‘Brian the brain’, un tecno-melodrama por Miguel Ángel Martín
Fue gracias a la última película de David Cronenberg, Crímenes del Futuro, que llegué a Brian the Brain. Con todo el rollo del body horror, lo explícito de una forma tan descarado y a veces en busca de lo desagradable y la distopía oscura, entre recomendaciones salió el nombre de Miguel Ángel Martín.
Y no es para menos. Miguen Ángel Martín tiene en su haber obras que tienen la esencia del mejor de los Cronenbergs, ejemplo de ello es el título que iba buscando en un principio, Rubber Flesh. Pero, por casualidad después de esto me encontré con Brian, y claro.
Publicado en diferentes entregas desde 1990, está recogido en tres volúmenes que se corresponden con tres etapas de la vida del protagonista: infancia en Brian the Brain, adolescencia en Motorlab Monqui y, por último, la edad adulta en el cierre de la historia con Out of my Brain.
¿Qué es un tecno-melodrama?
Para situarnos en la historia, resulta que por circunstancias de la vida y los contextos chungos de cada uno, a Brian le tocó sufrir los efectos de pruebas experimentales que se realizó su madre durante el embarazo. ¿Consecuencias? Un cerebro hiper desarrollado, hasta el punto de que se ve por fuera, y una súper inteligencia muy por encima de la media.
Un niño con poderes telepáticos y el cerebro expuesto, el escenario perfecto para que se conjugue esa sensación de distopía con un trasfondo también un poco cyberpunk quizá por las sensaciones que transmite y medio tirando al nihilismo por momentos con la actitud que acaba tomando Brian. Se subtitula de hecho “un tecno-melodrama”, para que veamos un poco por donde parece ir el asunto.
Y sí, hay ecos de fondo de Cronenberg, pero es este ambiente de ciencia ficción distópica y la forma de contar ciertas cosas, donde se mezclan la putrefacción y el cinismo con la ternura que al principio es mucho más frecuente, lo que construye la esencia de la historia. Una ternura que, aunque Brian intente revivir, poco a poco se va pudriendo.
Durante la infancia de Brian la inocencia y la suavidad es mucho más evidente, todo tiene un tono que nos empuja más hacia lo bonito pero que se da de frente con lo decadente y, evidentemente, humor negro por todas partes muy bien encajado en cada momento.
Sin embargo, a pesar de esa actitud infantil positiva e inocentona Brian se acaba viendo inundado en tragedias: la muerte del cachorro que le regalan, su única amiga con cáncer, la muerte de un compañero de clase parece ser que por su culpa, una realidad en casa bastante inestable. En fin, una infinidad de cosas que parece imposible que sucedan todas a la vez pero que subrayan la diferencia, lo que hace que sea distinto y lo que irremediablemente lo separa del resto. Una acumulación de desgracias tan surrealista que está claro la intención por remarcar la soledad y las consecuencias del bicho raro.
Brian the Brain: Lo que se pudre
Aun así, entre tanto drama, el impulso vitalista se ve por ejemplo en el intento de Brian por devolver al cachorro muerto a la vida gracias a sus poderes. Un acto tierno que contrasta con el hecho de que el cachorro está de aquella manera, con las vísceras por fuera y más muerto que vivo a pesar de que aparente la vida. Su intención es mantenerlo así “hasta que se le pudra el cerebro”.
Mantener la vida a pesar de la vida un poco luchando contra la soledad y la desgracia que lo rodea. Es en cierta forma un pequeño Frankenstein más humano que todos los demás y con las mismas necesidades de comunicación. Y Brain, igual que Frankenstein -que son lo que son por obra y gracia de la ciencia-, está solo.
El cinismo y la hipocresía inundan la realidad en la que vive, y aun así, hay algo de vida que permanece con una intensidad infantil, en el mejor de los sentidos. Como si se negara a pensar que está condenado a ese asilamiento vital para siempre.
Sin embargo a medida que avanza Brian the Brain todo se va volviendo más ácido. También porque quizá es el propio Brian el que se da cuenta de cómo funcionan las cosas. Todo hasta llegar al tecno-melodrama en su máximo esplendor en el último tomo: Out of my Brain. El Brian adulto. El desencanto. La distopía que ha echado raíces y con una rutina pesada a la que se ve encadenado para poder ser funcional.
No deja de ser curioso que la superinteligencia que Brian posee por accidente acabe siendo la losa más pesada de todas y lo que lo separa de la comunicación con el resto, del entendimiento y por tanto lo aísla. Muy lejos de esa idealización donde una gran capacidad intelectual podría ser la llave para llevar una vida medianamente feliz y llena de facilidades, se encuentra una realidad muy chunga en la que lo diferente, aunque sea algo aparentemente positivo, siempre va estar marginalizado a no ser que el sistema decida ponerlo en el centro del mundo.
Pero por desgracia para Brian, sus capacidades lo sacan de la norma, el telépata superinteligente se queda al margen, completamente fuera y por lo tanto completamente solo a pesar de sus intentos por no estarlo.
Brian the Brain: Lo que sobrevive
Queda todavía en el Brian adulto un resto de vitalismo, como una pulsión lejana por engancharse a la vida, pero el cinismo se ha vuelto mucho más pesado. Esta parte final del camino, recuerda a todas esas distopias desencantadas pero también, aunque sea así de lejos, con esa actitud agotada y melancólica, al amigo Bartleby de Melville. Me atrevería decir que van casi de la mano en cuanto a perspectiva vital, aunque lo cierto es que aquí resulta imposible no acordarse de las primeras páginas de Brian the Brain en las que el niño se negaba a dejar morir a su perro. No lo sé.
En el prólogo se dice que Brian the Brain es un canto a la soledad. Un homenaje a la diferencia donde el niño monstruo a lo Frankenstein pasa de la ilusión a la desesperanza siendo por fin consciente de la realidad que lo rodea. Yo creo que es cierto, todo eso está ahí, la ciencia ficción, la putrefacción, la broma a veces; pero lo que sobresale por encima de todo es esa historia también a modo de novela de formación hasta el desengaño. Ascenso y caída. La historia de como la ternura se ve acosada por el mundo distópico en el que nos encontramos para acabar por dejarse morir.
Más que un canto a la soledad, Brian the Brain es un canto a esa ternura infantil, humana, que a veces sobrevive donde uno menos se lo espera. Como si fuera un pulso entre la sociedad y la humanidad.