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Mariana Enríquez: relatos sobre los nuevos terrores de siempre

Como planteaba Mariana Enríquez hace no mucho en una de las entrevistas dadas sobre su novela Nuestra parte de noche, el terror necesita añadir una nueva dimensión, mucho más actual. Asustar con los miedos de hoy. Pero, ¿a qué se tiene miedo hoy?

Prevenidos ya y después de haber experimentado todo tipo de sustos, después de leer y ver y jugar cientos de manifestaciones distintas de lo terrorífico, qué es lo que todavía nos puede hacer cruzar esa línea para que el miedo se imponga de nuevo sin que sea un mero artificio.

Hace poco que ha pasado Halloween y con él siempre salen a la calle todos los códigos más simbólicos del terror que se recuperan una y otra vez, ya casi convertidos en meme, en una broma tradicional que hace mucho dejaron de dar miedo por sí mismos. Sin embargo, eso no quiere decir que el terror haya desaparecido ni mucho menos.

Con Nuestra parte de noche Mariana Enríquez ganaba el premio Herralde de novela en 2019, pero antes de esto ya tenía un hueco ganado en la literatura de terror con los cuentos que había publicado recogidos en dos volúmenes de anagrama: Los peligros de fumar en la cama (2009) y Lo que perdimos en el fuego (2016). Un lugar muy bien afianzado y con marca de agua, porque la voz que había conseguido con sus relatos es algo muy propio y personal, pero que a la vez recupera los horrores clásicos y las tradiciones del terror.

Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez.
Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez.
Lo que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez.
Lo que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez.

Mariana Enríquez: terrores y nuevos monstruos de siempre

Lo que nos encontramos en los relatos de Mariana Enríquez es el terror de siempre, pero sin ser el de siempre. Trae una nueva mirada, mucho más cercana, más actual, y donde reconocemos el miedo de manera inmediata, así como el lugar del que viene y qué es lo que genera ese miedo, un lugar que está aquí, a nuestro lado y en todas partes.

El mito se entremezcla con los terrores más elementales y una vida cotidiana muy cercana a la nuestra. Con este enfoque Mariana Enríquez se acerca a lo perturbador, lo inquietante, lo que nos aterroriza, y todo ello sin perder los recorridos tradicionales.

Nos encontramos entonces con fantasmas, maldiciones, casas encantadas y toda una serie de elementos muy clásicos dentro del género, pero todo está encuadrado en un escenario actual. De ahí que sea un terror que habla también de lo social y lo cotidiano. Y si no, fijaos.

Relatos con desapariciones sin respuestas; presiones sociales que llevan a comportamientos salvajes; deseos imposibles; cultos renovados; maternidades forzadas; tecnologías que nos llevan a lo desconocido; celos; abandonos; reivindicaciones y un sin fin de tramas que podrían encajar con toda facilidad dentro de relatos enfocados hacia lo más realista. Sin embargo, quizá por esa base de realidad tan enraizada en los miedos y deseos humanos, permite la construcción del relato más terrorífico.

Se sirve así en ocasiones de tradiciones y elementos clave dentro del género para levanta un horror mucho más actual, lo que nos aterroriza hoy verdaderamente más allá de los fantasmas y las casas encantadas. De ahí que no pueda separarse de lo social o de todo aquello que nos afecta día a día. ¿Cómo va a asustarnos algo si no está en nuestra cotidianidad?

Mariana Enríquez.
Mariana Enríquez.

Un mundo mucho más oscuro

Nos metemos en mundos oscuros, absolutamente pervertidos, con ecos a veces de los creepy-pastas y nos encontramos, de repente, entre lo turbio, lo conocido y lo posible; justo por todo eso perturba.

“El mundo se ha vuelto mucho más oscuro” decía Mariana Enríquez hace poquito en una entrevista para El País, y esto lleva directamente a que no hace falta en muchas ocasiones inventar monstruos terroríficos, solo señalar lo que ya existe, poner el foco donde se debe porque la perturbación más pequeña puede teñir todo de una oscuridad absoluta. 

De ahí que sus relatos acaben generando desasosiego, ansiedad, angustia. Lejos del terror del susto, el camino que siguen sus historias muchas veces nos lleva por un trayecto que puede que podamos intuir pero poco importa, porque la angustia viene de recorrer todo ese camino.

A esto se añade los personajes perturbados y perturbadores quizá por el mundo en el que viven, y como las presiones sociales llevan a sobrepasar ciertos límites. Mención especial para los personajes que encontramos en relatos como Los peligros de fumar en la cama, ¡¿Dónde estás corazón?! o Nada de carne sobre nosotras. No tienen nada que ver entre sí pero a la vez sí, pues la mirada que nos ofrece sobre los distintos protagonistas está directamente relacionada con la realidad en la que se encuentran, las presiones o los deseos a veces imposibles. Realidades que, de entrada, nos resultan muy familiares pero contadas desde una mirada de lo tétrico y lo siniestro; vuelve lo cotidiano una amenaza.

Mariana Enríquez.
Mariana Enríquez.

Mariana Enríquez: la intimidad de los horrores  

En fin, cualquiera de los dos volúmenes de relatos funciona perfectamente para tener una de las mejores catas del terror más actual, desde la locura, las opresiones, los monstruos, las obsesiones… Un compendio en el que se combinan perfectamente la tradición con la actualidad, creando así el combo perfecto del terror de hoy y para hoy.

A todo esto se suma la forma de escribir que tiene Marina Enríquez. Se deja leer con mucha facilidad. Ágil, rápida, a veces describiendo el horror de una manera muy bella -lo que hace que tenga también casi un tono burlón de fondo en ocasiones. Pero además es concisa, con una estructura que cierra los relatos de la mejor manera y que empujan al lector hasta el final. Con un lenguaje claro, limpio y muy argentino.

Una cosa curiosa es que a veces el tono es dulce, muy suave, como el tono de los cuentacuentos, el tono preciso que se usa para contar una historia bonita a un niño y que choca frontalmente con todo el horror que se está contando.

En definitiva, voces narrativas muy bien elegidas porque es ese tono confesional de carta-cuentacuentos el que produce automáticamente la comunicación, la empatía y la conexión con el personaje. Lo que juega muy a favor de obra en el caso del terror, pues no es lo mismo ver como espectador que ir de la mano de alguien hasta la intimidad de los horrores.