·

‘Velvet’: reformulando el espionaje femenino

Velvet revitaliza el género del espionaje con Velvet Templeton, una protagonista femenina que desafía estereotipos, situándose en el centro de una trama llena de acción y misterio. La serie de cómics, obra de Ed Brubaker y Steve Epting, rompe con las convenciones tradicionales, no solo entretiene, sino que también redefine el papel de la mujer en el mundo del espionaje, marcando un hito en la representación femenina dentro del género.

Velvet, de Ed Brubaker y Steve Epting.
Velvet, de Ed Brubaker y Steve Epting.

Velvet: el espionaje no solo es cosa de hombres

En el mejor de los casos, el espionaje se trata de una profesión inquietante. Según el lado desde el que se cuente la historia, la figura del espía ejerce un acto heroico o una atroz traición. Remontándonos a las primeras guerras de la Antigüedad y llegando hasta nuestros días, la necesidad del espionaje es un arma de la que se precia cualquier estado. O, mejor dicho, utiliza ese recurso de manera constante bajo las sombras.

Pronto, los espías poblaron pronto las páginas de la literatura popular, alcanzando de inmediato una hegemonía en la masculinidad de sus protagonistas. Edward Phillips Oppenheim abrió una puerta hacia tipos viriles que iban por libre y presentaban sus propios códigos, ajenos al resto de la sociedad imperante. Con el tiempo, hallaríamos el máximo exponente a través de la afamadísima presencia de James Bond, el agente 007, con licencia para matar y seducir a las más sofisticadas agentes del enemigo.

Voces tan autorizadas de la cultura pop como Alan Moore han denunciado que el celuloide dulcificó la personalidad de Bond, mucho más irritante y desagradable en los textos de Ian Fleming que en el celuloide de la mano de galanes como Sean Connery o Pierce Brosnan, entre otros. Sin querer contradecir al genio de Northampton, resulta incuestionable que nos hallamos frente a un excepcional ejercicio de marketing por parte de la United Artists.  

Su influjo trajo aparejadas muchísimas situaciones que perpetuaban sus clichés, si bien rara vez con el mismo eco en la taquilla que el modelo original. Sea como fuere, unas cintas de aventuras trepidantes donde los oponentes eran genios malévolos con secuaces de gran fuerza física, con las célebres chicas Bond como reclamo publicitario. Por fortuna, el noveno arte ha demostrado que hay otras vías a explorar en el género.

Chicas Bond.
Algunas chicas Bond.

Velvet: escudados en el noir

Ed Brubaker es un nombre que necesita poca presentación para las personas amantes de las viñetas. Nacido en Maryland a la altura de 1966, en muchas ocasiones sus sólidos argumentos parecen una evocación de eso que podríamos denominar como la nostalgia por lo no vivido. Por edad, Brubaker nunca pudo escribir en Black Mask o inventar a un detective capaz de rivalizar con Sam Spade o Philip Marlowe. De cualquier modo, lo fascinante es que en otro multiverso habría sido capaz.

A la altura de 2013, justo cuando iba a explotar la idea de espionaje que le rondaba la cabeza, su posición en la industria norteamericana de las viñetas era muy sólida. Había tenido periplos realmente afortunados con iconos de la historieta como el Capitán América. Se acumularon elogios por su forma de convertir las aventuras del Centinela de la Libertad en un verdadero thriller, hasta el punto de que su forma de recuperar a Bucky Barnes supuso una jugada que los hermanos Russo resucitaron para rodar Capitán América: El Soldado de Invierno (2014).

Eso sí, no lo hizo solo. Aparte de otra buena nómina de hábiles dibujantes, existía consenso entre crítica y público para señalar que sus instantes de mayor gloria con Steve Rogers ocurrieron acompañado del lápiz de Steve Epting. Un artista sagaz para narrar, contundente sin caer en lo hiperbólico para mostrar la violencia. Mostrando una cinefilia equiparable a la de su guionista, Epting había llevado a la pareja sádica conformada por Calavera y Pecado a un velado homenaje a Asesinos natos (1994).

Especialmente por su don para evocar reminiscencias al pulso soviético-norteamericano, Brubaker y su artista estrella fueron capaces de convertir al buen capitán en alguien digno de las narraciones de Fleming. Ahora querían dar un giro de tuerca a través de una dama especial.

Capitán América y el Soldado de invierno. Arte de Steve Epting.
Capitán América y el Soldado de invierno. Arte de Steve Epting.

Velvet: Cherchez la femme

Una hábil espía no era atípica en la ficción comiquera estadounidense. Natasha Romanoff o Sharon Carter podían dar cuenta de ello en la propia Marvel. Con todo, podríamos convenir que la primera comenzó siendo el típico estereotipo soviético de femme fatale creado para hacer la vida imposible a Iron Man. Por fortuna, fue evolucionando a unos postulados distintos que llevaron incluso al estreno de Viuda negra (2021).

