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‘Ácido Sulfúrico’, el violento reality show de Amélie Nothomb

Realities, distopías, un escenario despiadado y un planteamiento al más puro estilo de Saw, pero sin la parte justiciera. Un gancho potente con el que Ácido Sulfúrico se refugiaba bajo el nombre de la ya conocida por entonces Amélie Nothomb y que poco a poco se ha ido haciendo un nombre dentro de los círculos literarios casi como autora de culto.

Bueno, para quien no haya leído a Amélie Nothomb quizá Ácido sulfúrico sea una buena forma de empezar a adentrarse en los mundos que construye. Un gancho potente como he dicho y en una realidad que parece identificable, lenguaje ágil e historia breve. A esto se une, para amantes de las distopías, tan en boga últimamente, el planteamiento distópico y cruel que sirve de escenario.

Cierto es que puede que no sea su obra más representativa, pero precisamente por todo esto es un buen punto de partida.

Portada de Ácido Sulfúrico, de Amelie Nothomb.
Portada de Ácido Sulfúrico, de Amélie Nothomb.

Análisis de Ácido Sulfúrico, de Amélie Nothomb: Realities, realities, realities

Qué es lo que ve –consume– una sociedad, y te diré que tipo de sociedad es. Llegó el momento en que el sufrimiento de los demás no les bastó: tuvieron que convertirlo en espectáculo. Sentencia intensa para comenzar que presenta ya desde el inicio de la historia el festival de violencia que nos vamos a encontrar. Capta la atención inmediata del consumidor

Así pues, Concentración es el reality del momento que atrapa a todo espectador que se precie aunque reniegue de él. Ya el nombrecito nos da indicios de por donde van a ir los tiros. ¿Por dónde pues? Efectivamente, un campo de concentración televisado para gusto del consumidor. Y es que la broma macabra está servida con el simple planteamiento de hacer un reality show de los campos de exterminio nazi.

Y como guinda del pastel, lo de reality es este caso tiene bastante de realidad, valga la redundancia. Participantes secuestrados y obligados a sobrevivir en un campo de concentración que retransmite 24 horas ante una masa de espectadores que, a pesar de no estar muy conformes con todo este asunto, no pueden perderse el entretenimiento morboso de la violencia puesta en primer plano de una manera tan descarada.

Y lo cierto, es que, salvando mucho las distancias, solo tenemos que pararnos a pensar en los realities de las parrillas televisivas actuales o las plataformas de streaming. Hace unos años reventaron, a día de hoy no hay cadena sin su propio reality. Hay cientos y cientos de ellos. Todo lo que uno pueda imaginarse tiene una versión en el formato reality. Con mayor o menor acierto, con más o menos capacidad para entretener, pero ahí está.

 Amelie Nothomb. Ácido Sulfúrico.
Amélie Nothomb. Ácido Sulfúrico.

Concentración: Vive o muere

La humillación, la exposición emocional y lo patético son los elementos estrella que más espectadores atraen. El drama emociona, el drama es humano, el drama permite la conexión y sacia la curiosidad morbosa. Pero quizá en la búsqueda de esa conexión a través de lo veraz y lo más humano se pierda precisamente la humanidad y únicamente presenciamos a títeres moviéndose a gusto de alguna mano afilada que quiere seguir llenando la cartera.

Si ya muchas veces la situación parece bastante distópica por lo bizarro de algunas escenas que generan como mínimo cierta incomodidad, imaginemos llevar la violencia y lo absurdo a sus cotas más altas. ¿Qué engancha más que la miseria y la vulnerabilidad? El patetismo es un alimento que genera esa sensación extraña de desagrado y enganche, no querer mirar y no poder apartar la vista. Parece una coña, pero no lo es. Y ahí se encuentra Concentración.

Si a todo esto añadimos que lo que está en juego es la vida de las personas, pues listo. Los comportamientos de los participantes van a ser mucho más desesperados, más erráticos, van a estar más observados. Y el espectador será quien decida quien vive y quien muere. La brutalidad absolutamente banalizada -resulta imposible no pensar en la banalización del mal de la que hablaba Hanna Arendt- y una participación masiva de espectadores.

Takeshi Kitano en Battle Royale, película que plantea un realitie de supervivencia a vida o muerte.
Takeshi Kitano en Battle Royale, película que plantea un realitie de supervivencia a vida o muerte.

