La miseria emocional de Simon Hanselmann

Desde el primer momento en el que Simon Hanselmann decidió publicar las historias de una bruja depresiva en su Tumblr, estas se convirtieron automáticamente en un fenómeno viral. Y es que las situaciones que cuenta en sus viñetas no son desconocidas para muchos.

Gracias a esta identificación inmediata con los personajes que nos presentaba Hanselmann, aumentaba cada vez más el número de lectores. De ser inicial y únicamente leído en el foro 4chan, pasó a firmar un primer contrato con la editorial Fulgencio Pimentel. De esta forma salía de las cloacas de Internet.

Este fue, sin duda, el escopetazo de salida para que Megg, Mogg y Búho empezaran a echar raíces en el imaginario colectivo más marginal.

En 2014 aparecía el primer recopilatorio bajo el título de Hechizo Total. Tras unas cuantas temporadas en medio, el pasado 2019 se publicaba el último tomo, El Mal Camino, donde todo lo que nos había mostrado anteriormente se precipita y acaba desembocando en una catástrofe absoluta.

 Simon Hanselmannen su casa de Beacon Hill en Seattle el 26 de abril de 2019. (c) Matt M. McKnight/Crosscut
Simon Hanselmannen su casa de Beacon Hill en Seattle el 26 de abril de 2019. (c) Matt M. McKnight/Crosscut

Un paseo por el fracaso

Pero, ¿qué cuenta Hanselmann qué tanto gusta? La bajona perpetua, depresión, ansiedad, desidia, series repetidas hasta la saciedad, malas relaciones, mucha droga y un desgaste emocional continuo. Una escena más que habitual y reconocida por más de los que están dispuestos a admitirlo.

Lo que vemos es poco más que la vida diaria de un puñado de personajes. Y, sin embargo, esto es suficiente para llevarnos tanto a los estados más oscuros como los más brillantes por los que pasan.

Las historias de Megg, Mogg y Búho, los principales y habituales de la serie, son una suerte de sitcom influenciada totalmente por la televisión y el cine. La realidad más descarnada de la vida fuera del sistema, inadaptados que tratan de sobrevivir mientras se hunden inevitablemente en su mundo lisérgico buscando siempre la carcajada.

Contado con un tono distendido, entre chascarrillo y chascarrillo, la oscuridad se va colando en las viñetas, como una sombra que los persigue a todos. Puede que Megg sea la más acosada por esa sombra, esa mano que se alza sin piedad alguna y los entierra en el agujero que ellos mismos han cavado. La historia que se construye es la verdadera versión oscura de Sabrina, cosas de bruja capaz de congelar la risa de cualquiera.

Adentrarse en El Mal Camino es pasear por el fracaso. No hay un sueño frustrado de una mejor vida, no hay una intención real de salir, como si la batalla ya estuviera perdida antes de empezarla. Y aun así no se puede decir que no lo intenten muy de vez en cuando.

Búho, Mogg y Megg. Simon Hanselmann
Búho, Mogg y Megg.

Simon Hanselmann: Horror y belleza

Pero más allá de todo esto, entre las situaciones vividas se puede ver una extraña libertad, casi comodidad en esa marginalidad. La sensación de que cualquier reacción o hecho, por más bizarro que pueda llegar a ser, no será razón para que se juzgue.

A pesar de la miseria, de vez en cuando algo brilla, es bonito, la droga los hace felices. Y es que es la depresión y la belleza están en todas partes y puede ir de la mano ¿Por qué dibujar algo tan desagradable? ¿Por qué contar la desgracia y regodearse en ella? El propio Hanselmann diría ante esto:

La depresión está en todas partes, la vida es desgarradora. La vida también es bella en igual medida. El truco es encontrar el equilibrio. La angustia puede ser bella.

Simon Hanselmann

La belleza hipnótica del horror, como una especie de esperpento valle-inclaniano donde la muerte más dolorosa puede estar rodeada de las bromas más salvajes. Y es imposible no reírse, igual de imposible que no lamentarse por ello. La sonrisa se tuerce a medio camino cuando nos encontramos leyendo ciertas situaciones.

Sería Mogg, quien en pleno viaje, mirando a la luna le diría a Megg que bonito, podemos seguir así para siempre. Un cielo brillante con una luna enorme. Belleza y horror, como debió ser ver el cielo de Chernóbil. Puede que Mogg quiera seguir ahí para siempre, pero Megg, incluso cuando encuentra la belleza en el basurero en el que está encallada, o la diversión a la que puede que no llegue de otra forma, sabe que no quiere estar ahí. Por eso responde que no, que solo un año más. Solo un año más. Pero, ¿cuántos años son “solo un año más”?

