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‘El consentimiento’: la joya francesa que explora los límites del consentimiento y el abuso de poder

La publicación del libro El consentimiento, de Vanessa Springola, levantó ampollas en Francia. El relato de la autora apuntaba con una poderosa luz de cocina hacia uno de los escritores más célebres del país: Gabriel Matzneff. Tal fue la repercusión de este libro en el país vecino, que impulsó una profunda reflexión en la sociedad, promoviendo la actual ley del consentimiento francesa. Ahora, el relato de abuso sexual y de poder de Springola (vivido en primera persona), llega a los cines bajo la dirección de Vanessa Filho, quien crea una exquisita obra de orfebrería fílmica para mostrarnos lo que nunca debió haber ocurrido.

Cartel de El consentimiento.
Cartel de El consentimiento.

El consentimiento: un tsunami lo arrasó todo

A lo lejos, una imponente ola, parece refrescante, apetecible, excitante. A medida que avanza y nos confronta, el deseo de zambullirnos en ella, de formar parte de esa pequeña revolución salada, se apodera de nosotras. Cuando la ola ya se cierne sobre nuestras cabezas, si alguna vez tuvimos algún miedo, algún leve impulso que nos invitase a retroceder hasta la orilla, desaparece ante la majestuosidad y violencia de su embiste.

Lo demás es un torbellino explosivo que desmonta nuestras extremidades, nos revuelve la melena y zarandea nuestra carne hasta dejarnos exhaustas, sin aliento y de vuelta a la casilla de salida. En la arena húmeda, magulladas y heridas, ya somos otras, no miramos el mar como antes. En apenas segundos, una sola ola ha conseguido arrasar lo que prometía ser un perfecto día de playa.

Cuando en 1985, la escritora y editora francesa Vanessa Springora conoció al reputado escritor e intelectual Gabriel Matzneff, se encontró, sin ni siquiera imaginarlo, con el tsunami que arrasaría su vida.

El consentimiento. Foto de Julie Trannoy.
El consentimiento. Foto de Julie Trannoy.

La impunidad del poder

Ella, 13 años, él, 50. El depredador sexual con piel de cordero volvió a hacer lo que tantas otras veces había hecho ya: seducir a una adolescente que se vio envuelta en una turbia y desigual “relación” que marcaría su vida para siempre.

De un lado, un verbo acertado y cierto halo de deidad tejido por un entorno cultural y político parisino cómplice, conocedor de las fechorías del escritor. Del otro, el ansia por descubrir el amor y el sexo de quien comienza a vivir con todo el ímpetu de las primeras veces. Estos fueron los ingredientes del amargo cóctel que zambulló a Vanessa en la violenta ola que lo arrasó todo.

Todavía estamos en el camino. Transitamos un recorrido repleto de cambios, cruces y giros de guion en el que, como sociedad, vamos aprendiendo a identificar y condenar las conductas tóxicas hacia las mujeres que hemos soportado siempre, desde lo aparentemente más nimio, hasta lo más sangrante. No podemos obviar que estas conductas tóxicas se han cebado especialmente con las niñas y adolescentes.

El consentimiento. Foto de Julie Trannoy.
El consentimiento. Foto de Julie Trannoy.

La necesaria reflexión sobre el consentimiento

En la película El consentimiento (Le consentement), nos trasladamos hasta un pasado reciente: la década de los ochenta en un país avanzado como Francia. Desde la mirada del hoy, puede costar entender cómo el entorno de Vanessa podía ver con buenos ojos una relación tan absolutamente desigual como la de Springola y Matzneff. El estatus del que gozaba el escritor cubría con una pátina de purpurina lo que fue un auténtico abuso sexual que ni siquiera se esforzaba por esconder. Vanessa era una niña que no estaba en condiciones de dar su consentimiento a una relación que hizo trizas su salud emocional.

