Jodi Cobb, la fotoperiodista del enigma de la belleza
La fotoperiodista Jodi Cobb fue una de las primeras mujeres en entrar a formar parte de la plantilla de fotógrafos del National Geographic. Lo hizo en 1975. Aunque no fue la única ni la primera, sus imágenes captan como ninguna otra ese enigma de la belleza que permanece escondido hasta que el objetivo decide disparar. Su trabajo nos ha regalado instantáneas que, sin duda alguna, han cambiado la historia de la fotografía. Hoy comenzamos una serie de artículos en los que repasaremos el trabajo de las pioneras de la fotografía. Dedicado a ellas, que nos han abierto puertas y ventanas a otros mundos y son referentes.
Jodi Cobb y las pioneras de la fotografía
Durante los primeros 50 años de existencia de la revista National Geographic otros nombres de fotógrafas como los de Eliza Scidmore, Dorothy Hosmer, Harriet Chalmers Adams o Kathleen Revis se colaron dentro de las páginas de esta publicación. Y decimos “se colaron” porque, desde luego, nadie las invitó a entrar y tampoco nadie las esperaba. El 1967, el conocido como “mejor equipo fotográfico del mundo” estaba compuesto únicamente por hombres blancos que posaban alrededor del escritorio de Melville Bell Grosvenor, editor del National desde 1957 a 1967.
Sin embargo, y a pesar de lo que podemos deducir a partir de esta imagen, Melville Grosvenor no tenía prejuicios contra las mujeres fotógrafas. “Melville no temía a las mujeres inteligentes. La verdad es que no mostraba prejuicios de género, sobre todo para un hombre de su generación”, asegura Mary Smith, fotógrafa y una de las primeras editoras de imágenes de la publicación. De hecho, durante su etapa como editor contrató a la primera fotógrafa en plantilla. Kathleen Revis fue contratada en 1953, seguida de otras como la propia Jodi Cobb.
De esta forma, National Geographic comenzaba ya a sacarse de encima el punto de vista occidental colonialista basado en captar bellezas exóticas a lo largo y ancho del mundo. De ahí, pasó a mostrar imágenes más maduras que recogían distintas visiones del mundo desde perspectivas diversas. Ya no era el hombre blanco occidental el que exploraba el mundo con su objetivo; los objetivos desde diferentes partes del mundo captaban otras realidades para enseñárselas al mundo. Y en ese nuevo collage, entraba la necesaria mirada de las fotógrafas.
En la actualidad, son muchas las mujeres que trabajan para la revista acortando la brecha de género con sus homólogos masculinos. Entre ellas: Lynsey Addario, Lynn Johnson, Amy Toensing, Maggie Steber, Karla Gachet o Stephanie Sinclair. Otras veteranas siguen también tras el objetivo. Entre ellas, la infatigable Jodi Cobb.
Tras la lente de la fotógrafa
“Todas las mujeres que han fotografiado para National Geographic han dejado su huella en la revista y en el mundo de alguna manera. Ese es el poder de la fotografía: esas marcas son indelebles, se graban en nuestras retinas y en nuestra memoria“. Con estas palabras de Jodi Jobb para el reportaje El mundo a través de los ojos de las mujeres nos adentramos en el trabajo de una fotógrafa excepcional.
Antes de estudiar Secundaria en Estados Unidos, Jodi Cobb ya había viajado a más de 15 países a lo largo y ancho del mundo. Su padre, empleado de la Texas Petroleum Company (Texaco), debía mudarse frecuentemente, con lo que los ojos de Cobb ya habían visto mucho mundo antes de empezar a fotografiar. Ella misma cuenta cómo relataba a sus compañeros de clase una y otra vez los lugares que había visitado.
Ahí se dio cuenta de que eso, precisamente, era lo que quería hacer, pero tras una cámara de fotos. Dicho y eso, desde la década de los 70 no ha parado. Algunos de sus foto-reportajes más célebres son: Enigma de la belleza, Geisha, Marco Polo, Esclavitud del siglo XXI, Carnaval de Venecia, Seúl, Las mujeres de Arabia Saudí o Creadores de música.
Las imágenes poderosas de Jodi Cobb
Como decíamos, uno de los trabajos más recordados de Jodi Cobb es Geisha, que además de reportaje, se convirtió en el libro Geisha: The Life, the Voices, the Art. En este aclamado trabajo, Cobb se adentraba en uno de los entornos más cerrados y recelosos ante las miradas indiscretas. Jodi Cobb consiguió adentrarse en las vidas privadas de las geishas.
Cobb ha sido pionera en muchas cosas. Fue la primera fotógrafa en viajar a China tras su reapertura a Occidente; la primera en adentrarse en el mundo secreto de las geishas y también en retratar la vida diaria de las mujeres en Arabia Saudí. Nunca antes nadie había logrado acceder.
“Una geisha japonesa. Sus vidas son tan exclusivas y privadas que la mayoría de los japoneses nunca ven a una. Fui la primera fotógrafa a la que permitieron entrar en su mundo secreto y exclusivo para mi libro. Un libro que solo una mujer podía fotografiar.”
“Pasé seis meses durante un periodo de tres años en las diminutas habitaciones de las casas de geishas y en los bastidores de los teatros donde actúan y vi cómo cambiaba todo en una geisha cuando entraba un hombre. Su postura, sus gestos, su voz. Se convertía en su yo profesional, en una mujer formada para servir y entretener a hombres”, ha declarado. Ser una mujer, asegura, le ha ayudado a adentrarse y ganarse la confianza en lugares a los que un hombre no hubiera podido acceder.
Una mirada crítica del mundo
Su trabajo Esclavitud del siglo XXI provocó que las miradas se focalizasen en una serie de realidades que pasaban desapercibidas en Occidente. Con este foto-reportaje, Jodi Cobb mostraba al mundo las diferentes formas de esclavitud que existen en la actualidad y que están mucho más cerca de lo que pensamos. Una de las imágenes más representativas de este trabajo es la de las trabajadoras y trabajadores de los hornos de ladrillos en la India. Estos jornaleros son reclutados a partir de una deuda. En una situación de emergencia económica, el propietario del negocio les presta dinero asociado a unos intereses abusivos que no consiguen pagar ni en varias generaciones, esclavizándoles de por vida.
“National Geographic se arriesgaba a hacer esa historia, fue idea mía, y estaba tan fuera de lo que solían hacer. Fue antes de que hubiera tanta conciencia en este país sobre la trata de personas. Sabíamos partes de eso (existía el trabajo infantil y sobre el tráfico sexual), pero nadie lo había reunido todo para ver qué tan generalizado era”, recuerda la fotoperiodista.
También consiguió adentrarse en el Carnaval de Venecia. Y entró, como se suele decir, hasta la cocina. Fotografió las fiestas privadas más exclusivas, donde ningún fotógrafo (hombre o mujer) había entrado antes. Y ahí, con esos vistosos disfraces, máscaras y maquillajes como telón de fondo, se preguntó (y nos hizo cuestionarnos) si Venecia será capaz de sobrevivir a las inundaciones y al aumento del nivel del mar provocado por la crisis climática.
Conocer el trabajo de Jodi Cobb es descubrir realidades y mundos inexplorados, pero también es poner el foco en muchas de las injusticias que se mantienen en nuestros días.