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‘La hija eterna’, Tilda Swinton se desdobla en el relato gótico de A24

La cineasta británica Joanna Hogg estrenó La hija eterna (The Eternal Daughter) en la Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla y al fin llega a nuestras pantallas.

En 2022, un año donde predominaban las películas sobre la maternidad, destacó esta genuina versión sobre la relación madre e hija. Haciendo hincapié en el rol de la hija, que nunca deja de serlo. Para ello, la directora utiliza un género cinematográfico cercano al cine negro o de terror. Donde construye un halo de misterio muy original que convierte la historia de madre e hija en una propia de la narrativa gótica.

Es de noche, un taxi se dirige hacia un hotel. El automóvil se abre paso entre la niebla mientras se escucha el crujir de las ramas de los árboles que se mueven con el viento. Con una secuencia aproximada se abre la primera escena de La hija eterna. Con imágenes que te trasladan inevitablemente a películas como El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980) – de la cual recupera más de una referencia -, o múltiples de Hitchcock. Con esta apertura típica del cine negro más clásico, Johanna Hogg cimienta la atmósfera que construye el relato de su última película.

La directora británica ya brilló con su anterior díptico The Souvenir Part I y II. Dos obras muy genuinas y hermosas que abordan aspectos muy íntimos de su vida. Como protagonista, la hija de Tilda Swinton, Honor Swinton, debutaba como magnífica actriz. Interpretando a una protagonista que estudia cine. Junto a ella, su madre también interpretaba a su madre en la ficción. Un juego entre realidad y fantasía que se convierte en uno de los elementos claves del cine de Johanna Hogg.

Para su nuevo largometraje, producido por el gran Martin Scorsese y A24, la directora vuelve a recuperar a la actriz Tilda Swinton. En este caso, la sensacional intérprete se desdobla para hacer el papel de madre e hija. También en esta obra, la cineasta vuelve a jugar con la realidad y la ficción aportando pinceladas autobiográficas. Y vuelve a construir una protagonista que, en este caso, ya dedica su vida a crear películas. Un cine dentro del cine muy elegante, que va creando una estela autoral muy firme y portentosa.

Tilda Swinton en La hija eterna.
Tilda Swinton en La hija eterna.

La hija eterna: obra cinematográfica construida sobre los pilares de la literatura gótica y el arte pictórico 

Uno de los aspectos del filme que lo hacen más valioso es su forma de narrar. El enmarcar la relación madre e hija en el género de cine negro y de misterio es una apuesta arriesgada. Sin embargo, la cineasta británica lo resuelve a la perfección. Obteniendo como resultado una joya cinematográfica de elegancia inconmensurable.

La narrativa visual y el aspecto estético de la película son exquisitos. Dando forma a una obra cinematográfica repleta de destellos artísticos que conforman una pieza impecable. Esta, se sitúa muy en la línea de la literatura gótica. Como si Johanna Hogg hubiera trasladado las palabras de Ann Radcliffe a la pantalla. La autora pionera en narrativa gótica escribió en 1794 la novela Los misterios de Udolfo. Redactando frases muy análogas a lo representado en la película como “Su contemplación le despertó numerosos recuerdos, pero la dulzura melancólica de aquel rostro calmó sus emociones”.

Por otro lado, en su anterior obra ya recurrió a la pintura como eje vertebral de la misma. El título The Souvenir hacía referencia a un cuadro de Jean-Honoré Fragonard, que también aparece en la película. En un hermoso juego meta-artístico, en su última obra vuelve a recuperar la estética de pinturas como esa. E incluso parece que, literalmente, saca al perro de la pintura de Fragonard y lo coloca como una de las figuras más cercanas y que aporta mayor realismo a La hija eterna.

La hija eterna.
La hija eterna.

La hija eterna: Tilda Swinton se desdobla en sus papeles de madre e hija

La aclamada actriz Tilda Swinton vuelve a trabajar con Johanna Hogg para su nueva película. En este caso, se desdobla para interpretar ambos papeles protagonistas: la madre y la hija. Ambas viajan para pasar unos días en un hotel que fue la antigua casa familiar de la anciana madre.

Julie, la hija, es una mujer de mediana edad que se dedica al cine. Para su último proyecto, ha decidido realizar un viaje de introspección hacia los recuerdos de su madre. Junto a su madre y su perro, ambas continúan forjando su relación y conociéndose. Mientras ella va recogiendo retazos de su vida para construir su proyecto cinematográfico.

Para ello, la interpretación de Tilda Swinton era esencial. Algo que supera con creces. Desdoblarse para llevar a cabo dos papeles al mismo tiempo no es nada sencillo. Pero la sensacional actriz, junto a su ya amiga Johanna Hogg, parece trabajar con una comodidad y naturalidad apabullante. Terminando de cerrar ese círculo artístico de elegancia que envuelve todo el relato.

La hija eterna.
La hija eterna.

Johanna Hogg se nutre de la inteligible línea que separa la realidad de la ficción

Los recuerdos recorren cada rincón del gótico y antiguo alojamiento. Como la niebla que envuelve el jardín exterior. Y filtra la luz que entra por la ventana. Un halo de misterio incontenible va construyendo un relato casi tenebroso. Impecable y elegante resultado conseguido gracias al trabajo del director de fotografía Ed Rutherford. Apoyado también por un uso de la música exquisito.

En esta atmósfera gótica y enigmática, se dibuja un paisaje tan real como onírico. Que cuestiona aspectos como la fina línea que separa la realidad de la ficción. En un juego metafílmico magnífico, la protagonista en la ficción, al mismo tiempo que Johanna, reflexionan sobre el arte como sublimación de la realidad.

Las licencias que aporta el séptimo arte no existen en la realidad. En el cine, los directores y directoras pueden hacer que sus personajes vuelen, mueran y vuelvan a vivir, etc. En el caso de Johanna Hogg, su mayor pasión es hacer que sus personajes también sean creadores de piezas artísticas. Y en particular, cinematográficas. Sin embargo, en esta última película, la directora da un giro a su narrativa y sitúa esta realidad tan cercana a ella en un relato mucho más onírico. Propio del cine negro o la literatura gótica.

Como un cuento de Ann Radcliffe o Edgar Allan Poe, la niebla absorbe a la audiencia en un universo diegético desconocido. El cual va dando forma a la relación de una madre con aquella que, eternamente, seguirá siendo su hija