‘Stardust’: un cuento moderno (Parte 1)

Con el paso del tiempo, “Stardust” se ha convertido en una de las obras de fantasía más leídas en el mundo. A lo largo de dos artículos intentaremos explicar por qué. De una gran belleza narrativa y gráfica, sigue los pasos de los Thorn (padre e hijo) desde la pintoresca Villa de “Wall” hasta los confines del mundo de “Faerie”.

 Fumar es un vicio malísimo, estamos de acuerdo. A la hora de ponerme a escribir este artículo, sin embargo, no he podido evitar encenderme una pipa. Los que me conocen saben que no es broma, más bien un deje rancio. Permitídmelo, por favor, porque el libro que pretendo reseñar tiene mucho de eso, de viejo cuento de hadas recitado junto al fuego.

 E imaginaos, ya de paso, a un mamarracho en pijama, en su piso compartido en Alcobendas, fumándose una pipa de abuelo.

Stardust: sonando a cuento de hadas

 Me veo tentado a decir que “Stardust” (publicado por la editorial “Vertigo” en 1997) es un cuento para adultos. Pero y cuál no lo es, pienso.

 Beneficiosos para los niños, sin duda, por su naturaleza simplista, los cuentos de hadas están provistos de una carga simbólica que se comprende y disfruta aún más ya crecidito. Sus luces y sus sombras ayudan al infante a fabricarse una estructura moral al mismo tiempo que se divierte, pero encandilan aún más al adulto, equipado para percibir su multitud de detalles y matices.  

 Para más información sobre ellos, os tengo que recomendar Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas” de Bruno Bettelheim, una lectura interesantísima editada en castellano por “Crítica”.

 La literatura fantástica, por su parte, se nutre de la amplísima tradición de los cuentos de hadas y el folklore popular (que van de la mano). Este género ofrece multitud de oportunidades para contar historias que entretienen, aterran y emocionan; además de hablar de asuntos relevantes y controvertidos, convenientemente camuflados bajo la máscara de la alegoría.

 Por qué algunas personas lo consideran como un género literario menor es algo que se me escapa. Su dilatada historia está llena de éxitos comerciales y de crítica. Sin embargo, hay quien la desdeña todavía. Quizá sea por la baja calidad literaria de algunos títulos que se publican, faltos de imaginación y técnica (en cualquier cesto hay manzanas podridas). Como El Jardín de la Duermevela”, de un tal Sergio Márquez. ¡Puaj!

Hadas y duendes
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Neil Gaiman: el cuentista y su dibujante

 El autor de “Stardust”, sin embargo, no puede considerarse menos que excelente.

 Nacido en 1960, en Portchester, Inglaterra, Neil Gaiman es uno de los novelistas y guionistas de cómic más reconocibles, así como de televisión y cine. Conocido, sobre todo, por obras tales como “The Sandman” y “El Libro del Cementerio”, ha acumulado multitud de premios a lo largo de su dilatada carrera.

 Su marca de fantasía urbana bebe de las narraciones de tradición popular, los ya mencionados cuentos de hadas, la literatura inglesa de los siglos XIX y XX, y los cómics americanos. Estas influencias, entremezcladas, conforman un estilo particular y propio, con tendencias sobrenaturales y góticas.

 “Stardust” le valió se segundo premio de la Sociedad Mitopoética en 1999, colocando un nombre junto a otros ilustres tales como J. R. R. Tolkien, Ursula K. Le Guin, o Manuel Mujica Láinez.

 Pese a haber sido distribuido por “DC Comics”, “Stardust” no puede considerarse una historieta. Sin embargo, el texto se apoya y entremezcla constantemente en el dibujo, mucho más de lo habitual en cualquier otro libro ilustrado.

 El artista tras esta maravilla gráfica es Charles Vess, nueve años mayor que Gaiman, y natural de Lynchburg, Norteamérica. Hechos a mano, sus dibujos son tan responsables del encanto de la obra como el texto, si no más. No en vano, “Stardust” es un libro tan hermoso de leer como de contemplar, al estilo de aquellos ilustrados por Arthur Rackham, Ronald Embleton, o Alphonse Mucha.

Stardust: Al otro lado del muro

La Villa de Wall
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 La historia transcurre en la Villa de “Wall” (“muro” en inglés). A Wall se llega tras una noche de viaje desde Londres, atravesando una carretera atestada de coches, que desemboca en un camino soñoliento en mitad de un tupido bosque.

 Wall es una metáfora de todos los lugares al borde de lo sobrenatural en el folklore o la ficción (el espacio que separa al humano del “otro”, la habitación contigua a la que habitan los fantasmas). Toma su nombre del muro de granito que lo delimita y colinda, al este, con el mundo de “Faerie”. Para acceder a este lugar mágico, hay tan solo una brecha abierta.

 Desde ahí puede verse un prado, un riachuelo y, finalmente, una congregación de árboles entre los cuales se atisban figuras y sombras danzarinas, apareciendo y desapareciendo a capricho. Dos guardias custodian la brecha día y noche, cerrando el paso al otro lado. Solo descansan una vez cada nueve años, siempre en 1 de mayo. En esta fecha muy concreta, se abre la vía para que los humanos puedan mezclarse con los seres feéricos, para su fascinación y espanto.

La aventura romántica de Dunstan Thorn

 “Stardust” comienza a mediados del siglo XIX, en la juventud de la Reina Victoria. Dunstan Thorn es un muchacho de Wall que trabaja en la granja de su padre, y apenas acaba de cumplir la mayoría de edad.

 La mañana de un primero de mayo, rebasa el muro para internarse en el mercado feérico. En este, los habitantes de Faerie comercian con productos tales como amuletos, reliquias, pociones, y demás enseres de extraordinaria factura.

El mercado feérico
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 Marchando entre los tenderetes con una sensación incómoda, Dunstan topa con uno en el que se venden flores. Una blanca llama poderosamente su atención. La tendera es una mujer joven de piel morena, ojos violetas, y puntiagudas orejas de gato que asoman por su melena de rizos negros. El flechazo entre ambos es inmediato. ¿El precio de la flor? Que Dunstan vuelva a la linde del bosque a la caída del sol y se reencuentre con la tendera antes de que pliegue el mercado y no vuelva hasta nueve años después.

 El chico hace esto mismo, claro, y ahí esta ella. La tendera envuelve el aire con una fragancia que atraviesa los poros de Dunstan, embriagándolo. Entonces yacen sobre la hierba y copulan como si estuviesen inventando el amor.

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Stardust.

 Justo después, los carromatos del mercado comienzan a moverse y la mujer gatuna se marcha por donde vino. A la media noche, Dunstan vuelve taciturno a casa, como de un sueño.

 Pasan los meses, y el hijo del granjero se casa con Daisy Hempstock, una chica de Wall. Al poco, aparece un canasto al otro lado de la brecha. Los guardias se acercan y comprueban que hay un bebé adentro, entre mantas. Sujeta con un alfiler, tiene una nota escrita a mano en la que puede leerse su nombre: “Tristran Thorn”.

CONTINUARÁ

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