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Márta Mészáros: Mujer, directora de cine y pionera feminista

En septiembre Cineteca Madrid, Filmoteca de Catalunya y Numax estrenarán una selección de los títulos más representativos de la filmografía de la prestigiosa directora húngara Márta Mészáros.

Quien se acerque por primera vez al cine de Mészáros, descubrirá la visión de una realizadora siempre comprometida a documentar los cambios de su sociedad a través de la mirada y los sentimientos de mujeres que no se dejan amedrentar por las circunstancias. También se hallará ante un cine con ecos de la Nouvelle Vague francesa, pero en el que se intuyen además las influencias de su educación en el cine soviético.

Márta Mészáros.
Márta Mészáros.

Haciendo gala de una exultante variedad de recursos cinematográficos, como cuidadas y originales perspectivas o precisos y epatantes movimientos de cámara; puede que haya dos constantes estéticas en su cine que destaquen sobre las demás: la inserción de lo real en estructuras de ficción y el mimo que atesora por los semblantes de sus carismáticos personajes.

Recientemente galardonada con el Premio de la Academia del Cine Europeo al conjunto de su carrera, Mészáros fue una de las pocas voces femeninas que se hicieron oír, con una cierta continuidad, dentro del prolífico panorama que nos ofrecieron las cinematografías de Europa del Este durante las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX. Coetánea de directoras como la checa Věra Chytilová o la francesa Agnès Varda (con quien Mészáros desarrolló una relación de amistad), esta cineasta húngara (nacida en Budapest en 1931) estudió cine en Moscú a las órdenes de grandes nombres del cine soviético, como Alexander Dovzhenko o Vsevolod Pudovkin.

Márta Mészáros, la primera mujer que ganó el Oso de Oro de Berlín 

Su debut tras las cámaras Eltávozott nap (La muchacha, 1967), la convirtió en la primera mujer que rodó un largometraje en su país. A este título (que forma parte del catálogo de películas que distribuye Lost & Found) le siguieron otros como Holdudvar (Vínculos, 1969), Szép lányok, ne sírjatok! (No lloréis preciosas, 1970) o Riddance (Desaparición, 1973).

En 1975 su película Adopción ganó el Oso de Oro del Festival de Berlín -convirtiéndola en la primera mujer galardonada con el prestigioso premio- y fue candidata al Oscar a la Mejor Película Extranjera.

De este modo, Marta Mészáros se convirtió en una presencia habitual en Festivales de Clase A como Cannes (donde, en 1977, se hizo con el Premio FIPRESCI por Nueve meses y en 1984 con el Premio Especial del Jurado por Diario para mis hijos) o San Sebastián (donde obtuvo la Concha de Plata a la Mejor Película por Como en casa, 1979).

A lo largo de la década de los 80, rueda varios títulos de época como Las herederas (1980) -protagonizada por Isabelle Huppert- o Diario para mis amores (1987). Posteriormente rueda Diario para mis padres (1990).

 Isabelle Huppert en Las herederas, de  Marta Mészáros.
Isabelle Huppert en Las herederas, de Marta Mészáros.

Todos estos films forman parte de la selección de títulos que distribuirá en cines Lost & Found, a partir de septiembre. Una serie de películas restauradas por el Instituto Nacional del Cine en Hungría y que llegarán a las salas en prístinas copias en DCPs, 2K y 4K para que el espectador actual pueda disfrutar en todo su esplendor de los rostros que pueblan la obra de esta directora que en su día fue calificada por la prestigiosa revista Film Comment como “un arsenal de recursos fílmicos”.

Márta Mészáros, recordando a una pionera inolvidable

La húngara Márta Mészáros es una de las directoras más importantes de Europa en la segunda mitad del siglo XX. Contemporánea de otras cineastas célebres de su momento con las que dialoga en temáticas, como la checa Věra Chytilová o la francesa Agnès Varda, con quien mantenía una cercana amistad y que la consideraba una de sus realizadoras preferidas. Fue la primera mujer en ganar el Oso de Oro de la Berlinale en 1975 por su filme Adopción. En apenas tres años, también se haría con el premio de la crítica internacional en Cannes (por Nueve Meses) y con la Concha de Plata de Donostia (por Como en Casa).

Nueve Meses, de  Marta Mészáros.
Nueve Meses, de Marta Mészáros.

Son solo ejemplos de un corto periodo de tiempo, Mészáros acumula muchos otros galardones. ¿Por qué entonces una directora que gozó de tal prestigio en su momento parece no ocupar la posición que se merece entre la cinefilia contemporánea? Quizá la respuesta la tenga el polaco Andrej Wajda, quien en su libro Double Visions apuntaba que “las películas que se hacen en Europa del Este parecen generar poco o ningún interés en Occidente”.

Él opina que, en un continente todavía dividido por bloques, las inquietudes de las antiguas repúblicas soviéticas y el modo de vida de sus sociedades (que Mészáros retrata con sumo cuidado y una gran capacidad crítica) no encontraban compresión en los países al otro lado del telón de acero.

Márta Mészáros: luchando contra el patriarcado desde Budapest hasta moscú

Quizá otra causa de este olvido pueda darla la propia cineasta. En conversación con la académica Catherine Portuges para la publicación Screen Memories: The Hungarian Cinema of Márta Mészáros, le explica cómo el comunismo se vanagloriaba de una igualdad entre hombres y mujeres, pero la realidad era que estas iban a la fábrica y después tenían un doble trabajo, en casa.

Márta Mészáros.
Márta Mészáros.

El patriarcado no entendía de muros. El mismo patriarcado que no le permitió estudiar cine en Budapest, por lo que acabó yendo a la universidad en Moscú. Seguramente salió ganando, pues tuvo como profesores a grandes del cine soviético como Alexander Dovzhenko o Vsevolod Pudovkin y pasó por las mismas aulas que Otar Iosseliani, Kira Muratova, Serguéi Paradzhánov, Larisa Shepitko, Aleksandr Sokúrov o Andrei Tarkovsky. En definitiva, Mészáros ha sufrido a ojos de Occidente un doble estigma, el de ser directora del este y el de ser mujer.

Siempre se esforzó por hacerse un hueco en una industria dominada por los hombres, y lo consiguió. Esta losa que la obligaba a luchar por una constante validación acabó por ser muy pesada a partir de los años noventa. Poco a poco su nombre cayó prácticamente en el olvido. Hasta la decisión del National Film Institute de Hungría de restaurar buena parte de su obra en los últimos años, lo que le unido al premio a su carrera que La Academia del Cine Europeo le concedió el año pasado, ha logrado ponerla de vuelta en el mapa.