‘Madres. Amor y vida’: por encima de todo, incluso de una misma
Madres. Amor y vida creada por Mediaset España y Alea Media lleva a cabo una representación de la maternidad inmersa en una línea heteropatriarcal y esencialista. Abordando temas tan delicados como la anorexia, la teleserie construye unos personajes e historias cuestionables desde la perspectiva de género e incluso la psicología.
La serie emitida en Telecinco y posteriormente en Amazon Prime, aborda la maternidad en el ámbito de un hospital público. Tanto las madres de lo/as pacientes, como enfermeras y doctoras se convierten en protagonistas y al mismo tiempo personajes cargados de estereotipos.
Madres. Amor y vida: La anorexia, entre otras patologías y trastornos
En el Hospital Universitario Los Arcos, la anorexia es una de las patologías centrales. Elsa, hija de la protagonista Marián, ingresa en el hospital con un trastorno alimenticio grave. A lo largo de toda la trama, Elsa transita los altibajos de la enfermedad como en una montaña rusa, donde la madre la acompaña en todo momento. Este acompañamiento se vuelve incondicional, algo que el padre no comparte.
Belén Rueda, en el papel de Marián, posee un arco narrativo bastante negativo. Su evolución, como periodista a la vez que madre, termina por involucionar hasta dejar su trabajo para dedicarse en cuerpo y alma a su hija. Este hecho no es aleatorio, dado que la representación de maternidad que Madres. Amor y vida transmite de forma transversal se basa en la incondicionalidad y el esencialismo recogido en el leitmotiv: “Madre ante todo”.

El pasillo del hospital se vuelve su hogar, y su hija el centro de toda su vida. No obstante, la mayor carencia a la hora de construir este personaje no reside en el rol de la madre, sino en la forma de tratar la anorexia.
A pesar de que Elsa está recluida en el sector psiquiátrico, no se menciona el papel de la terapia y la psicología. La pediatra es la que trata a la joven, sin aparición alguna del/a psicólogo/a que debería estar tratándola. Un enfoque de la serie hacia un asunto de gran sensibilidad que debe ser recogido con precaución.
Las cosas por su nombre: es acoso
La doctora Olivia, interpretada por Aida Folch, es la única protagonista que no es madre. En su caso, encarna el papel de la hija adoptada, con una historia grotesca tras este hecho. La adopción se presenta como un último recurso que provoca que, además, la madre que no es biológica, no sea buena madre.
El esencialismo se lleva hasta la máxima potencia en el papel de Olivia. No obstante, el aspecto más peligroso de su papel es la relación que tiene con Simón – Alain Hernández -. Con la apariencia de una relación inmersa en el mito del amor romántico, se endulza una situación de acoso evidente. En una teleserie estrenada en 2021, se representa la canónica y patriarcal relación donde el “no”, significa “sí”.

Una persecución obsesiva se da de Simón hacia Olivia, hasta que finalmente consigue su propósito [cuidado, spoiler, aunque era un desenlace evidente]. Propósito que además evoluciona de forma brutal hasta el punto en el que Olivia es la que busca el compromiso con él, y finalmente es rechazada. Este tipo de relación romántica que da varios pasos hacia atrás en la teoría fílmica feminista, es una situación que también se traslada al ámbito cinematográfico con películas con tintes feministas como Fuimos canciones (Juana Macías, 2021).
Vientres de alquiler, una representación maniqueísta de la homosexualidad
Respecto al colectivo LGTBIQ+, se distorsiona la imagen de este a través de un cliché como son los vientres de alquiler. Es una cuestión para reflexionar desde la perspectiva de género. La única pareja de hombres homosexuales que aparece a lo largo de la primera temporada de Madres. Amor y vida se convierte en protagonista por ser compradores de un vientre de alquiler.
La mercantilización del cuerpo de la mujer en relación indivisible con la homosexualidad. La penalización de la orientación sexual que no es normativa. A pesar de mostrar una realidad aberrante que existe como son los vientres de alquiler, el tratamiento recibido en Madres es cuestionable. La representación del colectivo LGBT ha sido estereotipada a lo largo de la historia. A través de producciones cinematográficas y televisivas que asocian la homosexualidad con lo incorrecto, con lo inmoral. En la presente serie, se vuelve a envolver de narrativas negativas la imagen del colectivo homosexual. Narrativas que generan rechazo en la audiencia. Rechazo a una pareja de hombres. Rechazo al colectivo.

Una maternidad – y paternidad -, anacrónica
La consigna de “amor y vida” se sitúa como eje central y transversal de la teleserie. No obstante, el concepto de amor y de maternidad que se esbozan son totalmente anacrónicos en la época actual que acontece.
Series como Workin’ moms (CBC, 2016)o Vida perfecta (Movistar+, 2019) de Leticia Dolera, dan un salto de calidad en la representación de la maternidad. Con este tipo de producciones se deja de romantizar el hecho de ser madre, así como idealizarlo.
En Madres. Amor y vida, no solo se vuelve a mitificar la maternidad tradicional y normativa, sino que también se traslada este tipo de construcción a las relaciones afectivas de pareja. Habría que destacar el papel del personaje de Luisa, interpretada por una sobresaliente Carmen Ruiz. A través de ella, se deja entrever la idea de que quizás antes de ser madre y esposa, una debe mirar por una misma, como mujer, pero sobre todo como persona.

Por otro lado, esta representación patriarcal no solo reside en la imagen de la madre sino del padre. Hombre que se representa como inútil, infiel y despreocupado, transmitiendo una imagen de la masculinidad igualmente tradicional y peyorativa.
Amor y vida son conceptos muy amplios, fáciles de distorsionar. Pero quizás, solo quizás, sea posible ese mundo ideal que la inolvidable e imprescindible bell hooks dibujaba:
En un mundo ideal, cada uno de nosotros aprendería a amarse desde la infancia y crecería seguro de su propia valía, llevando el amor a todas partes y consiguiendo que resplandeciera nuestra propia luz. Aunque no hayamos aprendido a querernos de niños, todavía es posible la esperanza. No importa lo tenue que sea la llama, la luz del amor está siempre dentro de nosotros y espera que una chispa la encienda, que el corazón se despierte y nos traiga el primer recuerdo de cuando éramos la fuerza vital que, en la oscuridad, esperaba salir a la luz.
bell hooks: Todo sobre el amor. Nuevas perspectivas, 2000
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