‘Mort’, la muerte según Terry Pratchett
Terry Pratchett es probablemente uno de los grandes dioses de la fantasía, aunque no fue tan reconocido en su momento como otros autores del género, quizá por el particular enfoque que presenta en sus historias.
Lejos de la solemnidad de las grandes sagas fantástica y de lecturas intensas, Pratchett se mete en la fantasía con la ligereza de un niño que imagina que sus juguetes hablan y olvida la pesadez oscura de la imagenería medieval.
¡Bienvenidos a Mundodisco!
El mundo que construye es enorme. Digno de los mejores sueños infantiles en el que se entrelazan historias de manera continua. Las posibilidades son múltiples si vienen de un lugar como el ya mítico Mundodisco. La misma esencia de Mundodisco ya parecería una broma ante aquel que espera los grandes lugares revestidos de solemnidad: cuatro elefantes subidos sobre el caparazón de una tortuga espacial, masiva, el Gran A’Tuin, se mueven por los confines del espacio cargando sobre sobre ellos un disco que se desborda en sus límites. Eso es el Mundodisco.
En un lugar así, donde todo parece estar permitido y la magia sorprende con cada acontecimiento, no podía faltar la Muerte. La Muerte aparece desde el volumen inicial El color de la magia. Sin embargo, es en Mort donde conocemos realmente su arco narrativo. Con un arco propio y con historias, como El Segador, en los que toma incluso la voz del narrador, la Muerte se convierte en un personaje más, y lo hace de una forma muy distinta a cómo suele aparecer en otras ficciones. Principalmente porque le pasan cosas. Qué simple y qué básico para un personaje, pero qué difícil que ese personaje se la Muerte.
¿Cuáles son esas cosas?
Partamos de que la Muerte de repente es patética. Está cansada de su trabajo, aburrida, gestiona mal la relación con su hija adolescente, Ysabell, y está inevitablemente condenada a una eternidad que perpetúa todo esto.
Es esta situación la que la lleva a buscar un aprendiz, el pobre Mort, al que parece que no se le da nada bien. Casualidades de la vida, la Muerte coincide con él y decide que, por qué no, será su aprendiz. Y sin saber muy bien dónde se mete, Mort dice que sí.
Pues ya estaría servido el drama, y el chiste también. Porque tampoco parece que Mort sea muy bueno para el puesto y se carga a quien no debe desatando un caos en el espacio tiempo de Mundodisco. Mientras, la pobre Muerte, en su retiro espiritual, se lamenta y se quiebra la cabeza con planteamientos existenciales intentando dar, después de una muy larga etapa de cansancio vital, con el sentido de la vida. A partir de este momento, drama, chiste y lío. Cosas de la vida, más que de la muerte.
La MUERTE imponente
Si ya de por sí la comedia está a la orden del día en todo Mundodisco, con Mort, Terry Pratchett se pone las botas. El humor negro campa a sus anchas.
Es cierto que la literatura ha afrontado la muerte desde muchas perspectivas. Y el humor negro nunca ha estado lejos. Esto acaba sucediendo precisamente porque la humaniza, la vuelve real y quizá, con toda esa solemnidad también propia de los tochos fantásticos, lo único que se consiga sea alejarla y aumentar un miedo que, si bien no está ausente en el enfoque más cómico, no se convierte en el único protagonista.
Echando un vistazo general, la Muerte ha sido representada de muchas formas. En las fábulas o cuentos acaba siendo una alegoría, por ejemplo. O en el cómic, con más tendencia a dar cuerpo a estas entidades, encontramos otra de las representaciones “humanas” más famosas de la ficción, la Muerte de Sandman (Neil Gaiman). Ganó tal relevancia como personaje que tiene su propia historia separada de la trama principal. Sin embargo, aunque aquí sea bastante más cercana y “empatizable” que estas alegorías o versiones para asustar, sigue estando en un lugar lejos de lo humano.
En la literatura, incluso en aquellas creaciones donde el humor está más presente, como en el absurdo, sigue dejando esa mueca fría en uno. Sin ir más lejos, el reciente del absurdo japonés de Shiro Maeda ¿no queda nadie vivo? se acerca a la muerte con una perspectiva bastante cómica, aunque es cierto que en este caso no se representa físicamente. El chiste está presente y sin embargo, la idea de la muerte no deja de mantenerse en esa realidad lejana de lo mundano. Una realidad metafísica que amenaza nuestro equilibro con más o menos intento de comedia.
