Entrevista a Alauda Ruiz de Azúa: “Me hace feliz que el público acepte que una película le incomode”
Los domingos se estrenará en cines el 24 de octubre y no puede llegar con mejor carta de presentación. Ganadora de la Concha de Oro en la última edición del Festival de San Sebastián, la nueva película de la directora Alauda Ruiz de Azúa es un placer de principio a fin. Y no porque te meza en unas cálidas aguas ni porque te acaricie con la complacencia de una pluma. Nada de eso. Esta película incomoda, invita a pensar, nos trata como adultos.
Tras el huracán emocional de Cinco lobitos y de la tremenda serie, Querer, la directora y guionista vasca regresa con una historia que afronta los problemas de cada. Una película que no grita, sino que escucha: los ruidos de una casa, los pensamientos de una adolescente que se enfrenta a su futuro, las conversaciones que tardan en llegar y explotan precipitadas, las soledades…
Los domingos ha conquistado al público y la crítica en Donosti, y lo más probable es que lo haga con todos los que se paren a verla, a reflexionarla, a sentirla. Ruiz de Azúa filma lo cotidiano con una sensibilidad que recuerda a los grandes retratistas del cine europeo, pero con una voz muy propia. Hablamos con ella.
Hablamos con Alauda Ruiz de Azúa
– ¿Cómo nació la idea de llevar al cine esta historia?
Pues la verdad es que mi curiosidad o mi fascinación por el tema de la vocación religiosa viene de lejos. Cuando era más joven viví una historia en mi entorno: una chica que ingresó en una orden religiosa. Aquello me produjo mucha curiosidad. Yo era muy joven también en aquella época y tenía una educación laica, no era una persona creyente, pero me generó mucha curiosidad aquella historia.
Eso se quedó ahí porque, ya te digo, yo era muy joven…, pero a medida que pasó el tiempo siempre fue un tema que me fascinó bastante. Seguí leyendo sobre el tema, investigando un poco, y me di cuenta de que este tema, el de la vocación religiosa, suele generar mucho conflicto en la familia una vez que las chicas lo decían.
Entonces, después de rodar Cinco lobitos, hablando con los productores sobre la posibilidad de llevar a cabo un nuevo proyecto, les comenté que tenía esa curiosidad por este tema desde hace tiempo. Y es verdad que después de hacer Cinco lobitos y de explorar el tema de la familia, como que también encontré el ángulo desde el que abordar esta historia: desde un punto de vista que era más el del viaje de la familia en torno a esa persona adolescente o muy joven que, de repente, dice que se está planteando ingresar en una orden religiosa.
– Si una joven como el personaje de Ainara en la película se plantea ingresar en la Iglesia, convertirse en monja, entiendo que en una familia religiosa puede ser algo positivo, ¿o no tiene por qué?
Pues precisamente una de las de las ideas preconcebidas que se me fueron cayendo cuando comencé a investigar más a fondo sobre el tema fue que incluso en familias creyentes o en familias que han enviado a sus hijos a colegios religiosos, también resulta un shock y genera mucho rechazo. Puede parecer una contradicción, y eso también me parecía muy interesante. Que suceda en una familia religiosa, resulta como la expresión más radical de esa creencia y eso no suele aceptarse bien. Las familias pelean mucho porque esa persona con vocación no ingrese finalmente.

No todo el cine tiene que ser complaciente. Es valioso cuando una historia te invita a reflexionar y a emocionarte
Alauda Ruiz de Azúa
– En este sentido, ¿te has apoyado en testimonios de casos reales?
Sí, a ver, estoy siendo bastante discreta a la hora de contar exactamente cómo, con quién o cuándo he estado o he hablado, pero sí, he podido tener conversaciones y acceder a historias de primera mano. De chicas que habían pasado por procesos de discernimiento vocacional, que no todas terminan entrando, y también de algunas que sí entraron o incluso que entraron y luego salieron. También he hablado con familiares.
Para mí, una de las partes más enriquecedoras a nivel creativo es intentar entender al otro. Y en eso, lo bonito del cine es que te permite tener una conversación más íntima con la gente. Como no va a salir publicado en ningún sitio, te cuentan muchas cosas.
