‘Pulp’: las tres muertes de Max Winters

El día 22 de julio, Panini Comics lanzó Pulp, el último cómic auto conclusivo del prolífico binomio compuesto por Ed Brubaker y Sean Phillips.

Publicado originalmente por Image Comics, cuenta una historia sencilla que encandila desde la primera página, mezclando el western con el género negro y la ficción histórica.

Nos disponemos a cabalgar desde la Wyoming de la última década del siglo XIX hasta la Nueva York de 1939, cuando el mundo aprendía a temer la figura de un tal Adolf Hitler.

No sé si os suena.

El pistolero escritor

Max Winters tuvo su primer escarceo con la muerte a los veinte años, mientras apacentaba al ganado junto a su hermano y a Spike, un amigo de ambos. Entonces, unos pistoleros a sueldo fueron a quemar sus tierras en nombre de alguno de los barones que se repartían el territorio.

Mientras huían a caballo, Max y su hermano fueron disparados por la espalda. El primero logró sobrevivir con tan uno una cicatriz junto a su hombro derecho. El segundo, sin embargo, no tuvo tanta suerte.

Es así como empezó la carrera de Max y Spike como forajidos, robando a aquellos que más tenían y que no habían derramado ni una gota de sudor para conseguirlo. Perseguido por la ley, Winters tomó el sobrenombre de Red Rock Kid, en honor a la camisa roja con que realizaba sus arriesgados golpes.

Casi cinco décadas después, el que fuera una especie de Robin Hood del lejano oeste malvive en la tumultuosa Nueva York. Para subsistir escribe historias de vaqueros en Six Gun Western, una revista pulp. Su personaje más conocido es Red River Kid, un doble mal disimulado de su yo juvenil.

Pulp de Ed Brubaker y Sean Phillips
Pulp de Ed Brubaker y Sean Phillips.

Pero la ficción no paga bien, y el viejo vaquero se ve obligado a rogarle a su editor por un puñado de dólares. La desesperación lo corroe.

Entre tanto, la influencia el partido nazi se extiende más allá de Europa. La German-American Bund se ha instalado en el mismo corazón de Nueva York. Todas las semanas envían a Alemania un barco con cajas de dinero para secundar la marcha del Führer.

Max Winters observa esto consternado. «El mundo pertenece a los monstruos», piensa.

¿Qué hubiera hecho Red Rock Kid en esa situación?

El último rodeo

Pulp es un tebeo de apenas 80 páginas que se disfruta como algunas de las mejores historias de su género.

En él, seguimos a su protagonista mientras lidia con la pobreza y la vejez en un mundo que ya no comprende. Al mismo tiempo, nos ponemos al corriente de su pasado mediante las historias que escribe, de inspiración autobiográfica.

Su último nexo con el presente es Rosa, la mujer mexicana con la que vive. Max desea darle una vida mejor, pero una cosa está clara: no va a poder hacerlo con literatura pulp. Y como el que tuvo retuvo, Winterns vuelve por sus fueros e intenta dar un último golpe… aun a costa de su salud.

Para ello cuenta con un aliado insospechado. Jeremiah Goldman es un antiguo miembro de la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton que intentó apresar a Red Rock Kid en su momento. Ahora, sin embargo, anda tras la pista de la German-American Bund. Porque el mundo pertenece a los monstruos, sí, pero no debería.

Red Rock Kid en Pulp de Ed Brubaker y Sean Phillips.
Red Rock Kid en Pulp de Ed Brubaker y Sean Phillips.

Historias de folletín

Pulp no es la primera colaboración de Ed Brubaker y Sean Phillips.

La primera vez que trabajaron juntos fue para el sello editorial Vertigo (del que ya hemos hablado en múltiples ocasiones), en La escena del crimen. Posteriormente, hicieron de las suyas en Batman noir, Gotham central, y las series regulares de Batman y Catwoman, por mencionar algunos ejemplos.

Una vez alcanzada una cierta notoriedad en el cómic meanstream (tanto juntos como por separado), continuaron estableciéndose como uno de los mejores dúos de guionista y dibujante, también en la escena independiente.

Suyos son títulos tales como Fatale, The fade out, o Kill or be killed, que seguramente repasaremos tarde o temprano.

Pulp, sin embargo, destaca sobre estas historias por su amor hacia las épocas sobre las que versa, así como a la literatura de folletín que tanto ha servido de inspiración para la ficción moderna, tanto en cómic como en prosa o cine.