‘La Princesa Mononoke’: Ecología y feminismo, el regreso a los cines por su 25 aniversario

Veinticinco años después de su estreno, La Princesa Mononoke de Hayao Miyazaki vuelve a las salas de cine demostrando que está más vigente que nunca. Así, convertida en un clásico. Con una historia que no solo ha envejecido bien, sino que parece hija de este momento, celebra el cuarto de siglo desde su estreno en Japón.

El regreso de Mononoke

Después de volver a verla tras unos cuantos años, es más que entendible que acabara suponiendo un antes y un después en la carrera de Miyazaki. A partir de Mononoke, dio un salto fuera de Japón de la mejor manera posible, batiendo récords no solo dentro del país nipón. Las miradas estuvieron puestas ya no solo en Miyazaki, sino en el Estudio Ghibli, que acaba de construir una joya que se alejaba del tono que había mantenido hasta el momento.

La animación y su cuidadísimo trabajo, la banda sonora y una complejísima historia, convertían a la película en la joya de la corona del cine de animación. Así como en la más cara hasta el momento. Razón por la que consiguió hacerse con el puesto de película de animación más taquillera en Japón e incluso llevarse el premio a la mejor película de la Academia japonesa. Hasta que, unos años después, llegara El Viaje de Chihiro para pulverizar todos los récords.

Más allá de la tradicional ambientación de cuento de Ghibli, donde toto parece sacado de un sueño, La Princesa Mononoke entra en terrenos adultos, violentos, agresivos y explícitos con una total soltura. Contrasta con estos lugares fantásticos inspirados por el bosque Shiratani Unsui, en Yakushima, lugar que también serviría de inspiración para Nausicaä, el valle del Viento. Razón demás para que Disney sacara la uñas en su momento ante ciertas escenas de la película. Se piensa incluso que fue por esa razón por lo que retrasó su estreno en Estados Unidos dos años y con la más mínima publicidad.

Por todo ello, único a la trama casi inmortal que construye, ha terminado por convertirse en un clásico que está más actual que nunca. Muy en la línea de la defensa acérrima del medioambiente y que, siendo de los 90, pasa sin problema ninguno del test de Bechtel. Los personajes femeninos complejísimos toman un lugar de protagonismo absoluto. Remarcable precisamente porque no era algo tan común en el momento.

La princesa Mononoke.
San, la princesa Mononoke, y Lady Eboshi en La Princesa Mononoke.

La Princesa Mononoke: Belleza, oscuridad y complejidad

La Princesa Mononoke viene a presentarnos el conflicto entre la civilización y la barbarie, entre el hombre y la naturaleza. Un lugar donde los intereses, por más humanos que sean, se acaban volviendo también egoístas.

Es una defensa salvaje de la naturaleza frente a la invasión desmedida de lo humano. Que no es consciente de lo que está arrasando en su camino y de que está tirando piedras contra su propio tejado.

El bosque está siendo destruido por los humanos, mientras los animales intentan protegerlo. Como daño colateral de todo esto Ashitaka, un príncipe guerrero, es atacado por un jabalí poseído y acaba quedando maldito. Este será el punto de partida de la historia. Una introducción intensa que se alarga unos cuantos minutos contextualizando de la mejor manera tanto al personaje como lo que está por venir.

El jabalí que maldice a Ashitaka en La Princesa Mononoke.
El jabalí que maldice a Ashitaka en La Princesa Mononoke.

Con el objetivo de hacer desaparecer la maldición, Ashitaka comienza un viaje en busca del Dios del bosque, para liberarse de esta. En el camino se cruzará con los dos elementos que construyen toda la historia: San, la princesa Mononoke, y Lady Eboshi. Con este viaje se mete de lleno en un cruento y milenario enfrentamiento, la naturaleza vs. el progreso humano. ¿En qué momento el progreso se convirtió en destrucción? se preguntaría San.

Y, gracias también a la línea narrativa del viaje, Ashitaka acaba siendo casi un narrador testigo. Ashitaka son los ojos que nos permiten ver la realidad que se nos cuenta, el guía y lo que vincula en cierta forma a Lady Eboshi con San. Nosotros somos Ashitaka, o es lo que parece pretender Miyazaki. Ese elemento en distintos bandos, de unión, de intención por comprender, por entender, de desprendimiento del odio. Para observar la belleza y llegar al corazón del bosque, para despojarnos de la maldición, es necesario esa separación del odio, esa desnudez casi.

La princesa Mononoke y Ashitaka.
La princesa Mononoke y Ashitaka.

De ahí la oscuridad de la historia, de ahí su belleza, de ahí su complejidad. Pero, citando al propio Miyazaki: Si se eliminan los aspectos complejos y se mira todo simplemente como bueno o malo, no creo que se pueda captar la verdadera naturaleza de las cosas.  

El espíritu vengador del mundo maldito

El despliegue de personajes es asombroso. Algunos con más complejidad que otros, pero quien más y quien menos acaba siendo puesto en un lugar conflictivo, donde tiene que posicionarse. Decidir. A esto se une que toman protagonismo personajes que normalmente pasan desapercibidos como los campesinos en el mismo nivel que los dioses.

Los personajes no son estáticos, cambian, y eso los vuelve más complejos. El antagonista clásico desaparece de la historia. Se perjudican unos a otros por intereses más o menos egoístas, más o menos necesarios, más o menos loables, pero profundamente humanos. De ahí que no encontremos una única perspectiva. Mononoke y Lady Eboshi, los dos personajes principales, se quedan con todo el peso de la historia y muestran las distintas caras de la realidad. Cierto es que su dirección de acción es la opuesta, van hacia el enfrentamiento, pero no se podría considerar a Lady Eboshi una villana o antagonista clásica.

