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‘Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly’, película de Alice Diop sobre la madre que mató a su hija de 15 meses en Francia

La cineasta francesa Alice Diop estrena Saint Omer, su primer largometraje de ficción. En el caso de esta película, la directora construye un relato brillante entorno al caso real de una madre senegalesa que mató a su hija de 15 meses en Francia.

La forma de esbozar dicho caso es de un gusto exquisito, a través de la mirada de una joven novelista, también de origen africano y francesa, que observa desde su asiento el juicio. La autora y profesora universitaria tiene el objetivo de escribir sobre el mito de Medea, en este caso, desde una perspectiva mucho más interseccional.

En el primer día de cine europeo del pasado Festival de Sevilla, dos grandes piezas sobre la maternidad dejaron huella. En la gala inaugural abrió Los hijos de otros (Rebecca Zlotowski) con un relato sobre la maternidad basado en la sororidad. Una perspectiva feminista sobre la presión social de las mujeres de mediana edad. En el caso de Saint Omer, la película que coronó el palmarés del festival recibiendo el Giraldillo de Oro a Mejor Película, encontramos un relato de aspecto casi documental perfectamente construido. La primera obra de ficción de Alice Diop demuestra su gran trabajo como directora, así como su acertada perspectiva interseccional de género y etnia. 

Junto a Alice Diop, en el rico guion le acompañan Amrita David y Marie N’Diaye. Ellas dan forma a una narrativa de calidad inexorable que funciona como hilo vertebral de todo el relato. La fotografía en manos de Claire Mathon es también de gran valor, construyendo desde la sutilidad una imagen y atmósfera excelsa, muy precisa y regalando incluso hermosos detalles y referencias que, aquellas personas que se hayan deleitado con Petite Maman (Céline Sciamma, 2021), entenderán y apreciarán.

La cineasta francesa es conocida por piezas documentales como We (2020), donde brinda la posibilidad de hablar a voces que normalmente no suelen ser escuchadas. Y es que el aumento de diversas representaciones en el audiovisual es un arma de doble filo, hay una mayor visibilidad de ciertos personajes y temáticas que antes no eran abordados. Sin embargo, también se exponen a un mayor escrutinio, es por ello que en la forma de enmarcar las historias reside la mayor habilidad e inclusión.

En el caso de Alice Diop, sus personajes, incluso en la ficción, son los que hablan por sí mismos. Consiguiendo que las dos horas de metraje de mínima edición y montaje, sean un bocado delicioso para la audiencia. Esta será testigo y también jurado del juicio de la protagonista, teniendo así la posibilidad de mirarla, pero a través de los ojos de alguien que comparte experiencias similares. Como telón de fondo en Saint Omer se sitúa, además, el mito de Medea y ciertos aspectos filosóficos y cinematográficos que enriquecen la película con cada detalle.

Kayije Kagame en Saint Omer.
Kayije Kagame en Saint Omer.

Saint Omer: el mito de Medea y su figura como una de las primeras malas madres de la historia

El maestro de cine italiano Pier Paolo Pasolini llevó al cine la tragedia griega de Eurípides en 1969. Una historia repleta de crueldad donde Medea y Jasón conforman una pareja de lo más conflictiva. Sin embargo, aquello que queda grabado en la memoria y en la historia, por encima de todo, fue el crimen de Medea. Ella mató a sus hijos para vengar la traición de su marido Jasón. De este modo, Medea se convierte en una de las primeras figuras que encarnan el rol de la mala madre.

Incluso, hoy en día, su nombre hace referencia a la violencia ejercida por uno de los progenitores hacia su descendencia. Siendo así siempre, una mujer, aquella que representa la parte más oscura e irracional del ser humano.

En Saint Omer este mito se incluye de forma anecdótica, pero cierra la historia de forma sensacional. Reflexionando sobre esa idea de las malas madres y sobre cómo la sociedad puede juzgar a alguien sin saber o tan siquiera querer entender por lo que está pasando esa mujer. El caso de esta madre que ahogó a su hija es paradigmático. De aquellas situaciones donde miles de miradas de personas blancas juzgan desde su pedestal de privilegios una situación que ni tan siquiera podrían entender.

La escritora africana Ama Ata Aidoo ya habló sobre ello en el excelso libro Nuestra hermana aguafiestas en 1977, donde la novelista y profesora de Ghana relataba la experiencia de una persona migrante rodeada de personas blancas.

Saint Omer.

Saint Omer: un espacio compartido por dos mujeres, encarnadas por unas soberbias Kayije Kagame y Guslagie Malanda

Saint Omer comienza con la voz de Marguerite Duras y su manera de narrar. Un hermoso homenaje al cine más puro de la Nouvelle Vague. Poniendo en valor las voces que articulan los hilos narrativos. Llevando a la audiencia por un camino que no había sido antes escrutado. A través de una voz que no había sido antes elevada. Con esta primera pieza de gran valor cinematográfico como es Hiroshima, Mon Amour (1967), dirigida por Alain Resnais y escrita por Marguerite Duras, se asientan los pilares que preceden una gran película.

Y dado que es un relato construido a través de voces, la de las actrices de Saint Omer son esenciales. La actriz Kayije Kagame se mete en la piel de la joven novelista Rama, también profesora de universidad, la cual encabeza la clase donde se proyecta la película francesa. Sin necesidad de articular palabra, tiene la gran capacidad interpretativa de transmitir todo lo que siente y piensa. Su trabajo es colosal, y consigue el objetivo de que la audiencia se ponga en su lugar durante unos minutos para intentar empatizar a través de su mirada.

Junto a ella, la protagonista indiscutible es la mujer juzgada por asesinar a su hija, encarnada por una impecable Guslagie Malanga. Gracias al trabajo de Alice Diop, la audiencia puede escuchar las declaraciones de la protagonista sin apenas incursión de la cineasta. Con planos cortos y primeros planos estáticos que enmarcan su voz mientras se intercalan las miradas de aquellas que la juzgan. Un claro ejemplo de que, a veces, menos es más. Y desde la simplicidad en las técnicas cinematográficas, Alice Diop y las dos actrices consiguen erigir en Saint Omer, un relato de valor inexorable.

Guslagie Malanda en Saint Omer.
Guslagie Malanda en Saint Omer.

Saint Omer: Un relato sobresaliente sobre la herencia cultural de las malas madres y su intersección con la etnia

Las malas madres y el peso de Medea se arrastra generación tras generación. De madres a hijas, la sociedad teje un cordón umbilical que hace que las mujeres sintamos una gran responsabilidad a la hora de decidir si ser madres, o no serlos. Siendo juzgadas por las miradas de las personas que nos rodean hagamos lo que hagamos. Es complejo saber qué es ser una buena madre o cómo llegar a serlo, cuando el manual que impone ciertas normas está escrito por manos con sesgos patriarcales y colonialistas.

Tal y como decía la gran autora feminista y poscolonial bell hooks, no se pueden abordar las formas de cuidar del mismo modo para todo el mundo. Porque ciertas culturas tienen una concepción de la familia que es totalmente diferente de otras. Porque no todas las opresiones pueden abordarse con los mismos recursos.

Con la película de Alice Diop, Saint Omer, el público privilegiado que observa desde sus butacas tiene la oportunidad de mirar a través de los ojos de aquella Medea senegalesa que estaba sola, porque nadie lo quiso ver. De escuchar sus experiencias, y poder empatizar con aquella mujer que es juzgada no solo por sus actos, sino por su cultura, género y raza.