Sitges 2024: ‘El baño del diablo’, la depresión en tiempos de brujas
El baño del diablo es una de las grandes películas del Festival de Sitges de este año. Dirigida por Veronika Franz y Severin Fiala, el dúo de directores tras la genial y terrorífica Goodnight Mommy, El baño del diablo se erige como una de las películas a tener en cuenta para el palmarés de este año.
El baño del diablo es un true crime, mezcla de folk horror y una pizca de torture porn. Una cinta que recuerda (mucho) a The Witch de Robert Eggers y deja un regusto a Midsommar. Pero no es un Frankenstein de esas referencias, es un todo, único, preciso y artesanal que, al igual que The Witch o Midsommar, se convertirá en todo un nuevo referente para las y los nuevos cineastas de terror.
Sí, habrá SPOILERS
El baño del diablo: el dolor de la mujer en el siglo XVIII
La película comienza con una escena tan preciosa como espeluznante en la que una mujer lanza a un bebé por una cascada espectacularmente bella. Después, la mujer confiesa el crimen y recibe un brutal castigo.
Aparece en pantalla una cita que dice algo así: “como mis problemas me dejaron cansada de esta vida, se me ocurrió cometer un asesinato”. Comienza la película:
Agnes, interpretada por la músico y cantante Anja Plaschg (Soap&Skin), que además de ofrecer una interpretación inolvidable, compone la evocadora banda sonora de la película, va a casarse con su pareja, Wolf. La vemos feliz durante el ritual de su boda. Es una mujer muy creyente, como la rural población del oscuro lugar en el que vive, y desea tener un hijo. Pero llega la noche de bodas y Wolf no está por la labor de tener hijos. En una escena anterior lo vemos borracho y tonteando con uno de los chicos más guapos del pueblo.
Así pasan los días, y todo el júbilo y alegría que mostró Agnes al comienzo de la película se vuelve desidia, hartazgo y tristeza. Se siente una desgraciada por la imposibilidad de ser madre, por sentirse culpable y mala esposa al no conseguir que su marido quiera intimar con ella y por la insoportable presión de su suegra.
Su salud se resintió, pensaron que estaba enferma de melancolía y la intentaron sanar con tratamientos demasiado rudimentarios.
Agnes escapó a casa de su familia, pero la rechazaron, ella debía estar con su marido.
Agnes, por su parte, intentaba conseguir cambiar su suerte mediante diferentes ritos con la naturaleza y rezos a su dios. Con inseguridad y miedo intentó suicidarse, pero su marido se lo impidió. Agnes no estaba segura de suicidarse porque no quería que su dios la rechazara y la enviara al infierno.
Nadie comprendía a Agnes. Nadie la escuchaba y su depresión no dejaba de crecer. Agnes no encontró otra solución para desaparecer y encontrar la paz que, asesinar a un niño, confesar su crimen, para que limpiarán sus pecados, y así poder marchar evitando la condenación eterna, ya que después de perdonar sus pecados la matarían en un ritual público de lo más terrorífico y desagradable.
El baño del diablo: más de 400 crímenes registrados
El baño del diablo se cocina lentamente, sus pasajes se suceden sin prisa entre la belleza de sus exteriores, el sonido de la naturaleza y la delicada música de Anja Plaschg. Pero poco a poco el dolor de Agnes se va convirtiendo en el nuestro, percibimos su cambio físico y mental, y duele. Su terror es nuestro terror. La belleza se torna pesadilla, y el final es absolutamente desgarrador.
En el siglo XVIII era práctica habitual suicidarse de esa manera para evitar así el castigo divino. La mayoría de estos suicidios eran de mujeres que mataban a niños para ser perdonadas por sus pecados y después castigadas con la muerte. Según nos cuenta El baño del diablo, hay más de 400 crímenes registrados entre mujeres y niños. La película está dedicada ellas y ellos.
El baño del diablo es una película desgarradora sobre cómo la salud mental era sinónimo de brujería, sobre cómo el dolor de las mujeres era considerado menos importante que el del ganado, sobre las terribles acciones que provocaba el fanatismo religioso y sobre el dolor y la muerte generada por ocultar tu orientación sexual.
Veronika Franz y Severin Fiala han realizado una película tan delicada y cuidada, como atrevida, desoladora y brutal.
Saludos furiosos.