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‘Fármaco’ y las artesanas manos de Almudena Sánchez

Cuando leí La acústica de los iglús, la colección de relatos que Almudena Sánchez publicó en Caballo de Troya en 2016, pensé que leer y beber tequila podían quemar igual. Me ardían hasta las pestañas. Lo subrayé entero, de arriba abajo: subrayen este libro, vociferé en Facebook. Dibujé corazones en los párrafos, florecitas, estrellas plateadas, planetas y satélites azules; esas cosas que uno hace cuando se enamora de un libro.

Ahora, en Fármaco, la novela que Literatura Random House acaba de publicar, habla de la depresión en primera persona. Fármaco es un collage de capítulos breves donde la autora revisa su infancia en Mallorca, su adolescencia en hospitales y -entre medias-, su día a día en estos últimos años conviviendo con un dolor que desconoce, pero que le atraviesa el alma: la depresión. No quiere comer, no quiere reír, no quiere pasear, no quiere vivir; así de claro. 

Habla de la depresión desde un lugar íntimo, pero la magia de Almudena universaliza ese daño. Nos reúne en un espacio salvaje e indómito que nos acerca a las emociones que ella experimentó.

Las luces de Almudena Sánchez

Leer a Almudena es ver un castillo de fuegos artificiales. Su narrativa es poderosa, luminosa, efervescente. Frases como cohetes que deslumbran y nos hacen leer de una forma distinta. No todos los libros tienen ese don. Aquellos que lo conquistan son como arcas de Noé, pero en la Literatura.

La voz de Almudena tiene algo de Pizarnik, de Durás, de Cheveer, de Lispector, de Blanca VarelaTiene una mezcla explosiva que crea imágenes impactantes, sorprendentes, sencillas de visionar, pero complejas y enriquecedoras en su contenido. ¡Me parece una tarea tan artesana y hermosa!

Almudena Sánchez. © Lisbeth Salas
Almudena Sánchez. © Lisbeth Salas

Almudena Sánchez no escribe, lo dije en una red social y lo pintaría en cualquier muro de mi barrio con espray de colores: “Almudena Sánchez no escribe. Almudena hace otra cosa que es como escribir, pero en superlativo.” Eso pondría mi grafiti. Y lo firmaría porque estas cosas hay que reivindicarlas.

Gracias Almudena, por la audacia y la furia. Por hacer esto que tú haces que es como escribir, pero en superlativo.