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‘Su majestad’, de Prime Video: el trono tabú de Anna Castillo

Era una nueva melodía, tan pegadiza como talentosa. Al igual que sucede con las buenas canciones, parecía combinar lo inédito con un toque familiar, un atractivo guiño al pasado. Ver a Anna Castillo en Arde Madrid (2018) como improvisada criada de la afamada Ava Gardner supuso un agradable soplo de aire fresco en el programa de Movistar: no obstante, por momentos su encantador papel conectaba con lo mejor que había ofrecido una leyenda del celuloide español como Gracita Morales. Aquella joven intérprete poseía toque, un ritmo bárbaro para la comedia y mucha facilidad para lograr la empatía del público.

Dicho don permanece incólume en Su majestad (2025), una de las grandes apuestas nacionales de Prime Video este curso: por ejemplo, cuando afirma que una raya de coca es mucho más saludable que una de esas bebidas energéticas de las que tanto abusa la población joven. Hay algo en la forma de señalar las cosas de Castillo que despierta al instante una sonrisa cómplice. Sorprende muy poco que la plataforma la escogiera para dar vida a Pilar, una inmadura y ficticia princesa que se va a ver envuelta en una acelerada e inesperada espiral monárquica por culpa de los escándalos paternos.

Aquí es donde arranca el bisturí de un show con pocos precedentes en nuestro país. Cualquier persona que haya leído obras del tipo King Corp.: El imperio nunca contado de Juan Carlos I (2023) será consciente de los escándalos económicos vinculados a la alta nobleza. En ese sentido, la historia alberga una increíble ventaja: puede usar referencias al presente, pero sin ataduras de biografiar tal cual a los personajes regios. Dentro de dicha alquimia está una de sus puestas en escena más atractivas, la ideal para levantar ampollas entre mentideros propios y extraños.

Póster de Su majestad.
Póster de Su majestad.

Su majestad: Larga vida a Alfonso XIV

Evitar colgarse tal cual la capa dorada de la realidad borbónica permite a Su majestad recorrer con libertad los paisajes que más le plazcan. Pablo Derqui da vida a Alfonso XIV, un monarca que, por momentos, nos puede hacer recordar mucho al emérito soberano de la Transición. De cualquier modo, el ser una criatura enteramente de ficción permite plantear otros paralelismos inquietantes con otros inquilinos de la Corona.

A raíz de unos escándalos de cuentas filtrados por la prensa, el rey debe tomarse un exilio a América Latina para enfriar los ánimos. Ver el cadáver del enemigo pasar, al más puro estilo Cánovas del Castillo cuando su bando alfonsino permitió la creación de la I República para ayudarla a autodestruirse. Por desgracia para sus planes, su periplo más allá del Atlántico para no escuchar incómodas caceroladas le exige delegar en su única hija.

Pese a que su relación personal es buena, el regio paterfamilias es consciente de que su retoña es más conocida por sus triunfos con las copas que por aptitudes para el mando. Ya en una introducción picante (hija y padre aguardando la pitada que les depara el Girona-Barcelona por el título futbolístico que lleva su nombre), vemos cuál es su interacción: condescendencia de Alfonso y una venda que Pilar se ha colocado para no ver los tejemanejes de su familiar, quien lleva ya tiempo viudo.

Esta casilla de salida para la partida ya nos coloca frente a un juego no exento de riesgos. Dulcificar en exceso nos podría llevar a Princesa por sorpresa (2001) y deshumanizar la crítica corrosivamente sin aristas sería mostrar a ninots sin alma que solamente querríamos ver arder. Vistos sus siete episodios de apenas media hora cada uno llevan a reconocer que hay osadía e incomodidad en la ruta trazada.

Su majestad.
Su majestad.

Su majestad: Dúplex

Ha transcurrido bastante tiempo desde Ocho apellidos vascos (2014). En ella, los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José unieron esfuerzos para escribir un guion bendecido con el don de la oportunidad: de la mano de un carismático reparto, el largometraje supo banalizar con humor un tema sensible, logrando un tremendo éxito en taquilla que garantizó una inmediata secuela al año siguiente: Ocho apellidos catalanes supuso otra colaboración de los escritores con menos aclamación popular en taquilla.

Ambos creativos separaron por aquel entonces un tanto sus caminos, si bien sorprende muy poco verlos a ambos colaborando codo con codo en este producto de Amazon. De inmediato, se nota que algo ha cambiado. La capacidad para lanzar burlas con guiños a la actualidad se mantiene intacta, si bien hay una mayor madurez. Puede que aleje un poco al argumento de la carcajada más inmediata, pero permite una crítica de mayor calado, un auténtico bufón de palacio que puede señalar que el rey o la reina desfilan desnudos.