En el caso de Carter, asimismo llamada agente 13, era una presencia muy llamativa, aunque inicialmente relegada al rol de ayudante o reclamo romántico del Capitán América. Brubaker quería colocar una pieza similar, pero ubicándola desde la primera casilla como el epicentro de la trama. De hecho, tenía varios recuerdos que afloraban en su cabeza y comentaba con Epting de manera recurrente.

Una era ver a su padre leyendo las novelas de John le Carré, algo que le hizo amar para siempre aquellas tramas de persecuciones y engaños con el pulso soviético-americano entre bambalinas. La segunda era un giro argumental que, a juicio de un incipiente escritor, era impensable que no hubiera podido ocurrir antes. En las películas de Bond, era frecuente la presencia de secundarias como Moneypenny, mujeres que estaban próximas a los círculos donde se trazaban las líneas maestras de los agentes dobles y los escenarios de actuación.

¿No sería bonito romper las paredes de lo convencional y epatar a la audiencia? Velvet nos sacude con un primer acto difícilmente superable. Se nos habla del clásico agente todoterreno, capaz de desentrañar cualquier misión imposible. Su nombre en clave era X-14 y su asesinato deja a su organización verdaderamente conmocionada. Nuestro héroe clásico ha caído en una trampa interna y quien lo va a resolver es Velvet Templeton, una muy eficaz secretaria de enigmático pasado.

Velvet Templeton. arte de Steve Epting.
Velvet Templeton. Arte de Steve Epting.

ARC-7 coloreada por Elisabeth Breitweiser

Brubaker y Epting no inventan la pólvora al presentar el engranaje al que pertenecía X-14. Todo es de un corte y factura clásica muy típicos. La gran diferencia es que aquí tenemos a Moneypenny tomando las riendas y buscando resolver el deceso de su Bond particular. Por el camino, demostrará unas destrezas que en nada deberían envidiar a las de esos espías que solamente reparan en ella para mirar sus piernas y escote.

El lápiz de Epting refleja a la protagonista como una mujer que ya está en su madurez, algo que también reviste de no poco interés. Para ello tiene un reforzamiento impecable y que debe destacarse en cualquier reseña sobre este thriller. Nos referimos claro, a la colorista Elisabeth Breitweiser, perfecta a la hora de añadir la tonalidad adecuada en cada instante sin despeinarse.

Como en todo grupo de inteligencia que se precie, hay una colosal figura en la cima. ARC-7 se rige en sus designios de la mano de Manning, el clásico jefe poderoso de despacho que podríamos encontrar en El topo (2011) de Tomas Alfredson. Gente que bajo su mesa puede dar órdenes que destruyan naciones y que manejan secretos capaces de hacer tambalearse a las élites.

Manteniendo una de las premisas de oro de cualquier obra de cine negro, las pesquisas de Velvet la llevarán a cuestionar la investigación oficial del departamento. Cuando todo señala a que X-14 cayó por obra del curtido Frank Lancaster, un colega de profesión de gran experiencia, ella intuye que todo encaja con demasiada facilidad. Si el sabueso del pulp suele ser solitario y algo ajeno a su sociedad, en Templeton eso se acentúa por estar en plena década de los setenta del pasado siglo y ser una mujer en un marco profesional repleto de machismo.

Velvet. Arte de Steve Epting.
Velvet. Arte de Steve Epting.

Velvet: sin corsés victorianos

Disfrutar de la sexualidad sin ataduras parece un denominador común de Bond y sus imitadores. En realidad, es un recurso narrativo lógico. Son personajes acostumbradas a vivir al filo de la navaja, soportando una gran tensión y peligros. Sorprende poco que aprovechen la más mínima oportunidad que tengan de obtener un affaire sin saber si verán el próximo amanecer.

Velvet es un cómic que rehúye de negar ese atributo a su protagonista. La señorita Templeton no pretende ser una excepción a esa regla, lo atractivo de estas viñetas es poder verlo bajo la óptica femenina, algo infrecuente para este género. Así lo apreciamos en una delicada misión en Belgrado donde necesita de manera urgente información sobre un ministro. A través de un hábil coqueteo con el apuesto ayudante del gran hombre, Velvet logra convencerlo de cumplir una fantasía que siempre ha tenido de tener relaciones en la oficina.

Steve Epting sabe ser explícito y elegante a partes iguales, jugando con las sombras para no caer en la vulgaridad y mostrar a la protagonista, consumada la pasión, buscando con precisión a través de una linterna la documentación que ansiaba. No se omite su momento de placer y cómo lo olvida de inmediato en aras de su objetivo, mientras su incauto ligue de esa noche cae presa de un plácido sueño.