Lady Eboshi.
Lady Eboshi.

Por otro lado, la princesa Mononoke, Mononoke-hime, es literalmente “el espíritu vengador”. Y no es para menos. Primero expulsada por sus padres, acogida por el dios lobo en el bosque, lugar en el que se ha criado. Segundo, amenazada por sus iguales, el lugar que la ha acogido en riesgo, todo lo que ha conocido, lo que conforma su identidad, amenazado por esos que dicen ser como ella. Por eso San no es un humano. Y lo reitera. Pero tampoco es un lobo. Y a la vez es las dos cosas.

San. La Princesa Mononoke.
San. La Princesa Mononoke.

La complejidad de la princesa Mononoke viene del doble exilio, el doble desarraigo. Ni humana ni loba, y a la vez la doble pertenencia. Conflicto que se ve avivado cuando entra en contacto con Ashitaka. Ashitaka se constituye como un espacio entre los dos mundos, demostrando así la complejidad del enfrentamiento. No hay héroes ni villanos, hay egoísmo de supervivencia y en este egoísmo, el bosque se está muriendo. Y con el bosque se muere la vida, muy a pesar del ser humano.

Ashitaka y la naturaleza.
Ashitaka y la naturaleza.

Más allá del testigo, Ashitaka acaba representando a la humanidad en sí misma -y el espectador se sitúa siempre en su posición-, esa realidad maldita que de alguna manera intenta liberarse, intenta conseguir, quizá, el perdón del espíritu del bosque. Pero no puedo perdonar a los humanos diría San. Y aunque no va dirigido contra el propio Ashitaka, parece una declaración de intenciones, una realidad latente en toda la película. La maldición es inevitable.

Hay muchos fantasmas hambrientos a nuestro alrededor; muertos por la guerra, la enfermedad o el hambre, y a nadie le importa. ¿Qué sufres una maldición, dices? El mundo está maldito.

La Princesa Mononoke: Una realidad de ensueño y pesadilla

En las más de dos horas que dura el largometraje no hay un solo segundo en el que el ritmo de la historia se rompa o decaiga. No da respiro al espectador y las acciones se van encadenando una tras otra abstrayéndolo totalmente de la realidad. Todo fluye de una manera muy orgánica, las tramas se van entrelazando así como las diferentes perspectivas van construyendo situaciones aún más complejas.

Todos los conflictos abiertos en la historia se acaban vinculando en ese final apocalíptico e inevitable, entre lo mágico y lo oscuro, que relaciona todas las tramas. Que une todas las perspectivas construyendo el caleidoscopio de la realidad más cercana a la verdad. Todo confluye en un mismo drama, en un mismo problema: la destrucción del mundo por la mano humana. Idea que contrasta frontalmente con la belleza de la realidad dibujada.

Reestreno de La Princesa Mononoke.
No te pierdas el reestreno de La Princesa Mononoke, será una experiencia increíble.

Más de 144 mil dibujos, más de la mitad dibujados a mano por el propio Miyazaki, que se dice pronto, y la última película animada de manera tradicional con apenas unos pocos minutos con CGI, quizá por eso también convertida en mito. Y no es para menos. La potencia visual de Mononoke dejaba el listón muy alto.

Y es que Mizayaki consigue dar en un punto clave en el que confluyen muchos elementos. Solo con su animación logra transmitir la violencia, tanto la humana como la instintiva, sin tener nada que ver, pero la vez totalmente hermanadas, y, de igual forma, lo más delicado, lo fantástico y lo asombroso que consigue enganchar al espectador solamente con la visión del corazón del bosque. Que no es poco.

Reestreno de la princesa Mononoke.
La princesa Mononoke rodeada de Kodamas.

¡Vive! 生きろ

Hay un cuidado desmedido en la película, fueron años y años los que Miyazaki dedicó para llegar a la historia tal y como la recibimos hoy. Un trabajo en el que multitud de influencias se combinaban, desde la mitología japonesa hasta los cuentos franceses -en concreto una versión muy libre de La Bella y la Bestia– para llegar a la idea exacta que quería trasmitir.

Conflictos y ambigüedades. Belleza y oscuridad. Pero esa oscuridad no define la película, de hecho es una incitación a la supervivencia, a la vida en sí misma. Miyazaki declararía que quería hacer películas donde, a pesar del odio y la carnicería, la vida sigue mereciendo ser vivida y el póster japonés que anunciaba la película subrayaba esta idea con el eslogan que acompañaba a la imagen: 生きろ (¡Vive!), arrojando luz sobre la historia, una luz que está presente de manera continua en combinación con la oscuridad.

Reestreno de la Princesa Mononoke.

Puede que la belleza venga precisamente de ahí, en un entorno mágico como el bosque que nos dibuja, con seres mágicos como los que encontramos, de esa lucha infatigable por la vida a pesar de la complejidad. Escribía Bolaño que el escritor es como un samurái, que aunque sepa que va a perder la batalla sigue peleando hasta el último momento. Ese es el espíritu de Mononoke, la batalla incansable por la vida, a pesar de la oscuridad. A pesar del final. El acto violento, el acto bellísimo, de agarrarse a la vida.

Una leyenda brillante y oscura que ha vuelto, veinticinco años después a la pantalla grande, para hacer las delicias de aquellos que ya la conocían y de quienes por primera vez podrán desfrutar de una de esas historias que no muere nunca. Mononoke ya es un clásico.