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Lola Summers presenta ‘My Sweet Angel’: la nostalgia 2000s que necesitabas (aunque no lo sabías)

¿Te acuerdas de cuando encendías la radio a principios de los 2000 y sonaban guitarras brillantes, voces azucaradas y letras que parecían sacadas de un diario adolescente? Pues bien, Lola Summers ha venido a recordarte esa época, pero sin pedirte perdón por hacerlo. Su debut, My Sweet Angel, es una canción que suena a atardecer tardío, a paseo en bici con tus amigas y a prefiesta que acaba siendo mejor que la propia fiesta. Y sí, también suena a Radio Disney, pero en su mejor versión: un refugio donde la nostalgia no da vergüenza, sino que te rescata.

Lola no aparece como la típica niña prodigio que lleva desde los cinco años con una guitarra a cuestas. Todo lo contrario: no fue hasta pasados los 25 cuando se lanzó a componer, y lo hizo con un reto tan kamikaze como revelador: escribir 100 canciones en 100 días. Resultado: la mayoría eran malas (según ella misma), pero entre esas maquetas malogradas estaba escondido el germen de su single debut. Y eso ya habla de una artista que prefiere el proceso a la perfección, el riesgo a la comodidad. Una postura que, en tiempos de playlists cocinadas por inteligencia artificial, suena casi revolucionaria.

Portada de My Sweet Angel, de Lola Summers.

Lola Summers: una vida entre cultura pop y cuadernos llenos de acordes

Nacida en Sevilla y afincada en Barcelona, Lola Summers no tiene el perfil convencional de estrella juvenil. Antes de lanzarse a la música, trabajó como periodista cultural y analista de datos. Sí, has leído bien: de Excel a guitarras. De la crítica al escenario. Y en esa transición se intuye mucho de lo que hoy define su propuesta: un oído fino, un ojo entrenado para la narrativa y una capacidad para conectar lo íntimo con lo colectivo.

Lo suyo no es la épica del “sueño americano”, sino la construcción paciente de un mundo interior. “Escuchar música ha sido siempre lo que más sentido le ha dado a mi vida, pero no ha sido hasta bien entrados mis 20 que me he permitido pensar en crearla yo misma”, confiesa. Ese permiso, tan simple y tan complejo a la vez, es quizá el gesto más feminista de su carrera: darse espacio para empezar tarde, para equivocarse, para no competir en la carrera de la juventud eterna que todavía define buena parte de la industria musical.

Lola Summers.
Lola Summers.

My Sweet Angel: el revival 2000s (con guiño lynchiano)

Hablemos de My Sweet Angel. El tema, coproducido por Calderon FM, tiene la ligereza de un hit adolescente, pero con capas que delatan una madurez nada ingenua. Las guitarras brillan, las melodías acarician y la voz de Summers flota en un limbo entre la ternura y la melancolía. Hay algo febril, casi lynchiano, en su forma de evocar imágenes: un verano que nunca se acaba, la complicidad adolescente, la felicidad sin culpa.

Lola bebe de influencias eclécticas: desde Hilary Duff y Mazzy Star hasta Paramore, Los Planetas, Arctic Monkeys y Lana del Rey. Y lo que podría sonar a batiburrillo, en sus manos se convierte en un híbrido personalísimo. Una especie de dream pop Radio Disney cargado de nostalgia, pero también de ironía. Porque, seamos sinceras, ¿quién dijo que la ingenuidad era incompatible con el deseo, la frustración o la oscuridad?

En tiempos de hiperrealismo musical (proyectos que parecen más pitch de startup que canciones), rescatar el pop inocente de principios de milenio no es un capricho: es una forma de resistencia cultural. Un recordatorio de que el placer, el romance adolescente y la melodía pegajosa también son política, porque rescatan experiencias históricamente despreciadas por la crítica masculina.

Escucha My Sweet Angel, de Lola Summers.

Lola Summers: un ángel pop en tiempos de algoritmos

El relato de las 100 canciones en 100 días se ha convertido en parte fundamental del mito Summers. No porque fueran 100 temazos (ni mucho menos), sino porque en esa práctica casi obsesiva hay una filosofía: crear sin miedo al error. “No buscaba la perfección; de hecho, casi siempre la evito. Sólo quiero encontrar un lugar, mi lugar, desde el que soñar a gusto”, dice.

Ese gesto conecta directamente con una generación de creadoras que han aprendido a valorar más el proceso que el resultado. En un mundo donde los algoritmos premian la pulcritud y la repetición, Lola Summers elige lo contrario: la exploración, el accidente, la vulnerabilidad. Y quizá ahí está la clave de por qué My Sweet Angel funciona: porque no pretende ser un himno calculado, sino un rincón donde reconocerse.

Nostalgia, pero sin pedir perdón

La palabra “nostalgia” se usa muchas veces como insulto: algo anticuado, regresivo, poco moderno. Summers lo tiene claro: “La nostalgia a veces se percibe como algo negativo, pero a mí me hace muy feliz. Siento que protege aquellas cosas que nos hacen sentir seguras y en paz, y alimenta nuestro mundo interior”. Su infancia, dice, es la base de ese mundo interior. Y lo demuestra en la canción: My Sweet Angel no es un ejercicio de arqueología musical, es un viaje emocional.

Aquí está el giro: Lola no cae en la trampa de la imitación retro. Lo suyo no es un cosplay sonoro de Hilary Duff, sino una apropiación crítica de aquel universo estético. Es la diferencia entre quedarse atrapada en el pasado o usarlo como combustible para crear algo nuevo. Y en ese sentido, su propuesta es tan generacional como personal: porque, admitámoslo, la infancia y la adolescencia nunca se van del todo. Y porque reivindicar la inocencia como motor creativo es, hoy más que nunca, un acto político.

Lola Summers.
Lola Summers.

¿Por qué deberías prestar atención a Lola Summers?

La respuesta es sencilla: porque artistas como ella son necesarias. En un panorama saturado de postureo y fórmulas gastadas, llega alguien que mezcla ternura con lucidez, inocencia con ironía, pasado con futuro. Una sevillana en Barcelona que se atreve a debutar tarde, a exponerse sin pedir permiso, a poner en valor lo que la crítica mainstream suele despreciar.

My Sweet Angel ya está disponible en todas las plataformas digitales desde el 26 de septiembre. Y aunque aún estemos ante su primer single, la sensación es clara: estamos frente a una voz que puede dar mucho juego en los próximos años.

Porque si consigue (como ella misma bromea) que “el tipo más duro sienta lo que sienten las chicas entregadas al romance”, no solo se habrá dado por satisfecha: habrá demostrado que la vulnerabilidad también es una fuerza transformadora.

Lola Summers no está aquí para competir en la liga de las estrellas prefabricadas. Está aquí para recordarnos que la música puede seguir siendo un lugar de descubrimiento, un refugio íntimo y un espacio donde la nostalgia se convierte en presente. Y sí, suena a Radio Disney, pero qué queréis que os diga: hacía falta.