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‘A fuego lento’, un menú degustación inolvidable del gran trabajo de Tràn Anh Hùng

El Festival de Cine Europeo de Sevilla acoge A fuego lento (La passion de Dodin Bouffant), la nueva y esperada película de Tràn Anh Hùng, que se estrenará en salas el 20 de diciembre. Tras varios años sin presentar ningún trabajo se descubre el motivo: ha estado cocinando a fuego lento una de las piezas más hermosas y deliciosas que ha podido realizar.

Cartel de A fuego lento.
Cartel de A fuego lento.

El director vietnamita, afincado en Francia desde muy joven, ha estrenado A fuego lento tras 8 años desde su último trabajo Eternity (2015). Durante estos años, haciendo honor a su película, ha ido cocinando muy lentamente un trabajo exquisito. Ganadora del Premio a Mejor Dirección en el Festival de Cannes, y nominada a Mejor Película en el presente festival de cine de Sevilla.

Francia, 1885. Juliette Binoche se pone en la piel de Eugénie, una cocinera que trabaja junto a un famoso chef gourmet Dodin – Benoît Magimel -, durante 20 años. Una relación puramente profesional pero basada en una admiración mutua y honesta, y aunque se atisban tintes románticos ella nunca quiso casarse con él para poder mantener su rol profesional y libertad. Una relación hermosa forjada muy lentamente y con toda la pasión que comparten por la cocina.

El cineasta Tràn Anh Hùng construye una cinta pictórica barroca que realmente deja embelesada a cualquier persona que ame la cocina. Un compendio de recetas perfectamente elaboradas al ritmo que marca la lumbre, envueltas con una iluminación exquisita a manos del director de fotografía Jonathan Ricquebourg.  

Benoît Magimel en A fuego lento. ©Stephanie Branchu.
Bonnie Chagneau-Ravoire y Benoît Magimel en A fuego lento. ©Stephanie Branchu.

Entrante: A fuego lento, un hermoso homenaje a aquellas madres y abuelas que nunca se sentaron a la mesa a comer

El tema central de A fuego lento es indiscutiblemente la experiencia gastronómica. La audiencia no solo disfruta con todos los aspectos cinematográficos de la misma, sino que puede incluso saborear a través del resto de los sentidos todos y cada uno de los platos en pantalla. Una experiencia sinestésica que sin duda es inolvidable. Sin embargo, esta historia culinaria tiene múltiples capas en el subtexto que son las que hacen que todo fermente y crezca en su justa medida.

Entre esas capas, una de las más destacadas desde la perspectiva feminista, es la construcción de su protagonista Eugénie junto a la representación de los espacios públicos y privados. Desde los inicios de la primera ola feminista, uno de los asuntos a abordar era precisamente esa línea que dividía lo público y lo privado, relegando a las mujeres a esta segunda esfera. En el mundo de la cocina esto se traduce al rol tradicional de las mujeres que siempre han cocinado y cuidado de la casa, mientras que los hombres que cocinaban eran chefs de renombre – algo que hoy en día sigue siendo bastante evidente a la vista de las figuras culinarias más reconocidas -.

La propia Juliette Binoche en su brillante interpretación de su personaje, le explica a la pequeña Pauline – magnífica Bonnie Chagneau-Ravoire– cómo aprendió a cocinar. Su padre era un reconocido pastelero, pero en realidad, de quien aprendió fue de su madre. Un hermoso homenaje a todas aquellas madres y abuelas que recordamos entre fogones, pero nunca sentadas en la mesa. Porque mi propia abuela siempre decía, y tengo que homenajearla yo también, que la cocina era muy sacrificada porque pasaba horas de pie cocinando y luego sus hijos se comían todo en pocos minutos, pero qué enriquecedor era verlos comer y disfrutar con su comida.