La confusión que siente Vanessa está presente durante toda la película, así como la manipulación a la que se ve sometida por el escritor que desea a toda costa un esbelto, terso y luminoso nuevo trofeo al que someter y doblegar. La directora consigue diseccionar con precisión cirujana cada una de las fases por las que pasa Vanessa hasta conseguir abrir los ojos ante el abuso sexual y de poder al que estaba siendo sometida.

El consentimiento: ¿todo vale en el amor?

Hay películas como Kung-Fu Master, de Agnes Varda o Lolita, de Kubrick que trataron las relaciones ¿románticas?, o más bien, platónicas, entre mujeres y hombres adultos con niños. Aún resuena la reciente, Secretos de un escándalo, que, desde la mirada de Todd Haynes, traduce e interpreta en imágenes el caso de Mary Kay Letourneau, la profesora que fue encarcelada por mantener una relación con un alumno de 12 años.

Nina, la nueva película de Andrea Jaurrieta, también transita caminos recorridos por El consentimiento. Pero ninguna de ellas expone sobre la mesa el debate ético de la edad, la legalidad, el consentimiento y el abuso de poder en las relaciones entre niñas o niños y adultos de una manera tan acertada y, a la vez, artística y sensible, como la película de Vanessa Filho.

Filho se moja y responde a la pregunta de si todo vale en el amor. Lo hace con la misma delicadeza con la que ha rodado el film. Sin manipularte, desde la sinceridad y la verdad de unos hechos que, por sí solos, son tan clarificadores como las miradas de sus protagonistas.

Kim Higelin es Vanessa Springola en El consentimiento.

Kim Higelin y Jean-Paul Rouve, inolvidables en El consentimiento

La directora Vanessa Filho demuestra haber nacido para contar historias de forma audiovisual. En El consentimiento, teje una serie de secuencias de un crescendo emocional apabullante, con una delicadeza y gusto por la belleza y la luz, personal y maravilloso. Pero, además de su particular forma de narrar en imágenes y de ideas visuales tan acertadas e interesantes como las que podemos disfrutar cerca del final de la película, si algo sorprende ha sido el espectacular trabajo que ha hecho con las actrices y los actores de film.

Las interpretaciones de Kim Higelin y Jean-Paul Rouve, son merecedoras de todo tipo de premios. Kim Higelin, encarna a Vanessa Springola desde los 13 a los 17 años con una verdad tan descarnada, que nos hace recordar interpretaciones tan incuestionables como las de La vida de Adele. Su forma de navegar entre los embates emocionales de Springola, nos deja ver las consecuencias en su cuerpo y en su mente. Su interpretación, además de generosa, ha sido un auténtico regalo.

Por otro lado, la entrega y meticulosa composición de personaje que logra Jean-Paul Rouve, nos sigue demostrando que es un actor con una capacidad para sorprender que parece no tener límites. Su Gabriel Matzneff no se juzga y está completamente vivo. Habría sido fácil caer en el cliché, pero el Gabriel de Rouve se convierte en uno de los mejores trabajos de un actor que puede presumir de no tener miedo a enfrentarse al abismo de personajes como este.

Kim Higelin y Jean-Paul Rouve en El consentimiento.
Kim Higelin y Jean-Paul Rouve en El consentimiento.

El consentimiento, cine en mayúsculas

La nueva película de Vanessa Filho la reafirma como directora, nos descubre a una actriz con un talento mágico y nos recuerda por qué Jean-Paul Rouve es uno de los mejores actores de su generación, pero, además, nos remueve por dentro, emociona y nos coloca en un lugar privilegiado en el que debatir éticamente sobre el abuso de poder.

Hoy llega a los cines, atrévete a adentrarte en el viaje que te propone su directora, no te arrepentirás, El consentimiento es una de esas películas de las que se va a hablar mucho y bien. De esas que no se borran. De las que se hacen tuyas. Cine artesanal que desborda talento, emoción y profundidad.

Foto de portada de Julie Trannoy.