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‘El fantasma de Anya’, descubriendo a tu propio fantasma personal

El fantasma de Anya es uno de los cómics indie de género fantástico mejor considerados por la crítica de la última década. Avalado por el propio Neil Gaiman, ofrece un mensaje relevante y necesario en un envoltorio que es algo así como una mezcla entre un episodio de Archie y un cuento de Edgar Allan Poe.

Su autora, Vera Brosgol, se las ingenia para contar una historia extremadamente fluida y completa, aun en el reducido espacio de 121 páginas. También aderezada por una buena dosis de misterio y momentos genuinamente inquietantes.

Echémosle un vistazo al fantasma de Anya y, de paso, a los nuestros propios.

Portada del cómic de Vera Bosgrol, El fantasma de Anya.
Portada del cómic de Vera Bosgrol, El fantasma de Anya.

El fantasma de Anya: como pez fuera del agua

Anya Borzakovskaya es la hija mayor de una familia de inmigrantes rusos compuesta por su madre, su hermano pequeño y ella.

La historia encuentra a Anya viviendo en un suburbio de clase media en Estados Unidos. Se trata de una adolescente cuyas mayores preocupaciones giran en torno a encajar con el resto de las personas de su edad. Para ello, se afana muchísimo por bajar de peso, disimular su acento eslavo, e, incluso, se presenta a sí misma como Anya Brown, renegando de su apellido.

Y lo cierto es que ninguna de estas cosas le funcionan demasiado bien. En la escala de Ritcher de la adolescencia, su vida social no es un accidente grave, pero sí uno con riesgo fuera del emplazamiento. Su mejor (y prácticamente única) amiga es Siobhan, una chica de ascendencia irlandesa, provista de un punzante sentido del humor y una marcada actitud punk rock en general.

Una buena mañana, Anya ha tenido suficiente de todo: de los grasientos syrnikis que le prepara su madre para desayunar, de su propia figura rechoncha, y de su incapacidad para atraer la atención de Sean, el chico que le gusta. De modo que hace novillos y se dirige a un parque en busca de la privacidad suficiente para fumarse a gusto su paquete de cigarros y renegar del mundo. Buscando un escondite, sin embargo, termina cayendo en un antiguo pozo.

El fantasma de Anya.
El fantasma de Anya.

En los huesos

Ilesa, pero incapaz de escalar afuera del agujero, Anya espera a que sus ojos se acostumbren a la oscuridad. Entonces, observa un viejo esqueleto tendido en el suelo. Y, sobre él, una forma translúcida.

Emily es una chica de su edad que murió hace 90 años. Tras el susto inicial, Anya comprueba que el espectro es totalmente inofensivo. De hecho, ni siquiera es capaz de tocar o mover objetos, y tampoco puede desplazarse a más de unos pocos metros de sus propios huesos. Pronto, su presencia se convierte en poco más que una molestia.

Cuando alguien escucha las llamadas de socorro de Anya y le tiende una cuerda, esta se marcha del pozo sin despedirse de Emily siquiera. Sin embargo, algo ha logrado colarse misteriosamente entre sus pertenencias: el hueso más pequeño del dedo meñique del esqueleto. Y Anya no tiene recuerdo alguno de haberlo puesto ahí.

Días después, el fantasma vuelve a aparecérsele, esta vez en el instituto. Al principio, la protagonista del cómic se toma esto como otro signo de su mala suerte. Pero con el tiempo va viendo las ventajas de contar con su propio fantasma particular. Emily le ayuda a mejorar sus notas y su aspecto, así como a llamar la atención de Sean. A cambio, Anya le permite acompañarla a todas partes, descubriéndola el siglo XXI y sus posibilidades.

El fantasma de Anya.
El fantasma de Anya.

A punta de cuchillo

A medida que pasan tiempo juntas, Anya va descubriendo detalles acerca de la trágica historia de su ectoplásmica amiga, y empatizando con ella.

Emily nació entre finales del siglo XIX y principios del XX. Su familia vivía en una granja cercana a la zona, y era profundamente devota. Tanto era así, que acostumbraban a ofrecer cobijo a cualquier persona que pasase por ahí y lo necesitase. Una noche fatídica, acogieron a un peregrino con aspecto de buen cristiano. Cuando Emily se fue a dormir, sin embargo, este mató a sus padres a cuchillo. Ella despertó y huyó corriendo hacia el bosque, para terminar perdiendo la vida en el mismo pozo en que caería Anya años después.

La protagonista del cómic entiende que descubrir quién fue y qué pasó con el asesino de su fantasmal amiga la ayudaría a trascender el plano físico y encontrar la paz. De modo que se pone manos a la obra. Para ello cuenta con Dima, otro adolescente de ascendencia rusa, y el empollón de su curso, al que Anya no había prestado ni la más mínima atención anteriormente.

Entre tanto, Emily sigue observando todo cuanto ocurre a su alrededor, y realizando sus propias cábalas. ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones con respecto a Anya? ¿Conseguirá esta desvelar el misterio de la muerte de su fantasma? Y, finalmente, ¿qué consecuencias tendrá para ambas?

El fantasma de Anya.
El fantasma de Anya.

El fantasma de Anya: con ojos de ectoplasma

Cuando el autor de El libro del cementerio califica una historia como obra maestra, algo debe tener. Neil Gaiman sucumbió a los encantos de El fantasma de Anya, y en Las Furias nos ha pasado lo mismo.

Pese a su ligereza y sencillez, lo cierto es que este cómic trata una serie de asuntos de verdadero peso, sobre todo desde el punto de vista de un adolescente o un adulto joven. Sirviéndose de elementos fantásticos (y francamente espeluznantes) este cómic habla de forma amena y elocuente acerca de los fantasmas que nos acompañan a todos, sobre todo durante cierta parte de nuestras vidas.

En una sociedad tan marcada por las apariencias como la nuestra, Anya se ve envuelta con una persona que es, literalmente, todo imagen y nada de sustancia. Emily y ella se enfrentan a disyuntivas tales como la aceptación de uno mismo, la imagen que proyectamos hacia otros, y la calidad que esperamos de nuestras relaciones con los demás.

El fantasma de Anya habla, también, acerca de asimilación cultural. Y es que en una sociedad cada vez más plural, tan importante es el deseo de encajar en el contexto predominante como reconocer y no olvidarse de las propias raíces. Siempre desde un punto de vista constructivo, en ánimo de sumar.

Vera Brosgol.
Vera Brosgol.

La otra vida de Vera Brosgol

Vera Brosgol nació en Rusia en 1984. A la edad de cinco años, se mudó a la costa este de Estados Unidos con su familia, por lo que entendemos que El fantasma de Anya puede tener algo de autobiográfico.

Tras haberse criado como una ávida lectora y entusiasta del dibujo, se formó en animación clásica en el Sheridan Collegue de Ontario, Canadá. Posteriormente, trabajó para Laika Studios en Portland, Oregon, realizando story boards para películas tales como Coraline (del ya mencionado Gaiman), Los Boxtrolls (altamente recomendable), El alucinante mundo de Norman, y Kubo y las dos cuerdas mágicas.

En junio de 2011 publicó El fantasma de Anya, su primera novela gráfica. El año siguiente, esta le granjeó el premio Eisner a la mejor publicación para jóvenes entre 12 y 17 años. La edición corrió a cargo de la editorial First Second Books, con sede en Nueva York. Desde entonces, la obra ha seguido reeditándose, para disfrute de miles de lectores.

En español, todavía es posible conseguir fácilmente la reedición lanzada por Astronave en abril de 2019, en cartoné.