Habituados a Bond haciendo suspirar a delicadas secretarias, resulta estimulante ver un relato a la inversa. Como uno de los mejores agentes de la organización pensará para sus adentros, muchos espías pensaron haber conquistado a Templeton cuando ha sido al contrario, puesto que ella sabe ocultar, cual Jano, las dos realidades de su rostro mucho mejor que ellos.

Al igual que en Bond, en ella conviven el uniforme y la lencería, las armas arrojadizas combinadas con sofisticados vestidos venecianos.

Velvet: El mechón blanco

Tanto Elisabeth Breitweiser como Steve Epting trabajaron mucho la impresión física que deja Velvet Templeton en la saga. Una dama madura, alta y de cabellos negros salpicados con un mechón blanco que otorga una gran singularidad a su estampa, acompañada de un rostro tan duro como atractivo, fácilmente reconocible por su lunar sobre los labios. Sin duda, en el mundo real sería una persona que podríamos retener en la memoria, pese a habernos cruzado solamente un par de veces con ella. Poseedora de un aroma propio que escapa a los cánones de la belleza artificial de publicidad con filtros.

En el caso de Epting, la espía reconvertida en secretaria tras un suceso traumático era algo que había meditado por mucho tiempo: “Ed y yo llevábamos hablando de Velvet entre nosotros alrededor de seis años antes siquiera de ponerme a dibujar una sola página”. Ese cariño y cuidado facilita hacer una historia verosímil. Por supuesto, viajaremos a los escenarios típicos de estos relatos. Como muestra, la ciudad de Mónaco y sus exclusivos casinos. De cualquier modo, a diferencia de varios blockbusters, aquí están al servicio de personajes bien construidos y a los que deseamos seguir, más allá de las explosiones de coches.

A lo largo de quince cómics a sus espaldas, Velvet culminó su odisea en 2016. El título tardó bastante en ser editado en castellano, si bien actualmente disfrutamos incluso de un tomo único, editado en tapa dura, a cargo de Panini Comics, con varios extras de mucho interés que indagan en el papel del espionaje en la cultura de masas y el rol que inicialmente había desempeñado las presencias femeninas en los mismos.

De hecho, que el arco quede tan bien cerrado por Brubaker y su equipo artístico amenaza con convertir a Templeton en una heroína de culto.

velvet.
Velvet. Arte de Steve Epting.

La redención

Cuando Alan Moore emplea a un remedo de James Bond en la célebre cabecera de La Liga de los Hombres Extraordinarios, hay un claro propósito de ridiculización e incluso cebarse a costa de algunos de los aspectos más irritantes del agente con licencia para matar. En Brubaker, se aprecia desde el principio un auténtico gusto por el género y respeto de fan hacia sus emblemas.

Epting y él propone una ampliación de horizontes antes que una destrucción. De hecho, el papel de X-14 en los flashbacks no resulta ni desagradable ni antipático. Como todos los integrantes de esta absorbente aventura setentera, se puede colocar muchos grises alrededor de aquello que representa. La propia Velvet, claramente carismática y fascinante, es asimismo presentada en sus cuadros de pensamiento como alguien con sus propios defectos y demonios, algo que al público le permite entender sus claros y oscuros como si se un pariente cercano se tratase.

Si rastreamos en la deliciosa entrevista de Terrence R. Wandtke en Ed Brubaker: Conversations (2016), el célebre guionista es un apasionado de la época de la Guerra Fría, era que evoca en los flashbacks, plagados de sabor y autenticidad. Sin negar ese amor por lo nostálgico, Velvet siempre se pone al servicio de las emociones y no al contrario, puesto que, por muy interesante que sea la investigación, siempre prima cómo la afecta emocionalmente a ella, en particular en lo relativo a su antiguo matrimonio.

Todo ello acompasado por la paleta azul de Breitweiser para sumergirnos en una noche profunda y misteriosa, tal vez en uno de los mejores trabajos de la afamada colorista, lo cual es decir muchísimo. Nos hallamos ante una aportación exquisita a todo un género, un tributo al pasado incorporando con sagacidad los elementos novedosos que entonces no tenían cabida.

Velvet. Arte de Steve Epting.
Velvet. Arte de Steve Epting.

Miss Velvet goes to Washington

En la capital estadounidense ocurren algunos de los eventos decisivos para la resolución del asunto Templeton. El círculo es cerrado de una manera tan prodigiosa que casi da miedo pensar que algunas almas intrépidas y creativas osen traer de vuelta una obra tan bien cerrada. El edificio levantado por un equipo artístico en estado de gracia admitirá pocas comparaciones.

Sea como fuere, superada esa impresión inicial, empezamos a imaginar que la dama con un lunar sobre los labios no evitará su descanso en la playa para volver a meterse en líos. O, en otra tentación a la que dejarnos caer con gusto, que hay alguna saga tan audaz como para querer contarnos cómo fueron realmente sus primeros años, cuando era la mejor espía de la organización por su memoria fotográfica y sangre fría.

A little touch of Velvet.