Obviamente, todo requiere su tiempo. El libreto va dejando germinar a su princesa y su atmósfera cortesana hasta que hallamos la primera bomba de relojería: Dúplex es algo más que la cuarta entrega del cuento. De hecho, se torna en el instante donde el sarcasmo y la legítima preocupación se dan la mano. A través de la inauguración del año judicial, Pilar termina celebrando una comida lujosa con las altas magistraturas (en un enclave que recuerda, por momentos, a la mítica Casa Lucio, entre otras) es donde sentimos que hay una travesura con profundidad: entre risas, puros y postres se ponen bajo sospecha la libertad de expresión y la división de poderes.

Quien dirige este explosivo artefacto es Ginesta Guindal, quien filma la joya de la Corona de esta primera temporada.

Anna Castillo en Su majestad.

Il consigliere

Nunca abuses de tu mejor golpe. Es una de las máximas del boxeo. Revelar o explotar hasta el exceso una virtud puede prevenir a la esquina contraria, restarle impacto. A nivel humorístico, nadie puede dudar que Ernesto Alterio posee una facilidad natural para hacer personajes desquiciados o de temperamento explosivo. Ya sea en Días de fútbol (2003) o El cuarto pasajero (2022), el actor argentino sabe encender la mecha corta de sus encarnaciones para goce de la audiencia.

Precisamente teniendo en cuenta ese factor, su papel como Guillermo en el programa que nos ocupa es tan meritorio. En los primeros minutos con él en pantalla esperamos algún latiguillo o gesto de una fiera a punto de explotar. Tardamos poco en entender que no va a ser el caso. El alicaído aristócrata que tenemos aquí como forzoso consigliere es un ser complejo y hermético, el jefe de seguridad ideal o uno de los serenos guardianes de llaves palaciegas que disfrutamos en filmes como la inconmensurable La gran belleza (2013).

Alterio asume con oficio las pinturas de payaso serio para mayor lucimiento de la desaforada Pilar, siendo una extraña pareja condenada a entenderse. Debido a la sagacidad de Isidro (el siempre sólido Ramón Barea), el brazo derecho del padre de la princesa, Guillermo termina aceptando la ingrata papeleta de ser la niñera en las sombras del que, a partir de entonces, será el rostro visible de la Casa Real en días turbulentos.

En un show tan corrosivo, es sumamente hábil la motivación detrás del asesor para aceptar la misión imposible: complacer a su madre, recuperarle sus privilegios para que tenga el ocaso que amerita. A medida que avance su relación, Guillermo nos sorprenderá con algunos se sus pensamientos y actitudes hacia la institución a la que consagró lealmente su vida.

Su majestad.
Ernesto Alterio en Su majestad.

Doña Juana en el Paraíso

Hay pocas figuras más maltratadas históricamente en la dinastía Trastámara que la reina Juana, cruelmente apodada como la Loca. Habida consideración de las maquinaciones y maltratos a las que fue sometida entre Felipe el Hermoso, su ambicioso esposo, y Fernando El Católico, un padre que fue uno de los modelos para la más célebre obra de Nicolás Maquiavelo, resulta un milagro que, durante su breve entrevista con los rebeldes Comuneros, la depuesta reina mostrase una notable sensatez y entendimiento de los asuntos. Un breve espejismo antes de más cautiverio y ostracismo en los días del recién nombrado Carlos I, su propio hijo.

El mal de amores de Juana con Felipe no resultaría desconocido a Pilar. A través de la publicación de una morbosa biografía del heredero británico que abdicó, los asesores de la Casa Real analizan sus páginas para descubrir alguna posible mención inapropiada de la princesa. El intérprete Freddie Dennis encarna a un aristócrata que recuerda sospechosamente al príncipe Harry y su muy vendida obra En la sombra, si bien su escueta referencia a la hija de Alfonso XIV está plagada de elegancia y romanticismo.

Lejos de respirar aliviada como su staff ante su escaso protagonismo en el bestseller, Pilar verá su ego herido por la profunda relación que mantuvo con “Richie”, algo que la llevará a usar sus hilos en aras de una nueva cita. Con aires al mejor Sorrentino, la expedición de los dos antiguos amantes incluye la apertura exclusiva del lugar con la mejor tortilla de patatas de España.

Además, la relación principesca tiene una curiosa inversión de roles: es Pilar quien se reviste de los ribetes de Tenorio para amortizar el dúplex donde su progenitor llevaba a sus conquistas, convirtiéndose unos mecheros bañados en oro en la “recompensa” a la persona que pasaba la noche en el regio lecho.

Anna Castillo y Freddie Dennis en Su majestad.
Póster de Su majestad con Anna Castillo y Freddie Dennis.

