‘La noche devora al mundo’: cuarentenas emocionales

Dominique Rocher, La noche devora al mundo (2018)

Tiempos difíciles los que nos tocan vivir. Atrás queda un destierro obligado y forzoso entre cuatro paredes y, aun así, la espada de Damocles sigue pendiendo amenazante de un fino hilo sobre nuestra cabeza. Meses de pandemia donde hemos reflexionado sobre la debilidad del hombre. Sobre las múltiples e indefinidas amenazas que nos perturban. Caldo de cultivo propicio para alentar la imaginación y decorar nuestros espacios interiores. Incluso, para repasar videoteca y volver a visionar títulos con etiqueta de aislamiento, caos, desgracia. O, como La noche devora al mundo, títulos disfrazados de tintes emocionales.

Me considero un gran admirador del género de terror, y más aún si cabe, del terror francés. Brutal, impactante, alejado de toda norma convencional, desgarrador y peligrosamente explosivo, películas que se permiten transportar el género del terror a un extremo apenas inalcanzable. Así habla de ello James Quandt, crítico de la revista Artforum, revista internacional especializa en arte contemporáneo, señalando una amplia colección de películas como el nuevo extremismo francés: Alta Tensión (2003), Ellos (2006), Al interior (2007), Fronteras (2007), Mártires (2008) pueden ser un buen ejemplo de este término.

Anders Danielsen Lie en La noche devora al mundo.
Anders Danielsen Lie en La noche devora al mundo.

La noche devora al mundo: Zombis y pandemias

Pero el cine de terror francés sigue mutando. Albergando en su extenso catálogo, nuevas joyas, más actuales, quizá menos impactantes visualmente, pero altamente interesantes. Que redimensionan otro género apasionante, poco a poco venido a menos, como es el de las pandemias y los muertos vivientes. La noche devora al mundo (2018), es un claro ejemplo. Film dirigido por Dominique Rocher de forma meritoriamente intimista y minimalista (basándose en una novela de Pit Agarmen), donde todo lo que se plantea se sustenta en un arrollador estudio sobre la soledad y el aislamiento, la distancia y la certeza irremisible de un caos exterior que va aproximándose “lentamente”.

Este pudiera ser el hilo argumental principal, pero en esta película, protagonizada con incalculable esmero y pulcritud por Anders Danielsen Lie (actor, músico y médico noruego), no todo es sobrevivir ante la horda de zombis que campan a sus anchas por las calles de París, es otra pauta de supervivencia, la de perdurar consigo mismo, con los recuerdos y sus inseguridades patógenas, un film de destellos regresivos y de falta de equilibrio y memoria, de necesidades emocionales donde, el hedor de la muerte y su simbolismo, remueven mansamente y por momentos, la tensión de las escenas. Y ahora sí, concretando, la analogía parece clara, díganme si no han pensado en algo parecido durante esta pandemia, si el recuerdo de sus familiares no ha acudido cada día a sus mentes, si sus miedos ante el silencio no se han avivado, mientras, irremediablemente La noche devora al mundo.