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‘Mi nombre era Eileen’, de Ottessa Moshfech: la brutal novela de la que todo el mundo habla

Mi nombre era Eileen es la primera historia larga de Ottessa Moshfegh, una de las autoras que más va a sonarte en los próximos años.

Aguda y mordaz, se trata de una novela a la que no podría importarle menos tu opinión. En sus páginas describe la cuenta atrás de un cambio de personalidad, la de su protagonista, para bien o para mal. Igualmente, constituye un brillante (aunque no siempre agradable) estudio de personajes, que se guarda una bala al final del cañón.

Portada de la novela, Mi nombre era Eileen, de Ottessa Moshfech
Portada de la novela, Mi nombre era Eileen, de Ottessa Moshfech.

Ottessa Moshfech y Eileen Dunlop

Mi nombre era Eileen está contada desde el punto de vista de su protagonista 50 o 60 años después de los hechos que narra.

En el momento de comenzar la historia, Eileen Dunlop es una chica de veintipocos años que vive en un pueblo sin nombre, incrustado de mala forma en alguna parte entre Boston y Nueva York. Corren los años 60, pero esta novela tiene lo mismo de psicodélica que un cementerio abandonado en Nueva Inglaterra.

La madre de Eileen murió hace tiempo a causa de una enfermedad, y su hermana mayor se deja ver por casa lo menos posible. Tampoco es que Eileen guarde un buen recuerdo de ambas, por diversos motivos. Pero el caso es que ella (mal)vive con su padre, un expolicía esquizofrénico, verbalmente abusivo, y que sufre manía persecutoria.

Pero ni todo este cúmulo de tragedias parece justificar el nefasto carácter de Eileen. Desagradable y autocompasiva, piensa en otros con un desprecio solo comparable al que siente hacia sí misma. Avergonzada de su aspecto, esconde su cuerpo bajo capas de ropa vieja de su madre, y ni siquiera se lava.

Sus únicos placeres consisten en conducir su viejo coche sin rumbo, con las ventanas bajadas para sentir de veras el frío. También cometer pequeños delitos tales como robar baratijas en las tiendas del pueblo, o espiar a uno de los guardias de seguridad del correccional para adolescentes en que trabajan ambos.

Pero la situación de Eileen está a punto de cambiar. Queda una semana para el día de Navidad y, tras haberlo estado planeando minuciosamente, por fin va a dar el paso de escaparse de casa. Irá a Nueva York, seguramente, donde la vieja Eileen dejará de existir de una vez por todas. ¡Bum! Como pegándose un metafórico tiro en la sien.

Mi nombre era Eileen
Mi nombre era Eileen.

Mi nombre era Eileen: Auscultando a Lee Polk

Pero ni los planes más cuidadosos salen siempre como uno espera. Al menos, no del todo. El lunes de la semana de su gloriosa desaparición, Eileen conoce a Rebecca Saint John. Rebecca es la nueva terapeuta que entra a trabajar en el correccional, una mujer excepcionalmente guapa, inteligente, y bien vestida, una femme fatal de Hitchcock, que ejerce sobre Eileen una inmediata y poderosa atracción.

Dicha atracción va más allá de lo meramente físico. A fin de cuentas, la protagonista de la novela es bochornosamente ignorante en lo que respecta al sexo. Por primera vez en su vida, Eileen se encuentra ante la perspectiva de entablar una verdadera amistad con alguien que le inspira genuino respeto y admiración.

Rebecca, por su parte, está enfrascada en el caso particular de Lee Polk, un muchacho que ingresó en el correccional por matar a su padre de un tajo en el cuello mientras este dormía. Desde ese punto en adelante, el joven cayó en un extraño mutismo, que ningún especialista de la institución pública había conseguido romper.

Eileen, por su parte, nunca ha prestado especial atención a los presos, ni les ha considerado particularmente dignos de lástima o consideración. Para ella, Lee es solo ese chico al que observó masturbándose una vez mientras estaba en aislamiento preventivo. Su deseo de ganarse la atención y el afecto de Rebecca, sin embargo, la empuja a implicarse en el caso del parricida hasta límites insospechados.

Eileen y Rebeca no pueden parecer más distintas. Sin embargo, son sus curiosas similitudes las que llevan al libro a un final tan abrupto e inesperado como un disparo en una cena de Nochebuena.

Ottessa Moshfech, autora de Mi nombre era Eileen.
Ottessa Moshfech, autora de Mi nombre era Eileen. Foto: (c) Jake Belcher.

Mi nombre era Eileen: Una bala literaria

Y es que Mi nombre era Eileen pega un volantazo de 180 grados justo cuando creíamos conocer su dirección, y se convierte, de improvisto, en un thriller psicológico. Justo antes de acabar, el libro se da la vuelta, se encara a un espejo, y se apunta a sí mismo con una pistola. Y el resultado te hará añicos.

Llegado a este punto, la violencia verbal de la novela se torna en física, y las últimas horas de su protagonista en el pueblo al que no retornará jamás se convierten en una locura digna de Bret Easton Ellis o Chuck Palahniuk.

Su autora, Ottessa Moshfegh, es de origen croata e iraní, y nació en Boston en 1981. En 2002 se graduó en el Barnard College de Nueva York, y nueve años después completaría un máster en Artes Literarias en la Brown University de Rhode Island.

Su primer trabajo publicado fue McGlue (2014), una novela corta. En 2015, vería la luz Mi nombre era Eileen, de la mano de Penguin Press, que le valdría a su autora el premio PEN de la Fundación Hemingway apenas un año después.

Desde entonces, ha publicado tres novelas más: Mi año de descanso y relajación (2018), La muerte en sus manos (2020), y Lapnova (2022). Esta última fue catalogada como la novela más esperada del año por medios tales como el Times o el Daily Mail, y ya ha conseguido convertirse en best-seller en cuestión de semanas.

Mi nombre era Eileen fue lanzado en español por la Editorial Alfaguara en enero de 2017, y todavía puede conseguirse fácilmente en librerías y por internet.

Foto de portada de Jake Belcher.