Jenn Díaz nos habla del fin del amor en ‘Los posesivos’

Sutil y perceptiva, evocando el universo literario de Natalia Ginzburg en La ciudad y la casa, Jenn Díaz nos sumerge con Los posesivos en la intrincada telaraña de las relaciones familiares, la feminidad, el amor y las barreras sociales. Nos ofrece un retrato polifónico tejido de encuentros y desencuentros, deseo y resentimiento, secretos y pasiones.

Los posesivos de Jenn Díaz: El final de lo que importa

Agneta se acaba de separar de Oliver y se encuentra sola en un piso minúsculo lleno de cajas. Emma, su hermana pequeña, está enferma y sigue en casa de la abuela, donde vive aislada de la familia, lejos de la ciudad. Nadie sabe que de vez en cuando la visitan sus amigos Sylvia y Mattias, que en los últimos días se muestran extrañamente distanciados el uno del otro.

Hace bastante tiempo que para sus padres, Helga y Samuel, la comodidad se ha vuelto desidia, pero Helga se mantiene fría como el hielo, y Samuel ha perdido cualquier interés en aquello que no sea su trabajo. Todos ellos se escriben cartas, como un intento de recortar las distancias afectivas entre sí a través de la letra escrita y el sobre que las lleva.

De Agneta a Oliver

20 de octubre

Oliver:
Llevo días dándole vueltas a nuestra última conversación, cuando me llevé todas mis cosas metidas en cajas. Aún las tengo por aquí repartidas, casi no me caben en el piso y me tropiezo con ellas cada vez que me muevo.

No te contaré nada más, porque después te quejas de que te doy demasiada información y de que la información que te doy te sobra, y no solo te sobra, sino que te duele.

También te diré que ya no sé qué te duele y qué no, últimamente es muy difícil hablar contigo sin ofenderte, pero supongo que es normal.

Lo que me dijiste, quizá ya ni te acuerdas porque lo dijiste sin pensar, pero yo sí que me acuerdo. Dijiste que ahora que me iba de casa por fin podrías pintar. Lo dijiste como si yo fuera la culpable de tu fracaso como artista, un fracaso que asumiste como propio hace al menos diez años.

Déjame decirte que si no pintaste durante los años de nuestro matrimonio fue quizá porque para ti la pintura, tu pintura, nunca ha sido importante.

A ver si es verdad, a ver si ahora que nos hemos divorciado pintas y te haces famoso y te reconocen el talento y descubrimos que sí, que yo era la culpable. Me gustará mucho ver todo lo que pintas, ahora que por fin te has deshecho de mí.

Agneta.

Sobre Jenn Díaz 

Jenn Díaz. Los posesivos.
Jenn Díaz.

(Barcelona, 1988) publicó Belfondo (2011) con tan solo veintitrés años, consiguiendo que la crítica especializada reconociese unánimemente que había aparecido una escritora de fuste en el panorama narrativo español. Con una voz heredera de clásicos de nuestra narrativa como Miguel Delibes, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute.

Las siguientes novelas de Jenn Díaz –El duelo y la fiesta (2012), Mujer sin hijo (2013), Es un decir (2014) y Madre e hija (2016)– consolidaron su posición a la cabeza de una nueva generación de narradores, los nacidos en la década de los ochenta. También es colaboradora habitual de El PeriódicoJot Down y Catorze.cat.