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‘Más allá hay monstruos’, de Margaret Millar: en los márgenes de la novela negra

Con Más allá hay monstruos, perpetuamos esta fiebre negra de la que hemos sido presas en Las Furias. Su autora es Margaret Millar, otra de las más renombradas del género, y con buen motivo.

En los mapas medievales, el mundo era representado como una planicie bordeada de agua. Y en los extremos, territorio desconocido, a menudo acompañado de la leyenda “Más allá hay monstruos”.

La realidad, sin embargo, no es tan simple. Tampoco la historia de la desaparición de Robert Osborne, repleta de cabos sueltos.

Echémosle un vistazo.

Portada de Más allá hay monstruos, de Margaret Millar.
Portada de Más allá hay monstruos, de Margaret Millar.

Más allá hay monstruos: El matrimonio perfecto

A comienzos de abril de 1967, dos completos desconocidos, coinciden en un concierto de la orquesta filarmónica de Nueva York. Sentados el uno junto al otro, Robert Kirkpatrick Osborne y Devon Suellen Smith comienzan a hablar y terminan paseando a la mañana siguiente por Central Park.

Dos semanas después, contraen matrimonio y se mudan al sur de California. Ahí, Robert es dueño del rancho Yerba Buena. Casi haciendo frontera con México, la mayor parte de sus numerosas hectáreas se dedican a labores de agricultura.

Para ayudarle en la tarea, Robert cuenta con Juan Estivar. Este ejerce como capataz desde que el rancho estuvo en manos del viejo Osborne, ya muerto. Entre otras funciones, Estivar se encarga de seleccionar al personal que trabaja en el rancho, temporeros mexicanos, en su mayoría.

De modo que Robert, Devon, la familia del capataz, y los trabajadores que van y vienen en función de la estación, son los únicos habitantes en varias millas a la redonda. Lindando con la propiedad, se encuentra el Rancho Obispo, propiedad de Leo Bishop, viudo.

Y más allá… una desolación absoluta de calor y polvo.

El rancho de la muerte

En la cima de una palmera próxima, un cenzontle había empezado a cantar. Octubre no era época para ello, pero el pájaro lo hacía con estridente placer de todos modos, y el rostro de Estivar se suavizó al oírlo.

Más allá hay monstruos

Los primeros meses del matrimonio Osborne transcurren de forma plácida. Los cónyuges se profesan un cariño genuino, que compensa los rigores de la soledad del rancho.

La noche del 13 de octubre, sin embargo, el curso de los acontecimientos da un giro drástico. Después de haber cenado con su mujer, Robert sale de casa en busca de su perro, que se había escapado en el transcurso de la tarde.

Aquella es la última vez que Devon vuelve a verlo. Ernest Valenzuela es el agente de policía encargado de investigar la desaparición del joven de 24 años que, a excepción de una pronunciada miopía, estaba fuerte y sano, y llevaba una vida aparentemente feliz.

Todas las evidencias parecen a apuntar a una muerte violenta a manos de dos o más temporeros. Posteriormente, estos debieron darse a la fuga en el mismo vehículo en que llegaron al rancho por primera vez hace menos de un mes. En cuanto al cadáver, este se presupone en el fondo del río que divide los dos ranchos vecinos, aunque no hay prueba de ello.

Tras fracasar en la resolución del caso, Valenzuela dimite como policía del estado de California y se casa con Carla López, antigua empleada de los Bishop y conocida de la familia Estivar.

Un año después de la supuesta muerte de Robert, las autoridades llaman a juicio a los distintos implicados. Y es aquí donde verdaderamente comienza la historia.

Más allá hay monstruos
Más allá hay monstruos.

Más allá hay monstruos: En los márgenes de la cordura

Más allá hay monstruos transcurre, en su mayoría, en el tribunal de San Diego, juntando los distintos testimonios que ahí se prestan, como en un macabro puzle.

Una de sus piezas principales es Agnes Osborne, la madre de Robert. Ella permanece convencida de la supervivencia de su hijo, y se muestra rencorosa con los demás por no compartir su punto de vista. Sobre todo con Devon, la cual, una vez finalizado el litigio dejará de ser, oficialmente, su nuera.

