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Recordando ‘Mischief’, de Charlotte Armstrong. La maestra del suspense

Mischief es el último síntoma que hemos padecido en Las Furias desde que contrajimos la fiebre negra.

Su autora es Charlotte Armstrong. Si no os suena, pondremos de nuestra parte para que no la olvidéis tan fácilmente.

Alejada del mundo criminal por el que suelen transcurrir este tipo de novelas, Mischief refleja una violencia más cotidiana, y su perpetradora no os dejará indiferentes.

Portada de Mischief, de Charlotte Armstrong.
Portada de Mischief, de Charlotte Armstrong.

Mischief: cuestiones familiares

La familia Jones viaja a Nueva York desde una ciudad pequeña. El motivo es que Peter, el marido, tiene que dar una conferencia relativa a la importante firma para la que trabaja. Lo acompañan su esposa Ruth y la hija de ambos, Bunny, de nueve años. Los tres se hospedan en el Hotel Majestic, en las habitaciones 807 y 809, conectadas entre sí por una puerta interior.

La noche del discurso de Peter, su hermana iba a quedarse al cuidado de Bunny. Pero cuando esta falla a última hora, los Jones se quedan sin baby sitter. Eddie, veterano y confiable ascensorista del hotel, ofrece a su sobrina para el trabajo.

Nell Forbes es una chica apocada, que apenas habla. Quizá si no llevase aquel horrendo vestido, tan rematadamente puritano, y despegase la vista del suelo, no daría una impresión tan patética.

Los Jones se muestran reticentes a dejarle al cuidado de su preciada hija. Pero Eddie termina ganándose su confianza. Además, tan solo se trata de unas horas, ni siquiera una noche completa. ¿Qué puede salir mal?

Asomados a la ventana

Paralelamente, Jed Towers se enfrenta a una nueva vida. En apenas unas horas, volará a la costa oeste para comenzar una nueva y exitosa andadura laboral, acorde a sus méritos.

Aun así, hay una parte de su antigua vida que planea conservar. Jed lleva un tiempo saliendo con Lyn, a la que juzga apropiada para él. Su próxima cita, por tanto, se antoja importante.

Jed llevará a Lyn a cenar y luego a alguna pista de baile. Será divertido. Hablarán y todo saldrá a pedir de boca. En el camino, sin embargo, se topan con un vagabundo pidiendo limosna. Jed no tiene tiempo para esa clase de vagos, por lo que lo despacha sin miramientos. Lyn se sorprende de su frialdad, y se desata una discusión entre ellos.

Él considera que ella tiene la cabeza llena de pájaros, y Lyn no quiere continuar una relación con un hombre tan desabrido y poco empático. Así que Jed vuelve solo al Hotel Majestic, herido en su orgullo. Su habitación es la 821, cuya ventana queda justo enfrente de la 809. Ahí, oscurecida por la luz del interior, Jed distingue una figura femenina, menuda, pero atractiva, que lo invita a ir con ella.

¡Qué demonios! Jed Towers planeaba divertirse con una chica esa noche, y parece que lo hará después de todo. ¿Y por qué no habría de hacerlo?

Charlotte Armstrong.
Charlotte Armstrong.

Mischief: por accidente

Mischief es una historia tan violenta como ingeniosa, que produce una permanente sensación de peligro: el que corre Bunny Jones en compañía de una niñera que no es en absoluto lo que aparenta.

La joven Nell tuvo que abandonar su casa de las afueras cuando esta estalló en llamas con sus padres dentro. Huérfana, pasó al cuidado de sus tíos, residentes en Nueva York. Cierto es que su sobrina puede ser algo… inestable, en ocasiones, pero ellos no pierden la fe. Este atrevimiento puede terminar costándole la vida a más de una persona en el transcurso de una sola noche, entre dos habitaciones de hotel.

Sobre esto va Mischief, en esencia. También acerca de cuánto puede cambiar alguien (o no) en tan solo unas horas. Jed Towers se encuentra atrapado, literalmente, en una situación que hace tambalear su ordenado mundo de nociones preconcebidas. Si desea salir vivo, tendrá que asumir que torres más altas que él han caído, así como aprender a preocuparse por alguien que no sea él mismo.

