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‘Petite maman’: la película más alegórica de Céline Sciamma sobre la relación madre e hija

La aclamada cineasta francesa Céline Sciamma estrenó el año pasado su último filme. Petite Maman es un relato hermoso que explora la relación madre e hija desde un prisma genuino y alegórico. Una película conmovedora que, a través del género de la fantasía, esboza un panorama tan real como enternecedor.

La cineasta francesa es destacada por sus relatos más íntimos y contemplativos. Ganadora del premio a Mejor Guion en el Festival de Cannes con Retrato de una mujer en llamas (2019). Una película sobre una relación entre dos mujeres, contextualizada en el siglo XVIII. Hermosa obra cinematográfica que se sitúa entre las películas de temática LGTB mejor valoradas. Dentro de esta misma lista, también se encuentra otro filme de la directora como es Tomboy (2011). Una historia sobre un niño trans que es perfectamente abordado, desde la perspectiva más exquisita.

En esta misma línea, se descubre Petite Maman. Donde la cineasta y guionista sitúa su cámara a la altura de las pequeñas. Vinculada a su línea feminista más férrea, esta vez la directora explora la relación entre madre e hija. Desde una perspectiva de lo más genuina. Donde los universos diegéticos y planos temporales son transgredidos de forma extraordinaria. Situando a las protagonistas a la misma altura para que puedan mirarse a los ojos.  

Mi madre siempre me dijo que oír a la otra persona cuando te habla, no es lo mismo que escuchar. “Te escucho”, le dice la protagonista del filme a la otra. Como alegato imprescindible donde se asienta una de las bases fundacionales de Petite maman. Porque no solo es necesario simpatizar con tu madre para entenderla, sino que hay que entrar en su propia piel para así empatizar con ella y crear un vínculo irrompible y honesto. Siendo este, además, uno de los pasos esenciales para dar el gran salto de ser niña a adulta. Pero teniendo la posibilidad de volver siempre a esa esencia infantil que queda relegada al espacio más recóndito. Y es que como bien decía El Principito de Antoine de Saint-Exupéry: “Todas las personas mayores fueron al principio niños (aunque pocas de ellas lo recuerdan)”.

Joséphine y Grabielle Sanz en Petite maman.
Joséphine y Grabielle Sanz en Petite maman.

Las historias más hermosas – y crudas – sobre las relaciones madre e hija en pantalla

La representación de la relación madre e hija en pantalla no es algo novedoso. En la última década múltiples obras cinematográficas la han esbozado. Las películas españolas Viaje al cuarto de una madre (Celia Rico, 2018) o La enfermedad del domingo (Ramón Salazar, 2018), abordaron desde perspectivas muy diferentes, una relación entre madre e hija que pone el foco en el rol de la madre. En cómo los distintos patrones sociales establecidos han guiado las distintas figuras de madre. Figuras repletas de culpabilidad, responsabilidad e incluso remordimiento por actuar de una forma que, quizás, no está aceptada socialmente como ser “una buena madre”. La película estadounidense Tully (Jason Reitman, 2018), es otro gran ejemplo de esta mirada más cruda hacia la maternidad.

Sin embargo, en este presente año hay que destacar de forma incuestionable la película Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa, 2022). En esta producción española, la cineasta debuta de forma extraordinaria con un retrato cercano y conmovedor de las distintas maternidades. Pero, sobre todo, de la relación entre madre hija, la cual va mutando conforme ambas crecen y evolucionan.

En el caso de Petite Maman, esta evolución del arco narrativo de la relación maternal está dibujada de forma impecable. Donde cada trazo bosqueja un aspecto cada vez más profundo de la relación. Todo esto, además, se lleva a cabo desde una mirada empática y tierna que quebranta las normas diegéticas de la narrativa más convencional. Situando en el mismo plano temporal a dos figuras que, en una situación real, no podrían estarlo. Generando así un nuevo escenario donde ambas pueden mirarse a la misma altura. Escucharse y entenderse sin juzgar.

Petite maman.

Petite maman: una historia sustentada por dos pequeñas, pero grandes actrices

La abuela de Nelly acaba de fallecer. Por lo que debe ir a la que fue su casa con sus padres para vaciarla. Su madre (Nina Meurisse) deja a Nelly con su padre (Stéphane Varupenne) para que vacíen la vivienda. En una de sus escapadas al exterior para explorar el lugar donde su madre creció, conoce a la pequeña Marion. El argumento central que funciona como motor de la historia transversal es esta hermosa relación que emerge entre Nelly y Marion.

Las dos pequeñas, son encarnadas por las hermanas Joséphine y Gabrielle Sanz – respectivamente -. Un dúo espectacular que forja un vínculo inexorable. Protagonistas de las risas más espontáneas y naturales que despiertan el aspecto más afectivo de la audiencia. La dirección de menores en rodaje no es tarea fácil. Sin embargo, las pequeñas gemelas hacen parecer que todo es sencillo y fluye con ligereza. Sus interpretaciones son tan excelsas que ni siquiera se intuye que estén haciendo un papel. Ambas juegan, corretean y se ríen con sinceridad creando una atmósfera afectiva impecable que llega a cubrir incluso a la audiencia que observa desde su butaca.

Una de las secuencias más hermosas y simbólicas es aquella donde juegan a interpretar otros papeles. Se intercambian los roles, incluso de género, se ponen en la piel de otros personajes. Y esto simboliza mucho más que un simple juego. Dado que la vida no es más que eso, encarnar distintos papeles en diversos momentos. Para así ir forjando el nuestro propio junto al de las personas que nos rodean. Un camino entre bastidores donde no hay ensayo antes de la actuación final.

Las maravillosas protagonistas de Petite maman.
Las maravillosas protagonistas de Petite maman.

La pantera negra que te acecha en la infancia, y su metamorfosis en la etapa adulta

¿A qué tenías miedo cuando eras pequeño? Le pregunta Nelly a su padre intrigada. ¿Cómo comprender algo tan íntimo e intangible como es el miedo irracional a ciertos aspectos vitales? Si los miedos propios son complejos de descifrar, mucho más arduo resulta el comprender los miedos de las personas que nos rodean. La única forma de llegar a ellos es a través de la empatía. Empatía que se traduce en situarse, literalmente, dentro de la piel de la otra persona. Sentir en tus propios poros cada vello que se eriza cuando la otra persona se encoge de miedo.

Estos miedos irracionales, además, no son inmutables en el tiempo. Sino que van transformándose conforme la persona crece. Uno de los aspectos esenciales del paso de la etapa infantil a la adulta es esa racionalización de ciertos miedos. ¿Por qué ese miedo a la oscuridad? ¿Por qué aquella sombra bajo nuestra cama puede emularnos la pantera negra más feroz? Esas sombras son perfectamente delineadas por la cineasta Céline Sciamma. Así como las luces que se proyectan sobre la pared de aquella casa que poco a poco se va vaciando. Trabajo de fotografía excelso e imprescindible de la mano de Claire Mathon. También responsable de las hermosas imágenes de Retrato de una mujer en llamas.

En Petite Maman los miedos son articulados de forma cuidada. Como ejemplos paradigmáticos de aquellos aspectos que las hijas no entienden de las madres. Pero que las madres comprenden de sus hijas, porque ya transitaron ese lugar. De este modo, Céline Sciamma pone bocabajo las expectativas narrativas de la audiencia para mostrar que, en algunas ocasiones, las niñas pueden empatizar con sus madres y viceversa. Porque todas en algún momento de nuestra vida, también fuimos niñas.