La muerte no deja de ser La Muerte, así, en mayúsculas, imponente, aunque esté rodeada de absurdo. También rodeada, más allá de lo horrible, de lo más bello, como en esa mujer hermosa que es la manifestación humana de la parca en La dama del alba de Casona. La belleza del horror, lo importante, lo temible. Y con todo esto arrasa Terry Pratchett en Mundodisco.
La muerte patética
Humor negro, como decíamos, pero hay algo más allá de ese humor negro que consigue rebajar a la figura metafísica e inalcanzable de la Muerte: lo patético.
Esto, ya sea por las imágenes que nos genera, o por cómo se acontecen algunos hechos, puede llevar a otras representaciones similares. Pensemos, por ejemplo, aunque parezca algo totalmente lejano y sin mucha lógica, en la muerte en los slasher. En los últimos años, quizá por el punto de inflexión que supuso la película de Wes Craven, Scream, muchas veces acaban cayendo, deliberadamente, en el patetismo más absurdo. Acaba hecho meme. El Ghostface de Scream es el cine de terror hecho meme; y, curiosamente, se parece bastante, salvando las distancias, a la representación que se hace de la muerte en Mort. Calavera, ojos vacíos, túnica negra. Una imagen, por cierto, muy de muerte y totalmente deliberada, adoptada por la propia Muerte porque, tal y como le asegura a Mort, “los huesos no son necesarios”.
Esta similitud, al fin y al cabo, no es tan descabellada. Lo que pretendía Wes Craven con Scream también estaba lejos de la solemnidad terrorífica del cine de terror. Se acerca más a lo grotesco, la comedia, no deja de ser una gran ironía llena de situaciones que más que asustar, hacen gracia.
Pero más allá de la imagen, también el comportamiento de la Muerte acaba cayendo en el patetismo. Para empezar, su propia situación, cansada de su trabajo y sin saber como lidiar con su hija adolescente. A esto se une las escenas en las que se encuentra. Diálogos relativamente trascendentales mezclados con la cotidianidad más pura, como esa Muerte que mientras habla con Mort pincha con sus huesudos dedos un huevo relleno y se lo se lo lleva a la boca. Jamás se nos habría ocurrido pensarla, por más comedia que se metiera en una historia, haciendo todas aquellas cosas que hacemos los mortales, alejarla de su plano inalcanzable, para ponerla a comer o beber mientras se lamenta.
Que la Muerte sea un personaje tragicómico juega en favor de convertirla en algo verdaderamente complejo, más humana que nunca.
Y es que en Mort la Muerte está muy viva. Forma parte de la vida. No es un chiste sin más. Se mundaniza, se humaniza y si parece una broma tal vez sea porque la realidad en que vivimos se acerca más a un chiste malo que a la solemnidad literaria.
El meme perpetuo
Quizá porque Ghostface se metió muy fuertemente en el imaginario colectivo, o quizá por la misma comedia que rompe con la seriedad y lleva a representaciones similares, pero la semejanza, sobre todo a la hora de los enfrentamientos, se me hacía inevitable. Como esa batalla final, donde el fin de la vida se ridiculiza al máximo, la importancia del acto de morir se desvanece y los enfrentamientos acaban con la elegancia de una patada en los huevos. Todo esto sabiendo la trayectoria de la pobre Muerte que sufre a su hija y a su trabajo y que se ha quebrado la cabeza buscando el sentido de la vida. El chiste se hace solo.
No somos héroes épicos, basta mirar a nuestro alrededor. La ridiculez y el patetismo están a la orden del día. Somos un continuo meme. Y en eso se convierte la muerte de Mundodisco.
Patetismo y comedia. Lo más humano posible. Lejos de hechos heroicos y solemnes. Terry Pratchett elige bien sus palabras y crea un mundo tan absurdo y cómico, como maravilloso, donde, a pesar de la muerte, solo la risa permanece durante toda la eternidad del Mundodisco. Una completa voladura de cabeza que, desbaratando tópicos y realidades, se acerca más que nunca al meme continuo que es la realidad.