En el transcurso de los últimos doce meses, la anciana ha ido acumulando todas las pertenencias de Robert, incluyendo sus gafas graduadas. Hasta el señor Ford, su abogado, considera la suya una causa perdida. Agnes, sin embargo, es extremadamente tenaz, y cuenta con sus propios planes.

A medida que van declarando los distintos testigos, va deshaciéndose una maraña en la que está enredada, también, Ruth Bishop y su supuesto suicidio. También Estivar y sus hijos, algunos de los cuales ya ni siquiera viven en el Rancho Yerba Buena.

En los viejos mapas que coleccionaba Robert cuando era adolescente, se mostraba a los monstruos en los márgenes del mundo, apartados del ser humano. Pero el mundo no es plano, y no existe ninguna linde que limite a los monstruos. Ellos están entre nosotros.

El mapa de Margaret Millar: de Kitchener a Santa Bárbara

La vida es algo que le pasa a uno mientras piensa hacer otras cosas. Lo leí en alguna parte y es como la música del piano, no se me va de la cabeza.

Más allá hay monstruos

Margaret Ellis Sturm nació en febrero de 2015 en Ontario, Canadá. Ahí cursó estudios de Filología Clásica antes de casarse con el también escritor Kenneth Millar, del que tomó su apellido. Este adoptó el pseudónimo de Ross Macdonald, con el que alcanzó la fama.

Ambos vivieron en Kitchener, el pueblo natal de ella, y después en Santa Bárbara, California. Su matrimonio, aunque truculento, demostró ser extremadamente prolífico desde el punto de vista literario.

Margaret, como su marido, era una entusiasta del género policiaco y del de misterio. Aun así, supo encontrarles las costuras y se afanó por mezclarlos con otros, así como por dotarles a sus personajes de una mayor credibilidad y profundidad psicológica. También al mundo que los rodeaba, alejándose de aquellos encantadores pero estereotipados años 40 y 50 que Hollywood se encargaba de representar.

Escribió su primera novela, The Invisible Worm, en apenas catorce días. Desde entonces, su producción literaria ascendió hasta veintisiete obras. Estas le granjearon dos premios Edgar Allan Poe a la mejor novela: el de 1956 por Beast in view, y el de 1983 por Banshee.

Bajo el título original de Beyond this point are monsters, la novela que nos ocupa fue publicada por Random House en enero 1970, para satisfacción de multitud de lectores y lectoras.

Margaret Millar, autora de, entre otras novelas, Más allá hay monstruos.
Margaret Millar, autora de, entre otras novelas, Más allá hay monstruos.

Más allá del misterio

Y es que Más allá hay monstruos no es una crónica negra al uso. El único policía que juega un papel relevante en ella, de hecho, no consigue deshacer el entuerto. En la novela, además, las intrincadas relaciones entre los personajes son tan importantes como una navaja de mariposa encontrada en un campo de calabazas o un jirón de tela en una zarza a no mucha distancia de una piscina de sangre.

Todos, empezando por Devon y terminando en Agnes, pasando por Estivar, se mueven en un intricado espectro de grises, compuesto por sus fortalezas, miedos e intereses personales (algunos de los cuales nada tienen que ver con la muerte de Robert). El resultado es una novela compleja, repleta de aristas, con más de un misterio por resolver y un sorprendente giro final.

Entre sus páginas se tratan asuntos tales como la soledad y el aislamiento, tanto de los demás como de uno mismo. También otros de índole social, como la inmigración ilegal o el tratamiento a los trabajadores agrícolas. Y de salud mental, pérdida de contacto con la realidad, alcoholismo, paranoia, etc. Y todo ello escrito por una autora que amaba el género negro pero encontró la forma de trascenderlo.

Más allá hay monstruos es una novela tan inteligente como morbosa, con ciertos componentes de thriller o, incluso, de literatura de terror. El grueso de la trama se desarrolla en un solo día, y su desenlace resulta absolutamente impredecible pese a encontrarse, literalmente, ante los ojos.

En abril de 2022, Más allá hay monstruos se editó en castellano con traducción de María Isabel Guastavino por Tres puntos ediciones, y todavía puede encontrarse en librerías, a la espera de nuevos lanzamientos en nuestro idioma de otras obras de la indispensable Margaret Millar.