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‘Vortex’, la nueva película de Gaspar Noé, Mejor Película de la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián

Ayer se puso el broche final a la 69ª edición del Festival de San Sebastián con el anuncio del palmarés completo. Vortex de Gaspar Noé, distribuida por Filmin, se ha alzado con el Premio a la Mejor Película de la sección Zabaltegi-Tabakalera, que ha sido otorgado por el jurado formado por Sergio Oksman, Mirian Heard y Elena López Riera.

Zabaltegi-Tabakalera es la sección competitiva más heterogénea del festival, y da cabida al cine más arriesgado y diferente.

El director franco-argentino Gaspar Noé, conocido por su espíritu provocador y frenético en Irreversible o Clímax, firma ahora su película más personal y conmovedora. Vortex es una radiografía de la vejez y la demencia que cuenta la historia de dos octogenarios, interpretados por Françoise Lebrun y el cineasta Dario Argento, en el ocaso de sus días. 

Yo mismo he pasado situaciones muy parecidas a las que muestro en la película con mi propia madre”, cuenta Noé. “Cuando ella murió en mis manos, mi percepción de lo que era real y lo que no cambió. Además, a principios de 2020 sufrí una grave hemorragia cerebral con un 10% de posibilidades de sobrevivir. Pero aquí estoy.

La película, que tuvo su premiere mundial en el pasado Festival de Cannes, llegará a los cines españoles en 2022 y más tarde al catálogo Filmin.

Vortex, el envejecimiento y la degeneración

Muchos cineastas han tratado de mostrar la degeneración del cerebro asociada con la edad y el envejecimiento. En particular podemos citar recientemente a Florian Zeller y su sublime El padre. Brillante por sus efectos de guion que le habrán valido el Oscar al mejor guion, y el de mejor actor para Anthony Hopkins. Haciéndonos entrar en la cabeza de este hombre, que paulatinamente perdió toda referencia. 

La película se colocó en un registro patético, buscando conmover al espectador. Sin embargo, Gaspar Noé por su parte, emprende con Vortex un proyecto cinematográfico que rechaza la compasión y los efectos estilísticos. Aquí nos ofrece una obra cuasi-documental. 

Al comienzo de la película, nos encontramos con una pareja al final de su vida, que lucha en silencio contra la angustia de perder la autonomía física y mental, contra la del “descarrilamiento”.

Si pensamos en la trama de esta película, es inevitable no pensar en Love de Michael Haneke. Pero Gaspar Noé, a diferencia del cineasta austriaco, priva a su película de crueldad y busca mucho menos representar el turbio choque de la muerte.

Sigue en tiempo real la agonía casi irónica de un viejo crítico de cine encarnado por el célebre cineasta del giallo italiano, Dario Argento, trabajando en un escrito que trata sobre la relación entre el cine y el inconsciente, y el de una ex psiquiatra interpretada por Françoise Lebrun. Actriz principal en las películas de Jean Eustache, conocida por uno de los monólogos más bellos de la historia. de cine en La madre y la puta, aquí casi en silencio, cuya mirada vacilante pide ayuda.

Dario Argento y Françoise Lebrun en Vortex.
Dario Argento y Françoise Lebrun en Vortex.

Un torbellino mortal 

Vortex abre con sus créditos finales, como si el resultado fuera presagiado incluso antes de que comience la historia. La pantalla, al comienzo de la película, es compartida por los dos personajes brindando por su amor. 

Luego, muy rápidamente, interviene la pantalla partida separando a la pareja. Como para entender mejor el retiro de la soledad en un espacio por común que sea. 

El cineasta argentino no busca aquí contarnos una historia, sino simplemente mostrarnos a una pareja de ancianos que paulatinamente se pierden en el abismo de la muerte segura. Vagando por los pasillos de su apartamento completamente revuelto. Invocando meticulosamente todo lo que pudo ser su vida a través de carteles, libros de cine, o DVDs. Pero también carteles activistas de mayo del 68 o incluso folletos feministas por el aborto.

A esta pareja se suma rápidamente el hijo, un ex drogadicto interpretado por Alex Lutz. Un irresponsable que intenta convencer a sus padres para que se dejen atender en una clínica.

Alex Lutz presentando Vortex en Cannes.
Alex Lutz presentando Vortex en Cannes.

La muerte, por tanto, es inevitable. Tendrá lugar en el espectáculo diario del apartamento parisino de la pareja, que se ha convertido en una muerte insoportable.  

El menos Noé de Gaspar Noé

Gaspar Noé opta con su película por abandonar sus efectos estilísticos psicodélicos, en favor de una puesta en escena más sobria, más cercana a sus actores, sin juegos de color, luz o sonido. 

Si cada una de sus películas constituye una reinvención del esteticismo en el cine, Vortex contrasta radicalmente con todo lo que ha sabido emprender hasta Lux Æterna.

Ofrece una puesta en escena despojada, brutal, que no cede a la fantasía en la aprehensión de la senilidad. La película es oscura, sofocante, lenta, hasta la hipnosis, en referencia al enlentecimiento motor y cognitivo, pero también a la pérdida paulatina de la conciencia o la memoria de los dos seres.

Si el inicio de la película pudiera parecer poético, con sus flores, y el amor que emerge en la pareja, todo esto se marchita muy rápido. Solo queda la agonía de un universo lúgubre, sin esperanza, donde la senilidad se mezcla con extrema precariedad y el consumo de crack en la juventud. 

Vortex

Es todo esto lo que encontrará la última visión medio apocalíptica medio depresiva de la pareja. Dejándonos un regusto deprimente de fatalidad. Nos hace querer disfrutar de la vida, y sus joyas, antes de que nosotros también seamos atrapados por el vórtice de la muerte. 

Gaspar Noé nos ofrece una película en bruto, por su despojo de efectos estilísticos, utilizando el plano secuencia para ilustrar la lenta agonía de sus personajes. Pero también una película violenta sobre lo que le espera al ser humano en vísperas de su muerte, como el ahogamiento: la demencia, el enlentecimiento del cuerpo, la decadencia cognitiva o la incomprensión del otro.

Fuente: Cineverse.