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‘Una bonita mañana’, de Mia Hansen-Løve: un retrato de la vida tan real como doloroso

Una bonita mañana es la nueva película de Mia Hansen-Løve, la genial directora francesa de películas tan estimulantes como El porvenir o La isla de Bergman. Este viernes llega a los cines de la mano de Elastica Films.

Una bonita mañana es una maravillosa cinta que, como suele ocurrir con el cine de su directora, tiene mucho de autobiográfico. Si en El porvenir, Mia Hansen-Løve retrataba a su madre, en Una bonita mañana nos habla de su padre, pero en este caso, desde la mirada de su hija.

Algo que también comparte con El porvenir, es que su historia nos muestra la vida de una mujer en soledad. Y esa mujer no es otra que la excelente actriz Léa Seydoux, alter ego de Mia Hansen-Løve en la película.

Póster de Una bonita mañana.
Póster de Una bonita mañana.

Una bonita mañana: cuando el encuentro y la pérdida se dan la mano

La película nos cuenta la historia de Sandra (Léa Seydoux), una mujer que vive con su hija de ocho años y que visita asiduamente a su padre (Pascal Greggory), que padece una terrible enfermedad neurodegenerativa.

Ella y su familia se encuentran de cara con los problemas sociales, burocráticos y económicos, que supone la búsqueda de un lugar en el que puedan alojar y asistir a su padre como merece.

Las residencias más asequibles, o están en barrios desfavorecidos, tienen plazas temporales, o sus servicios son escasos en todos los sentidos. Sandra acompañará a su padre por todos esos lugares, aceptando que él muchas veces ni siquiera la reconoce.

Un día, se encuentra por la calle con Clément (Melvil Poupaud), un viejo amigo que hacía mucho que no veía. Desde ese momento, entre ellos se despertará algo que alguna vez sintieron, pero hay un problema, Clément está casado y tiene una familia…

En Una bonita mañana, Sandra no solo encuentra a Clément, también encuentra algo que hacía mucho tiempo que dio por perdido, el amor. Pero cuanto más profundiza en ese sentimiento, la pérdida de su padre se hace más latente. Su enfermedad avanza sin que haya nada que la frene.

La nueva película de Mia Hansen-Løve nos deja ver un episodio de la vida de Sandra en el que, aun sabiendo que cada día sale el sol, muchas veces parece que no sea así, la vida se encarga de ocultarlo y de recordarle que todo es efímero, que nada permanece y que no hay nada seguro.

Pascal Geggory y Léa Seydoux en Una bonita mañana.
Pascal Geggory y Léa Seydoux en Una bonita mañana.

Una bonita mañana: la resignación, el cansancio y la vida

Desde la calma y la contemplación, el film nos transporta a lugares de la vida completamente reconocibles. Nos lleva a esos momentos en los que creemos que no hay salida, que el destino ya está escrito, que tan solo podemos vivir la vida en piloto automático.

Cuando ya te has caído y levantado más de una vez, empiezas a reconocer tu lugar en el mundo, al menos eso crees. Cada caída mata alguna ilusión, alguna esperanza, algún sueño que ya nunca se hará realidad. El paso de los años te hace más débil, estás más cansada y todo comienza a dejar de sorprenderte.

Vives desde un lugar en el que a veces sientes verte desde fuera. Vives con miedo a volver a caerte, sin ganas de tener que volver a levantarte. Vives desde la resignación.

En Una bonita mañana, Sandra vive desde ese lugar. Cuida a su hija y aguanta los embates que recibe por los continuos desprecios y desconsideraciones de una niña de ocho años, que se encuentra tan sola como ella y tan solo quiere llamar la atención.

Lucha por encontrar un lugar para un padre al que muchas veces tiene que recordar que es su hija. Tiene que recordar que está allí. Con él. Hasta que se da cuenta de que da igual. De que no hace falta que le recuerde nada. Su padre se ha perdido entre los oscuros rincones del Síndrome de Benson.

Pero hay algo que le hace despertar esa ilusión dormida, eso que da sentido a la vida. El amor.

Léa Seydoux y Melvil Poupad en Una bonita mañana.
Léa Seydoux y Melvil Poupad en Una bonita mañana.

Léa Seydoux y su capacidad para transformarlo todo en verdad

Sandra vive con amor. El que siente por su hija o el que siente por su padre. Pero es un amor que pocas veces siente correspondido, en un caso, por todo lo que implica la etapa de desarrollo que vive su hija, en otro, por la enfermedad que le ha robado a su padre.

Cuando se reencuentra con Clément, revive lo que significa sentirse querida. Su autoestima comienza a alimentarse de esas emociones ya perdidas. Porque tan importante como sentir amor es recibirlo, es sentirse querida y amada.

Sandra consigue ese aliciente vital que le hace poder quitar el piloto automático y coger el volante de su vida. Una vida que nunca es fácil ni sencilla. Como el amor de Clément. Como cualquier amor.

Ella sabe que él tiene pareja, él sabe lo que significa para Sandra darle otra oportunidad al amor. En sus manos está la posibilidad de, como si fuera una bola de arcilla, darle una bonita y bella forma a lo que comparten, o dejar que el conformismo la disuelva y la haga desaparecer.

Desde la naturalidad más absoluta, Léa Seadoux pasa por todas las emociones y vivencia todos los sentimientos de su Sandra. Hace eso que tan bien sabe hacer y que nos ha dejado con la boca abierta tantas veces. Darle forma a la verdad. Ser Sandra Kienzler.

Melvil Poupaud también está genial como Clément. Hace poco pudimos disfrutar de su talento en la serie Ovnis, y en Una bonita mañana, aunque prácticamente compartan el mismo oficio (en la película su personaje es cosmoquímico y en Ovnis era astrofísico), ofrece un personaje muy diferente al visto en la divertida serie.

Pascal Geggory y Léa Seydoux en Una bonita mañana.
Una bonita mañana.

Una bonita mañana: una película que te conecta con aquello que te hace humano

La nueva película de Mia Hansen-Løve vuelve a demostrar que su talento no tiene pinta de agotarse. Que su capacidad para contar historias que nos toquen y nos hagan reflexionar, es tan poderosa como la pluma de sus guiones a la hora de crear personajes de carne y hueso.

Una bonita mañana se estrena este viernes y se convierte en una de las mejores opciones para ir al cine y recordar que estamos vivos y vivas, que podemos seguir cayéndonos y levantándonos, porque a la vuelta de la esquina pueden haber días mejores y porque para ganarle la partida a la vida, hay que vivirla.

Saludos furiosos.