– ¿De qué forma ha influido en la película tu propia relación con la fe o la religión?
Pues la verdad es que yo también he tenido que preguntarme cuáles eran mis sensaciones, mis conflictos y mis prejuicios en torno al tema de la fe. No soy una persona creyente y, además, he tenido una educación laica. Pero siempre he intentado mantener una mirada abierta.
Tengo una vocación bastante humanista en el cine que hago; casi siempre me guía el deseo de comprender por qué ocurre lo que ocurre, por qué alguien podría tomar una decisión así. Desde mi no creencia, he intentado, a través del personaje de Ainara (Blanca Soroa) y su punto de vista, respetar que el relato de ellas es el de la intervención divina, por decirlo de alguna manera. Pero, como narradora, en la película exploro la hipótesis de que una vocación también puede construirse desde un lugar más terrenal, desde la vulnerabilidad, desde la búsqueda de refugio o de una familia que, a su vez, también tiene sus grietas.
Y, por otro lado, también me interesan esas dinámicas religiosas que pueden ser cuestionables, porque al final son procesos que viven personas muy jóvenes y que muchas veces se desarrollan en la intimidad, casi en secreto. Pero también hay adultos del mundo religioso que intervienen, y todo eso me parecía relevante. Supongo que mi relación con lo religioso, desde mi no creencia, ha hecho que me fije en determinadas cuestiones.
– Las actrices y actores están espectaculares, sobre todo Blanca Soroa en el papel protagonista. ¿Cómo definirías tu forma de dirigir actores?
La verdad es que intento ser bastante específica a la hora de escuchar y pensar qué conviene a cada actor o actriz, o a cada escena en concreto. En esta película, por ejemplo, el trabajo fue muy distinto con Patricia López Arnaiz que con Blanca Soroa, que interpreta a Ainara.
Patricia es una actriz con muchísima experiencia, es increíble, una todoterreno. En cambio, Blanca venía del caso contrario: no había hecho nada, ni un rodaje, ni una grabación, ni siquiera una obra de teatro. Así que eran trabajos muy diferentes.
Con Patricia, el proceso se centró más en los ensayos, en encontrar capas y motivaciones del personaje, aspectos más emocionales o más ocultos que añadieran profundidad y contradicciones. Con Blanca, en cambio, fue un trabajo desde cero, muy poco a poco: primero entender que esto tiene algo de juego, que no puedes tomártelo demasiado en serio; que hay que estar relajada, comprender qué cosas te activan emocionalmente o te llevan a los estados que luego vas a necesitar en el rodaje. Todo eso, siempre desde el juego y desde el aprendizaje.
Además, en esta película había mucho trabajo coral. Es la película más coral que he hecho, porque tenía que construir una familia, un coro, una orden religiosa. Y eso también requiere trabajo: cada grupo o comunidad tiene su propia energía, sus propias reglas de juego. En los ensayos hicimos simulacros, como comidas familiares o ejercicios para recrear la vida en el convento…

– Algo así como trabajar con el conjunto del grupo que interactúa, no solo a nivel individual, ¿no?
Sí; por ejemplo, en el caso de la comunidad religiosa, se supone que son personas que llevan años viviendo juntas, prácticamente en silencio. Eso genera una energía muy especial. No puedes llegar el primer día de rodaje y esperar que surja sola; tienes que construirla antes.
– La película no deja indiferente… ¿Qué tipo de reacción querías provocar en el público? No sé si te lo has planteado…
Bueno, la verdad es que no estoy teniendo todavía muchas reacciones, aunque sí he vivido dos o tres pases muy bonitos, ya con público. En el festival de Donosti y, por ejemplo, hace unos días en Barcelona, que fue el primer coloquio con gente “de la calle”, digamos, que no eran del entorno del cine.
En el fondo creo que es una película muy emocional. Desde el principio pensé que la conversación o el debate más intelectual era algo que debía quedarse en cada espectador. Yo ponía sobre la mesa las preguntas y la mirada en las zonas que me parecían cuestionables —tanto de lo religioso como de la familia—, pero ese debate era más para cada uno, para lo que quisiera reflexionar o compartir después.
