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‘Extrañas criaturas’, de Jo Alexander: la voz de La Falsa Generación

En 1998, la editorial Mondadori publicó Extrañas criaturas, la primera novela de Jo Alexander, que por entonces tenía solo 19 años. Casi de inmediato, la crítica se deshizo en elogios hacia esta voz precoz, capaz de mezclar un lirismo punk con una lucidez descarnada impropia de su edad. Veinticinco años después, Extrañas criaturas sigue siendo una pieza de culto. No solo por su contexto y por la rareza de su autora, que desapareció del mapa literario poco después, sino porque contiene en su brevedad una energía difícil de encapsular. Es una bomba emocional escrita con una sensibilidad casi animal.

Extrañas criaturas.

Extrañas criaturas: Los sueños rotos de una generación

La novela, de menos de 150 páginas, es una especie de diario lírico con estructura fragmentaria. No hay capítulos al uso, sino secuencias que se suceden como fogonazos. La voz narradora, una joven obsesiva, bisexual y racializada, nos guía por las noches de una Barcelona preolímpica que ya se derrumba: sucia, neurótica, llena de referentes posmodernos que oscilan entre el desencanto y la necesidad brutal de sentir. El grupo que rodea a la protagonista pertenece a “La Falsa Generación”: chavales perdidos entre la música, la poesía, el sexo, la heroína, el deseo de ruptura. Jóvenes que no terminan de encontrar su lugar en un mundo que les ofrece imágenes recicladas de rebelión, pero ninguna revolución real.

Alexander retrata ese mundo con una prosa que se balancea entre el poema y la crónica. En una entrevista años después, afirmaba que escribía “en clave musical”. Eso se nota. Las frases cortas, rítmicas, cargadas de sonoridad. Las imágenes son poderosas, incluso cuando rozan lo cursi, porque la intensidad lo justifica todo. No hay condescendencia, no hay pedagogía. Extrañas criaturas no pretende explicar el caos: lo muestra desde dentro. Y en esa decisión narrativa reside parte de su fuerza. Es un texto que no se puede domar. Es una escritura a flor de piel que remite tanto a la tradición beat como al gótico sureño o al neorrealismo más sucio.

La belleza de una juventud tan extinta como esa Barcelona

Pero no se trata solo de estilo. El personaje central —sin nombre, o con tantos nombres como fragmentos tiene la novela— es un cuerpo atravesado por la ciudad, el amor, la raza, la rabia. Ser una joven negra en la Barcelona de los 90 es sobrevivir al racismo, a la fetichización, a la invisibilidad.

Alexander no convierte esto en un manifiesto, sino en una vivencia íntima que se filtra por cada gesto. La racialización está ahí, como están la bisexualidad, la precariedad o la salud mental. Temas que en 1998 eran marginales en la literatura española, pero que hoy son imprescindibles. Alexander los abordó sin paternalismo, desde una experiencia vivida, con un coraje que a menudo no se reconoce lo suficiente.

Uno de los logros del libro es precisamente ese: tratar el trauma, el dolor, la búsqueda de identidad, sin caer en la espectacularización de la miseria. La protagonista no es víctima ni heroína. Es una criatura extraña, como todas las demás. Su fuerza está en su fragilidad. Y eso lo capta la autora con una madurez desconcertante. Por eso Extrañas criaturas sigue vigente: porque no encaja del todo en ninguna etiqueta. Es queer, pero no militante. Es marginal, pero no miserabilista. Es romántica, pero nunca cínica.

Demasiado delgados como para estar sanos. Demasiado hermosos como para estar muertos. Demasiado jóvenes ante el mundo.

Extrañas Criaturas. Jo Alexander.

Extrañas Criaturas, de Jo Alexander: una criatura única

La recepción crítica en su momento fue cálida pero algo desconcertada. Algunos la tildaron de “sólo estilo”. Otros la abrazaron como una especie de Junky a la catalana. Pero no era eso. El tiempo ha hecho justicia. Hoy Extrañas criaturas se lee como un artefacto adelantado a su tiempo, una de esas obras que nadie sabría escribir igual. No es un debut. Es una rareza. Una criatura única, como su autora.

Jo Alexander desapareció del panorama literario poco después. Al menos eso nos pareció a los adictos a su literatura, pero no fue así. Alexander formó parte del colectivo de escritoras Germanes Quintana, con quienes publicó los libros de cuentos Zel, Por y Llibre de família entre 1999 y 2002.

Inició su carrera como guionista con Andreu Buenafuente en La Cosa Nostra y luego participó en diversos programas del canal City TV. Fundó el grupo de pop Glamour y ha seguido componiendo desde entonces. Colaboró en Catalunya Ràdio y Mataró Ràdio mientras publicaba su segunda novela L’hivernacle (2009) en Quaderns Crema. Durante tres años escribió sobre literatura en La Vanguardia, y también colaboró con la revista Primera Línea y con fotógrafos como García-Alix. Su tercera novela, Palas y Héctor, se publicó en 2018 en Acantilado y actualmente acaba de publicar el libro de relatos Una mujer cualquiera vuelve a casa.

Para Alexander Extrañas criaturas era una novela de autodefensa, una forma de salvarse. No es casual que su protagonista, entre otras cosas, sea alguien que escribe para no desaparecer.

Hay algo profundamente honesto y conmovedor en la forma en que Alexander trata el desarraigo. Porque lo hace sin adornos. Con esa mezcla de desesperación y belleza que tienen los cuerpos jóvenes cuando aún creen que todo puede romperse para empezar de nuevo. Si hay una constante en el libro es el deseo de romperlo todo: el lenguaje, el género, las categorías. Y también de construir algo a partir de las ruinas. Es un libro de duelo, pero también de deseo.

Jo Alexander. © Iván Giménez.
Jo Alexander. © Iván Giménez.

Extrañas Criaturas: quienes lo leen, no lo olvidan

Extrañas criaturas no es fácil de encontrar. Ni está reeditado con frecuencia ni goza del lugar que merece en las listas de libros fundamentales de los 90. Pero quienes lo leen, no lo olvidan. Porque hay libros que se leen con la cabeza, otros con el estómago, y algunos con la piel. Este último es uno de ellos.

Además, todas y todos aquellos que fuimos jóvenes en los 90, amantes del arte, de la cultura y de la noche. En algún momento hemos sentido que pertenecíamos a esa falsa generación. Éramos seres extraños que vivíamos entre las sombras, las drogas y las almas de los demás. Como vampiros sedientos de amor, belleza, conocimientos y vida. Alexander lo sabía. La generación más corta de la historia, la generación de la que nunca se hablará…

En tiempos de impostura emocional y fórmulas narrativas enlatadas, regresar a Jo Alexander es volver a una escritura sincera, cruda, urgente. Una voz que no pide permiso. Que no quiere gustar. Que arde. Y que, precisamente por eso, sigue siendo tan necesaria como el primer día.