‘La maravillosa Señora Maisel’: un relato feminista imprescindible y genuino
La teleserie La maravillosa Señora Maisel (The Marvelous Mrs. Maisel), creada por Amy Sherman-Palladino se ha convertido en una de las favoritas de la audiencia. Iniciada en 2017, acaba de estrenar la cuarta temporada. Un nuevo giro de tuerca con la inclusión todavía más explícita de las críticas hacia el patriarcado.
La vida de la Señora Maisel se contextualiza en el Manhattan de los años 50-60. La protagonista, Miriam o “Midge” para las amistades, es una mujer casada y posteriormente divorciada cuya aspiración profesional es ser cómica. A lo largo de la primera temporada, la personalidad de la protagonista se fue construyendo de forma brillante, para dar pie a las esperadas segunda, tercera y cuarta temporada. Donde su alrededor, amistades y familia, también ostentan un protagonismo incuestionable. El cierre de la última temporada estrenada deja abierta la puerta para otra ansiada mirada hacia la vida de la Sra. Maisel.
Miriam “Midge” Maisel y la exquisita interpretación de Rachel Brosnahan
El personaje protagonista tiene un peso enorme al pisar el escenario. No solo cuando lleva a cabo sus monólogos sino también en la pantalla. Es gracias a la actriz Rachel Brosnahan que esto es posible. Su inmersión en el personaje es monumental. Llevando a cabo una de las mejores interpretaciones que se han podido ver en pantalla. Exquisita, divertida y adecuada en cada circunstancia. La transmisión de las emociones de la protagonista es perfecta. A través de los gestos, así como cambios en los tonos de voz, la audiencia puede experimentar de cerca lo que Miriam siente.

Uno de los rasgos más destacados es el rico arco narrativo de la misma. Una evolución que se observa a lo largo de todas las temporadas de forma clara y sutil. En esta última temporada estrenada, la protagonista ha crecido de forma imparable. Su sexualidad se plantea de forma más clara y acertada. Miriam tiene clara sus aspiraciones y valores. Así como sus objetivos en la vida. Y hace todo lo posible para poder llegar a la cima que busca alcanzar. No obstante, también se tambalea y equivoca. Perfilando así a una mujer con matices que le aportan la textura necesaria para darle humanidad y personalidad. Palpable y realista para la audiencia. Rompiendo con ese mito de la “súper mujer” que puede con todo y nunca comete errores.
En dicha construcción y evolución de su personalidad, hay otro aspecto imprescindible como es el vestuario. El equipo que lleva a cabo dicha labor es brillante. La época es trasladada a la audiencia de forma espectacular a través de la escenografía y vestuario. Y además, la personalidad de Midge es completada también a través de dichos vestidos y sombreros. Un despliegue visual y estético háptico. Con una progresión cromática esencial para la completa transmisión de la evolución y emociones de la protagonista. Desde los tonos pastel más inocentes hasta las tonalidades más oscuras que envuelven al personaje cuando se sube al escenario. De este modo, la protagonista muestra su seguridad al llevar a cabo su profesión. Así como el hecho de sentirse realmente realizada al hacerlo. Ser mujer en los años 60 no era fácil, pero ser además cómica profesional lo hacía todavía más complejo.

Un camino lleno de obstáculos, pero también de risas inolvidables
Uno de los ingredientes más cautivadores de la serie son los monólogos de Miriam. El guion de la obra no solo destaca por la historia sino por la elaboración de inolvidables actuaciones de la protagonista. Crear cuatro temporadas completas con discursos de un humor exquisito es ardua tarea. La cual se desenvuelve de forma excepcional. Algo que es posible gracias al trabajo del equipo de guion formado por: Amy Sherman-Palladino, Daniel Palladino, Noah Gardenswartz, Kate Fodor, Sheila R. Lawrence y Jen Kirkman.

En la cuarta temporada, estas performances aumentan su nivel de crítica y emocionalidad de forma evidente. Trasladando las opresiones sufridas por cuestión de género al escenario donde Miriam las entona. En alguna ocasión, con estos monólogos, no solo provocan la risa en la audiencia – tanto ficticia como real -, sino que remueven conciencias y sentimientos.
Es imposible no emocionarse con cada palabra que la protagonista articula en sus discursos. La proximidad de la temática a las problemáticas actuales a pesar de estar contextualizado en los años 60 es apabullante. La identificación espectatorial de las mujeres que hoy en día visionan la teleserie es inevitable.
La maravillosa Señora Maisel: y la presencia imprescindible de los personajes que la rodean
Con el estreno de la última temporada, el foco se divide para iluminar a los personajes que rodean a la protagonista. Su representante Susie Myerson, interpretada por una impecable Alex Borstein, es uno de los pilares esenciales. Desde el cual se introduce la cuestión de orientación sexual de forma brillante. Poniendo sobre la mesa los prejuicios y estereotipos asociados a cuestiones de identidad y orientaciones.

Por otro lado, el sector etario representado se amplía al darle mayor relieve al personaje de Rose Weissman, la madre de Miriam. Interpretada también por una incuestionable Marin Hinkle. De este modo, se amplía la perspectiva de género abordada, aumentando el rango de edad.
Sin embargo, el personaje que mejor encarna la intersección de opresiones en la presente temporada es el de Mei Lin. Llevado a cabo por la sensacional Stephanie Hsu. En su caso, es la pareja de Joel Maisel (Michael Zegen), el exmarido de Miriam. A través de su personaje, se esboza a una mujer china que está estudiando medicina. Encarnando la dificultad de presentársela a los padres de Joel debido a rasgos discrepantes entre familias como la etnia o religión. La carcajada además es inevitable con cada acción de Mei Lin. Un personaje completo e imprescindible para cerrar una serie redonda.

La coreografía coral orquestada por la creadora Amy Sherman-Palladino rueda a la perfección. Sin nada que sobre ni falte. Dejando fluir cada episodio y cada personaje con naturalidad.
Se construye una serie feminista imprescindible para la actualidad. Sin perder en ningún momento la noción del contexto en el que se sitúa la historia. Pero a pesar de la diacronía entre las representaciones en pantalla y la realidad presente, no existe anacronía ni desvinculación. La vindicación de los derechos sigue siendo una lucha latente. Y Miriam no es más que una voz sobre el escenario donde confluyen las distintas mujeres y discursos que son necesarios articular.