De un modo exquisito, el cineasta vietnamita traslada esta idea a su película, llevando a cabo además un cambio de roles tan sutil como imprescindible. En este cambio de roles, es también de alabar el trabajo de Benoît Magimel como Dodin. Actor ya reconocido por su anterior película Pacifiction (Albert Serra, 2022), pero que en este caso encarna un papel mucho más elegante y entrañable.

Benoît Magimel en A fuego lento. ©Stephanie Branchu.
Benoît Magimel en A fuego lento. ©Stephanie Branchu.

Primer plato: A fuego lento, una imagen casi pictórica que parece pintada por el mismísimo Caravaggio

El cineasta Tràn Anh Hùng también recupera del director español Albert Serra al director de fotografía que trabajó en su película La muerte de Luis XIV (2016). Jonathan Ricquebourg se descubre como otra de las capas imprescindibles del plato definitivo del cineasta. La estética de A fuego lento es tan rica como cada una de sus comidas.

La gama cromática que cada vegetal y fruta aporta a los ingredientes principales son magistrales. Del mismo modo que lo es el juego con la luz, e incluso, con la oscuridad. Llama la atención cómo el director de fotografía juega con los claroscuros en una composición casi barroca y más aún, cuando solo hay oscuridad. Las secuencias de noche iluminadas bajo una tibia luz de vela se convierten en una de sus mayores virtudes. Junto a aquellas escenas que dejan entrever a través de las ventanas la luz del atardecer o la luz de la mañana, perfectamente distinguibles por la calidez seleccionada.

Gracias a este magistral trabajo de fotografía se consigue un conjunto de imágenes que bien parece que hubieran sido pintadas por el propio Caravaggio o Rembrandt.

En esta línea, es hermoso encontrar cómo el director también hace un homenaje a unas de las grandes cineastas que nos ha regalado el cine: Chantal Akerman. Tal y como ya hicieron otras películas como Aftersun (Charlotte Wells, 2022). En este caso y con el juego de luces y la calidez en el centro, La habitación (1972) de Akerman se reconstruye en la cocina con esa panorámica circular de 360º que a través de su mirada cierra una película deliciosa y radiante.

Juliette Binoche en A fuego lento. ©Stephanie Branchu.
Juliette Binoche en A fuego lento. ©Stephanie Branchu.

Postre: A fuego lento, el amor como ingrediente esencial para crear el plato definitivo

Finalmente, la última capa imprescindible de A fuego lento es el amor. Pero no el mito del amor romántico o las relaciones tóxicas, que perfectamente podrían haber sido las protagonistas en un contexto como el siglo XIX. El cineasta reconstruye las relaciones románticas heteronormativas y, además, lo hace desde la experiencia de dos personajes de mediana edad. Este sector etario no suele tener muchas oportunidades en el cine para darle rienda suelta al romanticismo, y muchísimo menos sin tener hijos/as de por medio. Sin embargo, en esta cinta, Eugénie y Dodin construyen una hermosa relación basada en una pasión irrefrenable por la cocina.

En una actualidad donde enamorarse ya no está de moda, donde el romanticismo o es cursi o es tóxico, es reconfortante encontrar películas como estas. Las cuales esbozan una relación entre un hombre y una mujer que se aleja del erotismo, de las discusiones o de los matrimonios estancados. Tal y como ella misma reseña, no se casaría con él porque perdería su libertad y su rol primordial como cocinera. La cocina es su vida, de él y de ella, y ahí reside el nexo que mantiene una sincera relación a lo largo de los años, una relación que empieza por el entrante sigue por los primeros platos, pero nunca termina con el postre.

Una vida que se convierte en un menú degustación en constante descubrimiento de nuevos sabores. Porque la vida consiste en disfrutar el proceso, a fuego lento y sin prisas, sin perder el foco mirando la meta. Porque el objetivo de cocinar no solo es alimentarse, sino disfrutar del proceso de elaboración y degustar cada paso dado, convirtiendo algo tan trivial como comer en una experiencia extraordinaria.