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‘Tejiendo sueños’: una experiencia poética junto a Patti Smith

Tejiendo sueños es el segundo libro de la famosa rockera Patti Smith que analizamos en Las Furias Magazine. Tras habernos enamorado de su escritura con Éramos unos niños, echamos mano de la estantería y cogemos este hermoso libro publicado ocho años antes.

El primero nos cautivó por su relato sentido y honesto del comienzo de la carrera artística de Smith, así como por su valor divulgativo. Tejiendo sueños, sin embargo, embelesa por su preciosismo y provoca “una vaga y curiosa alegría”. Recordándonos que el mundo puede carecer o no de propósito, pero que en ningún caso está exento de una suerte de magia.

Tejiendo sueños, de Patti Smith.
Tejiendo sueños, de Patti Smith.

Patti Smith y el arte de tejer sueños

En 1991, Patti Smith vivía en las afueras de Detroit con su marido, Fred “Sonic” Smith, y los hijos de ambos, en una casa a orillas del lago Saint Clair. Según cuenta la propia autora, las alegrías domésticas y familiares de esta época de su vida no la habían privado de una cierta melancolía. Este sentimiento se le pronunció en la primavera de aquel año, momento en que recibió una carta de Raymond Foye, el cofundador de Hanuman Books.

Administrada desde el Chelsea Hotel de Nueva York, dicha editorial publicaba pequeños y coloridos volúmenes de personalidades ilustres de la cultura tales como Francis Picabia, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, o Bob Dylan, entre otros. Foye quiso sumar el nombre de Smith a la colección. Esta propuesta la sacó de su gris letargo, y en otoño de ese mismo año se puso manos a la obra.

El resultado fue Tejiendo sueños, un libro que podría considerarse como unas breves memorias o de relatos cortos, pero que es mucho más. Escrito en prosa poética, constituye una auténtica obra de arte, un paseo por algunos de los recuerdos más preciados de su autora, acompañados por diversas fotografías de su archivo personal.

Tejiendo sueños: una labor nostálgica

Allí hacía yo guardia, alerta a lo pequeño, que bajo la mirada atenta fácilmente se volvía monstruoso y bello.

Tejiendo sueños.

Encontrar un libro nuevo que te encanta y pasa a estar entre tus favoritos es una sensación como pocas. Eso me ocurrió a mí con Tejiendo sueños. Además, sentí la necesidad de propagar el virus, y menos de una semana después de haberlo terminado de leer, ya se lo había regalado a cinco personas.

Y es que se trata de una obra genuinamente bonita, sin adornos innecesarios o fruslerías. Una labor de cariño, que convierte en mágico lo cotidiano. Las palabras de Smith son como plantas trepadoras, hiedras y campanillas indómitas en las que, aquí y allá, anidan verdades como palomas, tan profundas y sencillas que resulta imposible no empatizar con ellas.

A lo largo de catorce capítulos, Smith describe una serie de momentos definitorios de su vida hasta el momento, con la nostalgia como tema central. Nostalgia de su niñez, sobre todo, y de los lugares por los que transcurrió, aparentemente anodinos, pero donde comenzó a fraguarse su sobresaliente y prolífica imaginación. Este hecho convierte a unos simples recolectores de lana en seres feéricos, a un viejo vendedor de cebos de pesca en una especie de profeta, y a un campo de yerbajos en un auténtico país de Nunca Jamás.

Y nostalgia, también, por la vida cosmopolita que Patti Smith llevó en Nueva York, cuando residía en la calle McDougal. La de los cafés y tugurios que frecuentaba en el Greenwich Village y el Soho de Manhattan, repletos de músicos, poetas y demás artistas que proliferaron durante aquellos feroces años 70.

Patti Smith en su apartamento neoyorquino en los años sesenta. Tejiendo sueños.
Patti Smith en su apartamento neoyorquino en los años sesenta. Tejiendo sueños.

Lazos humanos: Patti Smith y su familia

Tejiendo sueños está dedicado a Grant Smith, el padre de la escritora. Y la presencia de este se hace notar a lo largo del libro, estoico, poco propenso a elogios, pero ampliamente querido por su familia.

La madre de Patti, Beverly Smith, también juega un papel importante en la obra. No en vano, le inculcó su espiritualidad a su hija mayor, enseñándola a comunicarse con Dios. Pese a haberse vuelto rabiosamente antireligiosa, Smith conserva su creencia en un ser superior, benévolo y misericordioso, “en continuo movimiento, como estrellas líquidas”. Compartamos o no los/as lectores/as esta noción, no deja de ser demoledoramente conmovedora, máxime vista a través de los ojos una niña.

Sus tres hermanos pequeños (dos chicas y un chico) completan el elenco de protagonistas. El amor que le une a ellos se transmite en las páginas del libro hasta doler. Especialmente el que siente hacia Kimberly, su sonrisa recién nacida y sus ojos azules, a la cual dedicó una canción en su álbum más conocido: Horses.

Tejiendo sueños tiene cualidades plásticas, y sus texturas y colores recuerdan más a un collage de Hannah Höch o a una caja de Joseph Cornell que a una obra literaria. Utilizando todos estos materiales, Smith teje un manto sorprendentemente uniforme, salvaje, místico, humano… salpicado por una fina lluvia de tristeza, pero vitalista a fin de cuentas.

Tejiendo sueños: Recolectando lana

Y deambulaba entre ellos, a través de abrojos y espinos, sin otra tarea más extraordinaria que rescatar un pensamiento fugaz del peine del viento, como un penacho de algodón.

Tejiendo sueños.

Bajo el título original de Woolgathering (Recolección de lana, en español) vio la luz en 1992 con el número 45 de la ya mencionada colección de Hanuman Books. Pese a haberse redactado después, le cedió el número 46 a Painting and Guns, de William Burroughs, por la fijación de este con el número 23 y sus múltiplos.

En años posteriores tuvo varias reediciones, entre ellas una en 2011 por New Directions. Esta editorial fue la misma que publicó la edición de Iluminaciones de Arthur Rimbaud que enganchó de por vida a Patti Smith a dicho poeta, cuando ella era apenas una adolescente.

En España fue lanzada en septiembre de 2021 y todavía puede conseguirse fácilmente (como atestigua el pequeño agujero reciente de mi bolsillo). La foto de Patti Smith que aparece en la portada es la misma que guardaba su padre en la cartera en el momento de morir, lo cual la hace especialmente enternecedora y apropiada.