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‘Sirat’: la resistencia solo quiere bailar

Hablar de Sirat. Trance en el desierto (2025), la nueva película del director y guionista Oliver Laxe, no es tarea sencilla. Es la ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2025; con eso ya decimos mucho. También podríamos comentar la atmósfera única y eléctrica que consigue crear a través de ese sonido hipnótico, o de la cuidada fotografía con ese plomizo aire del desierto que casi se puede masticar desde el otro lado de la pantalla.

A lo mejor también podríamos hablar sobre las siempre brillantes interpretaciones del genio vilanoví Sergi López o del elenco de actrices y actores naturales que le acompañan en ese camino de trance por el desierto. Pero lo cierto es que la película Sirat se merece más que una crítica al uso, mucho más que un sota, caballo y rey del manual de seudocríticos pedantes como yo.

Póster de Sirat.

Sirat: el camino que conecta el infierno con el paraíso

Sirat es una película hecha para trascender. Posiblemente, estemos ante una de las obras artísticas contemporáneas que mejor refleja la decadencia del mundo moderno, el agotamiento de un sistema que ya no se sostiene y que exprime a sus esclavos del mouse hasta dejarlos exhaustos y completamente perdidos, sin dirección. Casi nadie sabe hacia donde se dirige o cuál es el sentido de su actividad cotidiana. La vida pasa en una suma de días casi idénticos, en los que no pasa nada que no vomite una pantalla.

Y decidimos no pensar, no mirar hacia dentro, no buscar las causas del agotamiento que nos consume, nos fustra, nos enfada. ¿Qué otra cosa podemos hacer? ¿Cómo encontrar la salida en esta espiral que no para ni un segundo? ¿Cómo escapar de la trituradora del tiempo muerto?

Sirat, de Oliver Laxe: bailar para sentirse vivo

En la era de la basura, del consumo de experiencias de catálogo, de los muros en las fronteras, de los líderes de la polarización, de la decadencia de la clase política y de las cloacas del Estado, se impone como una losa la soledad, el aislamiento y la tristeza del ser humano más conectado de la historia. Sirat muestra esas heridas que tratamos de ocultar, pero que de alguna forma son compartidas y nos conectan más que cualquier novedoso sistema de inteligencia artificial. Las heridas compartidas sanan mejor y más rápido; a lo mejor solo hay que andar el camino juntos.

Bruno Núñez Arjona y Sergi López en Sirat.
Bruno Núñez Arjona y Sergi López en Sirat.

En toda esa cuadrícula perfectamente dibujada que pretende ser el sistema actual, surge el desorden más bello y necesario a través del movimiento rave, un fenómeno cultural y musical que confronta las normas sociales establecidas. Aunque surgió en la década de los ochenta, con el techno, house, trance, drum & bass o acid house en el centro de la fiesta, descubrimos gracias a Sirat, que hay mucho más dentro de este movimiento de lo que pudiera parecer a simple vista o bajo el prisma de los medios de comunicación masivos.

El movimiento rave es, cada vez más, una respuesta a un sistema asfixiante; un movimiento con valores que posiblemente compartas. La resistencia solo quiere bailar en un ir y venir de cuerpos que se convierten en un único movimiento. Un espacio amigo en el que mostrar las heridas sin juicios ni restricciones.

Soñar que es posible

Si una rave es una experiencia tan colectiva como personal, Sirat consigue que te sumerjas en ese trance acompasado del grupo, al mismo tiempo que te invita a la introspección, a mirar hacia el interior, a abrir un poco esa herida. Naturaleza, cuerpos, movimiento, dolor y algo de felicidad. La vida de verdad, sin anestesias ni paternalismos.

Sirat nos ayuda a abrir la percepción más allá del yo permanente en el que estamos instalados. Nos empuja a fugarnos del sistema o, al menos, a soñar con que es posible. Y lo hace sin éxtasis químicos, tan solo con la sobriedad absoluta de la verdad, con la firme convicción de que en las rocas el camino puede ser más cómodo, más fácil de caminar, si entiendes que solo ahí es donde puedes huir de las minas.

Sirat.
Sirat.

Sirat: la película antialgoritmo

Se ha dicho de Sirat que es la película antialgoritmo porque no sigue ninguno de los patrones de éxito que define la máquina para que una historia sea capaz de llenar las salas o reventar los visionados de las plataformas. Y es que esta película, precisamente, desactiva la necesidad de evasión superflua y constante en la que vivimos para que pongamos el foco en lo que pasa cuando la luz del móvil (con todos sus mecanismos de captación de la atención) se apaga.

Como decíamos al principio, Sirat no se deja explicar, pero retumba en el pecho y en los oídos con el martilleo de una pregunta: ¿qué pasa si dejamos de correr y empezamos a bailar? En un baile libre, colectivo y elegido. Quizá debamos dejar de pensar y bailar como malditos para recuperar nuestra propia existencia.