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Guapis: ¿sexualiza realmente a niñas de 11 años?

Dada la polémica que surgió con Guapis (Maïmouna Doucouré, 2020) no he podido resistirme a verla y comprobar si, efectivamente, se objetiviza sexualmente a menores de edad con bailes fuera de tono.

Guapis: La polémica

Para aquel que no lo sepa, el drama se cernió sobre Netflix cuando sacó el cartel anunciando el estreno del filme en su plataforma. Al parecer, la foto promocional original era mucho más sutil: aparecía una calle de adoquines y, al fondo, el grupo de niñas protagonistas lanzando ropa al aire. No obstante, el servicio de streaming utilizó una imagen tremendamente sugerente de unas niñas, que en la ficción representan a jóvenes de 11 años, en posiciones sexuales.

Además de eso, la descripción de Netflix decía lo siguiente: “Amy tiene once y quiere pertenecer a un grupo de chicas de su edad que bailan sensualmente, entonces empieza a explorar la feminidad y desafiar a su familia religiosa”.

Guapis. Netflix.

Esto no era algo que Twitter fuera a dejar pasar y pronto hordas de twitteros pedían a la plataforma que retirase la película de su catálogo. Netflix pidió disculpas, retiró el cartel y cambió la descripción por lo siguiente: “Amy, de 11 años, intenta escapar de la disfunción familiar uniéndose a un grupo de baile de espíritu libre llamado “Cuties”, mientras construyen su confianza en sí mismas a través del baile”.

Muchos comenzaron a decir, no sin cierta razón, que esto había sido una estrategia de marketing para que todo el mundo hablase de la película días antes de su estreno y generase más curiosidad aún.

La propia directora, en algunas entrevistas, comenzó a decir que lo que quería trasmitir el largometraje es justamente lo contrario. Para ella es una denuncia a la hipersexualización de las preadolescentes y a los problemas que esto pueda traerles con el paso del tiempo.

¿Cómo es la película realmente?

Para empezar, es una película de una hora y media que parece que dura tres horas. Un ritmo lento, muy pocos diálogos (que no es necesariamente malo, pero en este caso considero que sí), poco desarrollo de los conflictos internos de los personajes, mucho deus ex machina y pocas cosas destacables a nivel de fotografía o BSO. En resumen: película estilo multicine de Antena 3.

En cuanto al tema que nos ocupa realmente, es cierto que la premisa, aunque poco original, es interesante. Sobre todo, plantea dos cosas muy llamativas y opuestas a día de hoy: religión asfixiante y sexualización en jóvenes.

Guapis. Netflix.

No obstante, ninguno de los dos temas se desarrolla correctamente. En casa de la protagonista, Amy (Fathia Youssouf), todos son tremendamente religiosos y su padre está en Senegal (de donde son originarios) porque va a casarse con una segunda mujer, además de su madre.

El otro conflicto es que Amy es nueva en el instituto y empieza a juntarse con un grupo de mocosas la mar de repelentes y “guays”. A pesar de que ellas la rechazan desde el primer momento, Amy sigue pico pala hasta que se mete en el grupo de baile que tienen estas niñas.

Es muy interesante ver cómo en la película explican, de manera bastante efectiva, cómo los niños aprenden ciertas cosas cada vez más rápido y cómo no llegan a entenderlas del todo. En una escena, una de las chicas coge un condón y empieza a inflarlo como si fuera un globo. Las otras la miran horrorizadas y le dicen que va a coger el sida, acaban lavándole la lengua con jabón.

¿Todo vale?

También, aunque de manera muy trasversal, se trata el tema de los “padres ausentes”, esos que les dan un móvil con conexión a internet a sus hijos y se olvidan. Algo profundamente peligroso.

Se deja claro, asimismo, que las Guapis actúan por imitación, como la inmensa mayoría de niños. En concreto, su álter ego, son unas chicas bastante más mayores que ellas que también tienen un grupo de baile y se presentan al mismo concurso.

Finalmente, es Amy la que inventa la coreografía, muy sexual, al punto de que hay momentos que parece que las niñas están manteniendo relaciones sexuales. Hay planos de sus culos innecesarios y las escenas de baile se alargan sin motivo aparente.

Los conflictos se resuelven de manera penosa. Amy va al concurso, comienzan a bailar y hay gente entre el público que las abuchea y otros que les aplauden, de repente se para en medio del escenario, comienza a llorar y sale corriendo. Después llega a su casa, decide no ir a la boda de su padre y sale a jugar a la calle con otros niños.

Conclusión

No se deja clara, en ningún momento, la visión de la directora sobre la hipersexualización de estas niñas. Muy al contrario, las escenas prolongadas de ellas en poses sexis y los planos exagerados de sus culos hacen que se piense que eso está bien. Esto pasa, precisamente, porque en la escena del concurso no hay ningún hecho fuerte que indique algún tipo de oposición férrea por parte de los adultos.

No sé si la intención real con esta película era la que cuenta la directora, de denuncia, o era simplemente que tenía una historia que sabía que estaba mal contada y necesitaba hacerse famosa de alguna otra manera.

Este tema es muy importante y muy delicado. Jugar así con la sexualización de menores debería tener consecuencias, no solo para la directora, que desde luego no ha sabido contar lo que supuestamente quería, sino también para Netflix que ha usado esto como moneda de cambio para conseguir que más gente se interese por una película mediocre.