En cambio, la emoción sí era algo que quería trabajar de forma más consciente: llevar al espectador a ese punto emocional. Sin hacer demasiado spoiler, digamos que la película plantea qué pasa cuando, de alguna manera, se abren abismos dentro de esa familia, cuando algo se desmorona.
El pase de Barcelona, por ejemplo, fue muy bonito. Como la película termina en un punto muy emocional, el público salió removido, pero desde un lugar bonito, desde una sensación de haber sido tocado de alguna forma. Al final, todos somos humanos, todos lidiamos con la pérdida y con la complejidad de las relaciones.
El espectador ha entrado muy bien en ese juego de recibir preguntas más que respuestas
Alauda Ruiz de Azúa
– Quería compartir contigo algo que me ha pasado al ver la película. Me ha parecido que hay un cierto paralelismo entre cómo vive una persona la religión —o cómo alguien se implica profundamente en una institución religiosa— y otras formas de pertenencia u obediencia que existen hoy en día… Centrado sobre todo en el comportamiento del ser humano en estos contextos.
No tenía nada tan específico en mente, pero sí puedo relacionarlo con una idea que me sobrevolaba durante todo el proceso creativo. Y es que, a veces, cuando estás dentro de una institución (que incluso puede ser la familia, porque al final también es una institución), entras en un entorno donde existen dogmas, certezas que se te presentan como absolutas, incuestionables.
Y es curioso, porque creo que hay personas que encuentran en eso una sensación de seguridad, de tranquilidad, incluso de refugio. Lo contrario, que es donde se sitúan personajes como Maite (Patricia López Arnáiz) en la película, en ese otro lado, por decirlo así, implica enfrentarse a la incertidumbre, a una conversación más viva, continua e incierta sobre quién eres, qué quieres o por qué haces lo que haces.
Creo que eso sí sobrevuela la película: hasta qué punto algunas personas pueden encontrar refugio en un dogma, en algo absoluto, fuera del cuestionamiento. Y cómo esa seguridad, si bien no es necesariamente felicidad, puede llegar a parecerlo, dependiendo de lo vulnerable o fuerte que te encuentres en ese momento.

– Me parece muy interesante también la elección musical que has hecho en la película. No sé si querías que también tuviera un peso importante…
Cuanto empecé a escribir sobre el coro en el guion, me vi en la tesitura de tener que elegir qué canciones iba a cantar. Y ahí se despertó la idea de que podía convertirse en la banda sonora de la película.
La música coral tiene algo muy espiritual, más allá de cualquier religión concreta. Tiene una profundidad especial. Y, como la película juega mucho con los espejos y los reflejos, me pareció bonito que también existiera una espiritualidad que no fuera necesariamente religiosa. Para mí, ese coro de chavales haciendo versiones de canciones como Into My Arms o Aitormena tiene precisamente esa cualidad.
– Por último, ¿con qué te quedas a nivel personal después de dirigir Los domingos?
Me quedo con que, aunque la película todavía no se ha estrenado, los pases que hemos hecho hasta ahora han sido muy especiales. La gente no solo ha entendido la propuesta, que es la de dejar espacio al espectador para reflexionar sin imponerle nada, sino que además lo ha agradecido mucho. Han entrado muy bien en ese juego de recibir preguntas más que respuestas.
Yo sentía que había un riesgo, y por eso he salido realmente feliz al comprobar que se puede confiar en el público. Que se nos puede tratar como adultos, que nos puede apetecer que una película nos coloque en un lugar incómodo.
No todo el cine tiene que ser complaciente. Está muy bien que existan películas que busquen complacer o la evasión, pero también es valioso cuando una historia te invita a reflexionar y a emocionarte desde otro lugar.
Cuestionario furioso de Alauda Ruiz de Azúa
Película favorita: Cualquiera de Kore Eda.
Serie preferida: Mad Men.
Libro de cabecera: Cualquiera de Annie Ernaux.
Cómic favorito: Fun Home de Alison Bechdel.
Cantante/grupo de música: Johny Cash/ The Magnetic Fields.
Artista plástico favorito: David Hockney.
Miedo tecnológico: Miedo a la pérdida de privacidad.
Foto de portada: Gabriel De la Morena.