Y es que Mischief no es una historia de crímenes al uso. Retorcida y claustrofóbica, describe los caminos paralelos de dos personajes que se encuentran en el hueco entre dos ventanas, y los cadáveres (tanto reales como figurativos) que cargan consigo.

Porque los accidentes ocurren, ¿o no? ¿Y quién puede culpar a nadie por ellos?

El misterio de la autora olvidada

Desde que leímos La reina del crimen, de Megan Abbott, en Las Furias hemos tirado de hemeroteca en busca de autoras de género negro clásico (es decir, de entre principios y mediados del siglo pasado). Y lo cierto es que hay muchas y muy buenas. Con todo, parecen haber caído en el olvido, salvo honrosas excepciones y en círculos comparativamente pequeños.

Ya hemos repasado una novela de Vera Caspary, otra de Dorothy B. Hughes, y hasta tres de Margaret Millar. Lo que todas tienen en común es que fueron muy populares en su momento, superando a sus colegas de profesión masculinos. El tiempo, en cambio, no ha sido amable con ellas.

Christopher Fowler, novelista y ensayista inglés fallecido el pasado mes de marzo, escribió una serie de columnas en el diario The Independent tituladas Invisible ink, Tinta invisible. En ellas rescataba del anonimato a autores y autoras de mérito. En su séptima entrada (publicada en mayo de 2016), mencionó a Charlotte Armstrong. De ella dijo que debió haber sido considerada como la Maestra del Suspense, y compara su escritura con la de Ira Levin, autor de La semilla del diablo.

Entre los diversos trabajos de Armstrong, Fowler destacó Mischief, a la que definió como “una lectura de una sentada en la que el nivel febril de la tensión se eleva durante el desarrollo de una misma situación en tiempo real”.

Llegando a Mischief

Charlotte Armstrong nació el 2 de mayo de 1905, en Vulcan, Michigan. Su padre, Frank Armstrong, trabajó como ingeniero mecánico, desarrollando explosivos seguros para la explotación de minas.

Criada en un pueblo pequeño, la graduación del instituto de Charlotte (Charl, para la familia) constó de ocho estudiantes. Posteriormente, estudió dos años en la Universidad de Wisconsin, graduándose finalmente en el Barnad College de Nueva York, en 1925.

Su primer empleo como redactora fue en el New York Times, en la sección de anuncios clasificados. Como autora, comenzó en el teatro, llegando a estrenar un par de obras en Broadway, sin demasiado éxito. Esto le llevó a reconducir su carrera a las novelas de suspense. Su primera publicación fue el 1941: Lay on McDuff.

Póster de Don't Bother to Knock, el film con Marylin Monroe que adapta Mischief.
Cartel de Don’t Bother to Knock (Niebla en el alma), el film con Marylin Monroe que adapta Mischief.

Mischief: en celuloide

Diez años después, y ya consagrada como escritora, publicó Mischief de la mano de Coward-McCann, una editorial neoyorquina. La repercusión de esta obra fue tal, que en julio de 1952 se estrenó una adaptación cinematográfica dirigida por Roy Ward Baker y protagonizada por Marilyn Monroe en el papel de Nell Forbes.

Aunque considerablemente edulcorada, la película no está desprovista de mérito. Y ver a Marilyn Monroe en la pantalla plateada siempre es un placer.

Setenta y un años después, la novela puede conseguirse fácilmente en inglés, en versión digital. En físico, sin embargo, permanece descatalogada. Y en castellano nunca ha llegado a publicarse.

La única obra de Charlotte Armstrong traducida a nuestro idioma, de hecho, es Un trago de veneno, que también está completamente descatalogada.

Desde aquí no podemos dejar de recomendar su lectura y la de Mischief. Y, quién sabe, quizá podamos aportar nuestro granito de arena para devolver a su autora, y a otras muchas, al lugar que les corresponde.