‘Las bicicletas son para el verano’: un clásico que merece la pena ver
Uno de los primeros estrenos del mes de febrero en Filmin fue la película Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984). El largometraje es una adaptación al cine de la obra de teatro homónima de Fernando Fernán Gómez.
Las bicicletas son para el verano: La sinopsis millennial
Es una sinopsis millennial porque muchos de mi edad puede que no conozcan esta película y para los que sí la conocen es un poco absurdo hacer la sinopsis. Así que ni pa ti ni pa mí. La historia de Las bicicletas son para el verano, tiene lugar en el Madrid de justo antes de que estalle la guerra. De hecho, se va a relatar cómo fue la guerra.
Una familia acomodada, con dos hijos, niño y niña, vive en la Plaza de la Paja, en la Latina. La película empieza presentando a Gabino Diego en el papel de Luisito, el niño adolescente de la familia. Este juega en un descampado con un amigo. Se plantean la posibilidad de que haya una guerra en Madrid, a lo que el amigo de Luisito le dice que es imposible, porque las fronteras con otros países están lejos de la capital.
Solo hace falta que pasen unas semanas para que, efectivamente, la guerra llegue a la ciudad. Entonces, la familia se ve abocada a lo que todas: miseria, miedo, bombas sobre sus cabezas, racionamiento y hambre.
En medio de todo eso siguen haciendo sus vidas. La hija mayor, interpretada por Victoria Abril, se mete a actriz y se queda embarazada de un miliciano de la CNT que ha muerto durante la guerra. Luisito, por su parte, ha tenido un idilio con la chica interna que la familia tenía en casa y, a consecuencia, la han despedido.
El soniquete de la Guerra Civil
Estoy empezando a vislumbrar lo que me pasa a mí con las películas sobre este período histórico de nuestro país. El karma me la está jugando y cuanto más me quejo de la sobre-existencia de productos audiovisuales sobre la Guerra Civil, más caen ante mis ojos.
Llámalo karma o llámalo tener la estrambótica costumbre de no ver tráileres ni leer sinopsis de libros antes de consumir el producto final. ¿Por qué? Pues, chica, por mantener un poco la sorpresa y para no hacerme ideas preconcebidas que luego me jodan el tema. Así que sí, es algo con lo que vivo y sorprenderme me sorprendo.
Aclarado esto, el salvoconducto de Las bicicletas son para el verano está en que es de los años 80. Nada más qué decir. Lo cierto es que me gustó bastante. Es verdad que hay cosas que chirrían, al final el filme no deja de tener casi 40 años y, en fin, el cine ha evolucionado desde entonces y el lenguaje audiovisual también.
Probablemente tú también te sientas identificado
Aún así, Las bicicletas son para el verano me ha parecido muy enternecedora en algunos puntos, a la par que cruda y dura. Hasta me he sentido identificada y creo que todo el que la viera ahora lo haría. Por supuesto, hay que salvar las distancias entre lo que es una guerra y lo que es una pandemia, pero al inicio de la película los personajes no dejan de repetir una frase en varias ocasiones: cuando pase todo esto haremos lo que teníamos pensado, saldremos, viajaremos, recuperaremos el verano.
¿Os suena? Pues sí, chica. No estamos viviendo una guerra, pero es inevitable sentirse identificado con ese sentimiento de “a ver si esta mierda acaba ya”.
La pena, para nuestros protagonistas, es que cuando acaba la guerra la cosa sigue igual o peor para ellos, pues no son del bando vencedor. Hay una frase que me gustó especialmente, que venía a decir algo como que no ha llegado la paz, sino la victoria. El final de Las bicicletas son para el verano es muy redondo y eso se agradece. Acaba con el padre y el hijo hablando en el mismo descampado donde hace años Luisito y su amigo imaginaron (y dieron por imposible) cómo sería una guerra
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Redacción Las Furias Cultural Magazine