Búho, Megg, Mogg, y Werewolf Jones; ilustración de Simon Hanselmann.
Búho, Megg, Mogg, y Werewolf Jones; ilustración de Simon Hanselmann.

Una panda de animales

La rareza de los personajes ya viene dada por la peculiaridad de su propia naturaleza: una bruja, un gato y un búho. Casi un ambiente propio del realismo mágico, al más puro estilo de Bojack Horsman, donde tomamos por normal algo extraño.

La animalización hace que sea más fácil llegar a la carcajada con situaciones que puestas en humanos serían cuanto menos grotescas. Prueba de ello es la empatía que consigue generar Mogg, una versión del Salem de Sabrina mucho más repulsivo y al que, como Megg, se le acaba cogiendo cariño.

Estamos rodeados de miserables, incluso, como diría el propio Hanselmann, aquellos que tenemos cerca pueden jodernos la vida. No hay ningún lugar seguro y precisamente por eso la inestabilidad se vuelve lo único constante.

Ilustración de la portada de Hechizo total, de Simon Hanselmann.
Ilustración de la portada de Hechizo total, de Simon Hanselmann.

Estas declaraciones vendrían a cuento por la reacción que generó una escena especialmente polémica donde se producía una violación en grupo. Como si no hubiera sucedido nada, los personajes continuaban con su relación sin mayor problema. Sería el público de 4chan el que se manifestara contra esto. Puede que hubiera sido demasiado y, sin embargo, esta situación subrayaba exactamente lo que el autor manifestaba en una entrevista:

La gente es horrible. La gente es cruel. Los círculos sociales, especialmente en las ciudades pequeñas, pueden volverse jodidamente desagradable (…)  No me censuro. Debes ser honesto. (…) La vida no es bonita. La existencia es triste y cruel.

La existencia es triste y cruel, e incluso aquellos que nos rodean pueden acabar siendo los autores de nuestras miserias. Ninguno de los personajes es completamente blanco, nadie se salva, nadie es una víctima inocente. Estamos rodeados de miserables y de animales. El Mal Camino, como el resto de la serie, está lleno de estos animales. No hay nada ni nadie a lo que puedan engancharse para salir del pozo en el que están.

Esta mezcla entre la ternura, la desazón y el desagrado da una terrible complejidad a los personajes. Terrible porque, desde su animalización, se acercan más al corazón de lo humano. La parte más miserable y la más vulnerable.

Bad Gateway 502

La tristeza, la inestabilidad y la sensación de abandono puede que se vea acentuada precisamente en El Mal Camino, última recopilación publicada por Fulgencio Pimentel. Los personajes se encuentran el estado de máxima vulnerabilidad y aquí, más que nunca, se empiezan a ver las consecuencias de las decisiones tomadas y los caminos que se han seguido. Puede que les haya sido imposible elegir otro, pero la cuestión es que están ahí, como esa panda de desgraciados de la que hablaban Steinbeck en De ratones y hombres que nunca jamás conseguirá salir del agujero en el que se encuentra.

Ya en Hechizo total, el primer volumen, entre gamberrada y gamberrada puede verse la desidia, el malestar y la melancolía que subyace en la realidad que viven. Pero la angustia se triplica en este último volumen. Los momentos de diversión quedan reducidos. Desaparecen ciertos habituales de la serie y tienen lugar algunas situaciones que podrían romperle el corazón a cualquiera. Como si Megg, la protagonista indiscutible en esta última recopilación, se perdiera a sí misma poco a poco, pero se agarra a quien es con todas sus fuerzas.

Megg, la protagonista de las historias de Simon Hanselmann.
Megg, la protagonista de las historias de Simon Hanselmann.

El Bad Gateway hace referencia precisamente a esa página de internet fallida en la que vemos el mensaje “Bad Gateway 502”, ese lugar al que llegamos cuando no se puede acceder a un sitio web. En la parte de abajo de la página se puede leer What happened? What can I do?

¿Qué se puede hacer? Sin otra opción, llegados a un callejón sin salida, Megg tiene que volver sobre sus pasos. Volver a casa y volver a la familia desestructurada que formaba con su madre adicta. Y ese es el cliffhanger que nos deja El Mal Camino.

No se puede escapar de la realidad, no se puede escapar del sistema y estamos rodeados de miserias. Llegará un punto en el que, si no remamos a favor de obra, nos encontraremos en un callejón sin salida, un bad gateway, ¿qué se podrá hacer entonces?

Pincha AQUÍ, si quieres ver la entrevista que David Broncano le hizo a Simon Hanselmann en La Resistencia.