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‘Pequeños inventarios: La vida de las cosas en diez libros chilenos’, de María José Navia

Los lectores que disfrutan con la narrativa breve de María José Navia (Santiago de Chile, 1982) van a encontrarse en su nuevo libro con una voz un tanto diferente a la que están acostumbrados, y es que en Pequeños inventarios: La vida de las cosas en diez libros chilenos (Orjikh editores, 2024), la escritora despliega otro de sus talentos/pasiones, uno con el que no estamos familiarizados: el académico.

Con una voz mesurada y paciente va desplegando su erudición al mostrarnos detalles de obras clásicas y contemporáneas de la literatura chilena que, aunque hayan sido estudiadas y analizadas, posiblemente no se haya hecho desde la óptica que propone Navia, la cual es la de las cosas.

Portada de Pequeños inventarios, de María José Navia
Portada de Pequeños inventarios, de María José Navia.

Pequeños inventarios, una aproximación a “la literatura de las cosas”

¿Qué tanto nos fijamos en los objetos descritos en las páginas de narrativa? Quizá prestamos atención cuando en una novela o cuento se mencionan otros libros, discos u obras de arte, y se da la casualidad de que son de algún autor o músico que admiramos, y entonces sentimos ese reconocimiento o hermandad emocional, que siempre es grato descubrir; pero no hablo de eso, sino de otro tipo de cosas, en ocasiones inamovibles como las puertas o ventanas, los muebles que llenan una casa, los diversos documentos como pasaportes o papeles de identidad, etc.

Hablar de cosas es acercarse a temas como la abundancia y la carencia, pero también a cuestiones de herencia y parentesco (artículos familiares, o conectados con una cierta tradición familiar) y la falta, no solo de pertenencias, sino también de compañía. Muchas cosas en novelas de gente sola”, señala Navia.

Al adentrarse en este análisis de diez libros de la narrativa chilena, la escritora se pregunta si es posible postular una “literatura de las cosas”. Lo que hace es iluminar de alguna forma el recuerdo que se tiene de estas historias al mostrarnos una capa o dimensión más profunda, la cual brinda una mejor comprensión del conjunto a la vez que nos invita a la relectura.

Por ejemplo, la vestimenta de los personajes y los muebles en Martin Rivas (1862), de Alberto Blest Gana, lo cual ayuda a evidenciar el deseo aspiracional del protagonista. Las puertas y la movilidad e inmovilidad en Hijo de ladrón (1951), de Manuel Rojas, así como la importancia de los documentos. Los recipientes, copas, vasos y las algas en las obras Desolación (1922), Tala (1938) y Lagar (1954), de Gabriela Mistral.

 María José Navia.
María José Navia.

María José Navia y la obra de Bolaño

No podía faltar en estos ensayos una de las obras más aclamadas de la literatura reciente como lo es Los detectives salvajes (1998), de Roberto Bolaño, en la cual Navia considera que son elementos importantes “la espectralidad de los libros y la hospitalidad de las ventanas”. Dice la autora: “Los detectives salvajes es una novela sobre la ficción; sobre el acto de leer. Una novela que enseña a leerla como la hospitalidad misma: dándole la bienvenida al infinito”. Una novela que refracta a sus dos protagonistas en una multiplicidad de voces, una verdadera cámara de ecos. Un mundo que es todos los mundos; personajes que son las voces de todos los personajes, ventanas que dejan entrar al desierto”.

Navia señala que los lectores de este libro podrían considerarse a sí mismos detectives. “Somos detectives que no sabemos lo que estamos buscando. Un detective enfrentado a una caja de pistas que nunca pidió. Una caja llena de espectros y ventanas. Cosas que, sin embargo, nos interpelan y a las que les damos la bienvenida”.

También aborda esa famosa pregunta final con el dibujo de la ventana porosa con la que se cierra esa magna obra de Bolaño. Si quieren saber qué piensa Navia o qué pistas aventura, deben leer Pequeños inventarios.

Pequeños inventarios: la imagen que nos dejan los libros

Otros libros analizados e iluminados con esta nueva luz son Mano de obra (2002), de Diamela Eltit, donde se evidencia el desgaste de las mercancías y los cuerpos que transitan por un supermercado. Mis documentos (2014) de Alejandro Zambra, donde la tecnología juega un papel muy importante y los computadores aparecen siempre conectados a figuras paternas. Retrovisor (2017), de Mónica Drouilly y Preguntas frecuentes (2020), de Nona Fernández, en donde la materialidad de las cosas (en especial los certificados) son centrales en medio de una pandemia.

Con un lenguaje claro y unas explicaciones sencillas y muy interesantes, la autora nos propone otra forma de leer, u observar, la imagen que nos dejan estos libros y, de esta manera, ver un panorama más rico, quizá completo, que nos ayude a atrapar ese significado de cada una de estas obras.

Navia es autora, además, de la novela Sant (Incubarte Editores, 2010) y de los libros de cuentos Instrucciones para ser feliz (Sudaquia Editores, 2015), Lugar (Ediciones de la Lumbre, 2017), Kintsugi (Kindberg, 2019), Una música futura (Kindberg, 2020) y Todo lo que aprendimos de las películas (Páginas de Espuma, 2023).

Orjikh editores se encuentra ubicada en Santiago de Chile y se caracteriza por publicar ensayos como género central.