estos números habrá otros lápices que buscan mantener el estilo de Lark: sobresalen Stefano Gaudiano y Kano a ese respecto.          

Objetivo: Corrigan

“Ser poli es muy fácil en Gotham City”. Es la frase con la que “Flash” recibía a un novato de Chicago recién fichado por el comisario Loeb: a Jim Gordon no le hizo ninguna gracia aquella confesión de aquel desconocido, intuyendo un halo de corrupción. De idéntica manera, Renee Montoya y Crispus Allen no disimulan recelo hacia Jim Corrigan, responsable de las escenas del crimen y un auténtico maestro de la corrupción.

Si “Flash” era el más carismático de los matones del antiguo comisario Loeb, Corrigan es incluso más inquietante. Tiene una viveza natural y capacidad de borrar su rastro que le hacen poseer una clientela importante que salvaguarda sus espaldas de las investigaciones de Asuntos Internos. Su pulso con Renee y Crispus llegará a una dramática resolución que colocará a la heroína dominicana frente a la decisión que Bullock tomó por ella en aras de vengar a Gordon.

Una misión en su antiguo barrio acentúa la fortísima tensión a la que el personaje ha sido sometida. La serie tiene el acierto de no convertirla en la única mártir de los turnos policiales: Romi Chandler o Marcus Driver podrían narrar muchas batallitas en sus pesquisas. Sin embargo, podemos convenir que la dupla escritora admiradora de David Simon tiene a Montoya como uno de sus ojitos derechos. Y eso incluirá una viñeta final memorable de la que no haremos spoiler.

El peaje que paga nuestra heroína posee paralelismos con los esfuerzos ímprobos de Rucka y Brubaker: capaces de regalar una serie memorable, aplaudida por la crítica y sin las ventas necesarias para pervivir en el feroz mercado. Eso sí, aquella tarjeta de presentación les garantizaba muchas victorias noir. Igual que a una renovada Montoya, capaz de cruzar caminos con la gran Lois Lane en condiciones distintas a las habituales, además de verse encarnada por una intérprete como Rosie Pérez.