Vaya mierda PERO

¿Cuántos no se han quejado alguna vez de la basura televisiva y sin embargo la han consumido a mansalva? Ay amigos, qué difícil es salir de la realidad que se impone. Qué difícil porque al final, lo cierto es que uno llega hasta donde puede. Lo que quiere decir esta redundancia es que no se puede insistir en el fustigamiento por el consumo de según que productos, que no es tan sencillo huir de según que cosas o tomar determinadas decisiones. Sin embargo, hay momentos en los que la impasibilidad roza lo surrealista.  

La realidad de Concentración es una en la que sus espectadores reniegan del programa, lo repudian, pensemos que pueden ser víctimas del mismo en cualquier momento. Qué bizarrada que esto pueda tener lugar, ¿no? Y sin embargo, resulta imposible -salvando las distancias de nuevo- que en nuestra cabeza no se produzcan según que comparaciones con nuestro entorno actual en cuanto a cómo funcionan ciertas realidades televisivas o incluso relacionadas con las redes sociales.

Más allá de todo esto, en lo que pone el foco realmente es en la pasividad cínica de aquel que muy fervientemente arremete contra ciertos aspectos de la realidad y sin embargo se acomoda ante el entretenimiento. Todos lo odian, pero nadie hace nada.

¿Quiénes son los malos y los buenos en Ácido Sulfúrico?

Dentro de Concentración todo funciona, curiosamente, como en un reality habitual -sin tener en cuenta la violencia excesiva y a la que el ojo del espectador parece haberse acostumbrado. Encontramos entre los personajes diálogos brillantes que son los que más perspectiva nos van a aportar, así como la realidad deshumanizada. Los personajes han dejado de ser personas para ser números, despojados de todo hasta de su nombre con la consecuente pérdida de identidad. Son muñecos. Se busca la empatía pero distanciada. Y ahí, entre los conflictos que se dan entre ellos, el mal también tiene lugar, porque una víctima no está libre de toda crueldad.

Es curiosa esta perspectiva porque para justificar sus actos en muchas ocasiones se tiran balones fuera, culpando a la organización, demasiado abstracta, casi como Dios, que los ha puesto ahí para que ellos se peleen por sobrevivir. Y así, tienen que tomar decisiones duras que cuestionan también su humanidad, -ya no solo se ve cuestionada la de los espectadores.

Se incita a la reflexión por parte del lector, porque lo cierto es que plantea cuestiones jodidas, y el ataque y la burla no van únicamente dirigidos contra la deformación a la que han llegado los realities y sus consumidores pasivos. Si no más bien contra aquel que sabe en qué realidad vive y aun así, sigue en ella impasible cual ameba. La insensibilidad es absoluta, eso es lo que puntualiza. Y la deshumanización, que se ve también a través de los realities, está en todas partes.

Una realidad escalofriante, absolutamente fría, pero es la nuestra, amigos. Eso es lo que nos dice. Demoledora quizá por las similitudes. Pensemos en nuestro entorno. En cómo se disfruta de la desgracia ajena y cuando más bordea la miseria real. Nadie parece estar de acuerdo con su existencia. Y sin embargo, el producto existe porque hay quien lo consume. Las noticias escabrosas venden. Ya sabemos, todo esto no está solo en los realities.

Mirar hacia otro lado. La impasibilidad. Ácido Sulfúrico, de Amélie Nothomb.

Ácido Sulfúrico: deshumanización deshumanizada

Pero, cuestiones: la desaparición del marco en el que se encuentra Concentración. Es decir, los dos elementos más potentes en realidad son el reality en sí mismo y el público. Un público que aparece como un ente abstracto, al igual que la organización. La historia únicamente se enfoca en lo que sucede dentro del reality. Hasta cierto punto pierde la perspectiva en cuanto a la intención que parecía tener en un principio.

Si ese público no nos llegara únicamente de lejos, si se concretara de alguna manera, quizá habría sido lo que verdaderamente potenciara todo esto.

Personalmente creo que se acaba cayendo demasiado en lo abstracto, como si quisiera construir una especie de alegoría. Y funcionaría tal vez si los personajes se hubieran afianzado un poco más, fueran más potentes, los de dentro o los de fuera. Si se recordaran, pero lo cierto es que pasan sin pena ni gloria.

La intención se entiende, pero ¿qué es lo que se recuerda? Sip, la cosa del reality de los campos de concentración, porque es un buen gancho y porque vende, ¿cierto? Recordar a los personajes sería lo que más humanizaría la historia y lo que arremetería contra ese efecto deshumanizador. Excesivamente frío literariamente hablando. Sin embargo, no se puede negar el potentísimo punto de partida. Aunque quizá que lo que acabemos recordando más allá de los propios personajes sea la idea, el reality en sí mismo, hace que funcione exactamente como un reality.