‘La voluntad de creer’, de Pablo Messiez: ¿Qué es verdad o mentira dentro y fuera del escenario?

El director y dramaturgo argentino Pablo Messiez vuelve el 28 de diciembre al 15 de enero en el Teatre Lliure con su última producción, La voluntad de creer. Estrenado en las Naves del Matadero el pasado mes de septiembre, el espectáculo llega a Barcelona habiendo logrado la aclamación de la crítica y del público madrileño, y con el buen recuerdo dejado por sus anteriores trabajos, Las canciones y El temps que estiguem junts, que también se pudieron ver en el Lliure.

El montaje se inspira en la película Ordet de C.T. Dreyer -que es a su vez, es una adaptación de la obra teatral homónima de Kaj Munt- y de las palabras pronunciadas por Juana de Arco el día de su juicio cuando le preguntaron cómo supo que hablaba con el arcángel San Miguel: “Porque tuve la voluntad de creerlo”.

La voluntad de creer habla de la fe como motor de acción y cuestiona la distinción entre realidad y mentira dentro y fuera del escenario, poniendo a prueba a intérpretes y espectadores. “¿Qué relación hay entre voluntad y fe? ¿Qué hace que algo sea verosímil? ¿Qué papel desempeña el deseo de creer, en la sugestión? […] Demasiadas veces se ha dicho que el teatro es mentira. Intentaremos decir una otra cosa”, afirma Messiez, quien añade que “lo bello del teatro es que es un acto de fe que nace y se pone a prueba durante el tiempo de la función“.

El espectáculo se construye dentro y fuera del escenario. En escena, relata la historia de una familia que avanza hacia un final trágico, desatado por el regreso a casa de Amparo, la menor de cuatro hermanos, y de su pareja embarazada, Claudia.

La voluntad de creer. © Laia Nogueras.
La voluntad de creer. © Laia Nogueras.

La voluntad de creer: una tragedia familiar

La voluntad de creer comienza con el regreso a casa de Amparo, la menor de cuatro hermanos. Vuelve de Latinoamérica con su mujer, que es argentina y está embarazada, porque quieren que la niña nazca en Europa.

En su casa natal, las cosas siguen más o menos igual de mal que cuando la dejó: la hermana mayor, Felicidad, postrada en una silla de ruedas, vive amargada en un mundo que no comprende; Paz, la otra hermana quien se autodefine como “soltera, poeta y borracha” tampoco parece estar pasando un buen momento. Finalmente, Juan, el hermano pequeño, sigue sosteniendo que es Jesús de Nazareth que ha vuelto a la tierra.

Con este contexto familiar como marco, el embarazo de Claudia se empieza a complicar hasta desencadenar en tragedia, a pesar de los intentos del doctor del pueblo por evitarlo. Sin embargo, será Juan, en su locura, quien consiga dar el salto de fe que haga posible la vida.

La voluntad de creer nos cuenta una historia marcada por el reencuentro de las recién llegadas con el resto de hermanos, fuera del escenario, los espectadores asistirán a la construcción de la pieza teatral, desde la transformación de los intérpretes en personajes hasta el final, en el que podrán revertir la tragedia si están dispuestos a creer en el milagro.

La voluntad de creer. © Laia Nogueras.
La voluntad de creer. © Laia Nogueras.

La voluntad de creer, la música de un reparto conocido

Repite en La voluntad de creer buena parte del equipo artístico y del reparto de Las canciones. Veremos a Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Iñigo Rodríguez Claro y Mikele Urroz, a los que se añaden las intérpretes Marina Fantini y María Jáimez. “Poder tener un grupo con el que hacer compañía, un lugar al que volver y reconocerse, me parece un capital muy importante para el teatro. Por eso suelo trabajar siempre con gente que conozco”, ha reconocido Messiez.

“Como la realidad es en colores y la ficción con la que dialogamos es en blanco y negro, este viaje es también un viaje del color a su ausencia“, explica el director cuando habla del espacio escénico, obra de Max Glaenzel, del vestuario, de Cecilia Molano y de la iluminación, de Carlos Marquerie.

La música está presente de nuevo con dos canciones de música popular argentina. Por un lado, Viene aclarando de Atahualpa Yupanqui en versión de Leda Valladares y María Elena Walsh y, por el otro, Vidala del último día, en una versión a capella, de Silvia Pérez Cruz.