Miedo escénico

Son lugares que han devorado a grandes talentosos con el influjo y la mística de sus siglos de historia acumulada. La presión de actuar allí corroe. De igual manera, hay tremendos dones que han subestimado esas paredes y artesonados techos, queriendo tornarlos en apenas una muesca más del revólver de sus actuaciones. Determinados enclaves exigen una armoniosa y compleja operación: autoconfianza sazonada con el respeto debido a las áreas especiales.

A lo largo de los episodios, iremos desfilando por la Granja de San Idelfonso, el palacio de Santoña o el de Linares. Precisamente este último tiene una ligazón muy fuerte con el cine español: allí ubicaron Luis García Berlanga y Rafael Azcona una parte de su autopsia hacia la vieja nobleza franquista en vísperas de que llegase la monarquía sepia: hablamos de la célebre dinastía de los Leguineche, encabezada por el marqués de las Marismas, Luis Escobar.

Tanto Alterio como Castillo saben moverse como peces en el agua por dichos ambientes. En un gran ejercicio actoral reflejan el aplomo (y soberbia) de un aristócrata que se sabe en casa, aunque tampoco sin esconder un respeto por los despejados suelos que pisan. La química entre Pilar de Salazar y Guillermo irá en aumento, lo cual no es óbice para que haya desencuentros. Uno de los diálogos más emotivos será cuando el segundo dé un verdadero consejo a su protegida: que renuncia a la inmunidad de la que han gozado su padre y predecesores.

Los antiguos palacios son bien combinados con la era de las redes sociales, las letras raperas sobre dinastías endogámicas y lugares donde se custodian judicialmente los hurtos a la libertad de expresión. En ocasiones, se ha acusado a esta primera temporada de ser tibia, no habiendo dado el último paso definitivo. Tal vez el show quiera que lo demos por nuestra cuenta.

Las pinturas negras de Su majestad: Lucía Díez y Florentino Fernández

Goya, al igual que su admirado Velázquez, sabía retratar el alma detrás de los rasgos físicos. Ni siquiera el papado o la monarquía estaban a salvo de los pinceles capaces de acercarse demasiado a la realidad.

Su majestad, por supuesto, no es perfecta. De hecho, incluso se permite malgastar algunos de sus recursos: Lucía Díez ya había deslumbrado en esa joya oculta que fue La otra mirada (2018), siendo aquí muy reconocible como una de las amigas inefables de Pilar, la miembro de una banda guay que es la aristocracia con cubata de las salas festivas de Madrid. Si bien la interpretación es excelente y es una secundaria con posibilidades argumentales, debería explotarse su relación en una hipotética segunda campaña de la serie.

Otro tanto ocurre con el monologuista encarnado por Florentino Fernández, un humorista que logra varias risas en teatros de la capital a costa de los desfalcos de Alfonso XIV, pero a quien la inesperada regente recurrirá en varias ocasiones para una relación extraña. Más que defectos, podríamos decir que el experimento tiene todavía muchas puertas del Palacio de Oriente por abrir, apenas habiendo insinuada una prometedora entrada al salón de recepción.

Con mucho tino, la pluma de Irene Crespo (De palacios a discotecas) nos sumerge en las variopintas localizaciones del rodaje. La antigua Pachá o el Teatro Barceló todavía podrían dar más de sí en futuros episodios si el guion arroja en el correcto orden sus cartas y se aprovecha de un elenco en estado de gracia. Castillo está en una edad profesional perfecta para hacer prácticamente lo que desee con una infanta que se manejara mejor de lo que nadie habría pensado durante el interregno. Sea como fuere, la cuestión es, ¿eso ha beneficiado en algo al país o es únicamente el interés de una persona egoísta?

Póster de Su majestad con Lucía Díez y Anna Castillo
Póster de Su majestad con Lucía Díez y Anna Castillo

Su majestad: La reina de la sátira

Pensándolo en frío, pocos reclamos habría en el Vaticano más impactantes que las apolíneas maneras de Jude Law en The Young Pope (2016). De igual manera, el marketing alrededor de Su majestad ha mostrado a la carismática Anna Castillo encarnando a la insolente soberana de la sátira: La fête? C’est moi parece decir su rostro en poses que serían impecables carteles publicitarios en la Gran Vía para la era de Instagram.

Con mucho tino, la artista barcelonesa ha afirmado que esta parodia va más allá de la Zarzuela, cuyas vergüenzas son expuestas con ingenio, también alcanza a quienes quieren tirar de las cadenas voluntariamente, a las ambiciones y corruptelas del día a día, etc. Long live the queen en siete entregas que nos hacen quedarnos con ganas de más. La investigadora Rebeca Quintáns nos sorprendió con el elocuente título La biografía sin silencios para dar a conocer sus investigaciones sobre uno de los personajes clave en la Transición.

Su majestad sigue su estela en querer evitar silencios, añadiendo una humorada y cierta advertencia subliminal, cual Lampedusa, de que los envoltorios pueden cambiar para que el producto se mantenga indiscutido en las estanterías.