Crítica a ‘The Crown’, cuarta temporada: Confrontación, Thatcher y Lady Di

Después de una época marcada por la desgracia a nivel global solo había una cosa que podía levantarme el ánimo, algo que sabía que no me decepcionaría ni por un solo segundo, ni con una maldita escena: el estreno de la cuarta temporada de The Crown.

Cuando llega noviembre algo ya se nota en el ambiente, hace frío, hay niebla y eso solo puede significar que her majesty the queen is coming.

Olivia Coleman, Queen Elizabeth II en The Crown

Personalmente me resulta, a la vez, muy fácil y muy difícil hablar de esta serie. Para poder desgranarla con detalle habría que hacer una tesis doctoral. Como no es plan estas son mil palabras de mí alabando The Crown.

La temporada cuatro era algo que muchos fanses estábamos esperando desde el inicio de la serie. A medida que avanzaban los capítulos, y se disfrutaban, por supuesto, se veía llegar el momento: la historia de Lady Di.

Si no conoces los hechos reales y odias el spoiler, no sigas leyendo a menos que ya hayas visto la cuarta temporada de The Crown.

La recapitulación

Antes de entrar en materia conviene recapitular un poco y ver qué pasó, a nivel metafórico, en el resto de las temporadas. Yo The Crown la veo muy rápido, pero la voy rumiando todo el año e incluso volviéndola a ver, o viendo algún capítulo específico que me haya gustado más. Trato de buscar un adjetivo que englobe el tema del que habla cada una (sí, porque soy una friki, don’t judge).

En la primera lo tuve muy claro, el tema central era el poder. Concretamente, la ascensión al poder de Lilibet. La segunda, después de pensarlo un poco, llegué a la conclusión de que iba sobre el matrimonio, ya que el de la reina y el duque de Edimburgo es el hilo conductor de la trama, sumado al amorío y boda de Margaret con el fotógrafo.

A la tercera le he estado dando vueltas durante casi un año y aún no estoy segura de cómo definirla, pero creo que la madurez sería el concepto. Aquí ya cambian los actores por otros más mayores y el final de la temporada hace referencia a los 25 años que lleva la reina en el trono. Como añadido a esto en la cuarta temporada de The Crown tienen mucho más protagonismo los hijos de la reina, con lo cual parecen haberles dejado paso en la tercera para que se luzcan, así que me encaja lo de la madurez.

Poder, matrimonio, madurez y…

Llegamos a la última y creo que la clave para saber el tema está en el capítulo dos. En el primero Diana y Charles se conocen de una manera espectacular, que yo pensaba que llevaría a un bonito romance, al menos al principio, pero no.

En el segundo Diana va a Balmoral, el castillo que tiene la familia real en Escocia. Es momento de presentarla y ver si la aceptarían como esposa de Charles. Ese fin de semana un ciervo enorme aparece en las tierras de Balmoral y la familia se vuelve loca intentando cazarlo. Finalmente, el duque de Edimburgo, con mucho menos protagonismo en esta temporada lamentablemente, consigue cazarlo gracias a llevarse a Diana con él.

Diana y el príncipe Carlos

La cabeza del pobre animal es colgada en un salón enorme justo frente a otra presa cazada hace años. El simbolismo de esta historia del ciervo es brutal y, siendo The Crown como es, totalmente metafórico. Por eso creo que la cuarta temporada de The Crown gira en torno a la confrontación. La de Diana con Charles, la de la reina con Margaret Thatcher, entre Charles y su familia o entre Diana y la propia reina.

En esta entrega de la serie Lady Di es protagonista absoluta, pero también lo es Margaret Thatcher, interpretadas por Emma Corrin y Gillian Anderson, respectivamente. Me parece tontería comentar lo bien que lo hace el reparto o los efectos técnicos o las imágenes medidas y cargadas de fuerza porque, hola, estamos hablando de The Crown y en ese sentido es perfecta.

La cuarta temporada de The Crown capítulo a capítulo

Sí hay algo técnico, creo o no sé si será cosa mía, que merece la pena reseñar. El personaje de Lady Di está narrado con mucho cariño y delicadeza, especialmente en los primeros episodios, alargando primeros planos de su cara y poniendo mucho el foco en ella. Esto es lógico, saben que es una trama muy importante y que ella ha quedado como el personaje más encantador, querido y genuino de toda la Casa Real británica y no solo en Gran Bretaña, sino en todo el mundo. Lady Di forma parte de la cultura pop y del imaginario colectivo, es un símbolo.

Es devastadora su historia, pero también la del príncipe Charles. En el capítulo tres, además de tener una fabulosa escena de Diana paseando en patines y escuchando música de los ochenta por el Buckingham Palace, hay otra en la que Margaret, la hermana de la reina, advierte a esta y su madre para que detengan la inminente boda.

Margaret, porque lo ha sufrido ella misma, sabe que Charles no está enamorado y que se casa por la presión que la familia ejerce sobre él. Como heredero al trono debe casarse y tener mínimo dos hijos. Entonces la reina va a buscar a su hijo para hablar. Aunque bueno, no se le puede llamar hablar a eso, es más aleccionar.

Le habla del matrimonio de su tatarabuela y blablablá, mientras él mira por la ventana los fuegos artificiales de la calle, que celebran su próximo enlace y llora amargamente, pero de una manera tan breathtaking que se me ponen los pelos como escarpias si lo pienso. Josh O’Connor está espectacularísimo.

Ecuador

Ocurren muchas cosas curiosas en la serie, siempre contándonos algo más por debajo, el subtexto. En el capítulo cuatro el hijo de Thatcher se pierde en el desierto mientras participaba en el París Dakar. En el cinco un tal Michael Fagan se cuela, no una sino dos veces, en el palacio real para hablar con la reina después de que le hayan mareado en todas las instituciones burocráticas y se encuentre entre los 3 millones de parados de la época.

Una vez en el seis quizá se puede decir que empieza el fenómeno Lady Di. Ella y Charles, además del pequeño William, se van de gira a Australia y ahí podemos ver cómo Charles odia que Diana capte todas las miradas y la atención. Pero no es solo él, que está claro que necesita a una Camilla Parker Bowles en su vida que le ría las gracias, sino que su hermana, la princesa Ana, también demuestra una envidia atroz por la princesa de Gales.

The Crown. Netflix.

Y es aquí, donde creo que entra el segundo tema importante de la serie, que complementa perfectamente el de la confrontación. Se trata de la envidia. Algo que el ciervo también nos muestra al quedar colgado de la pared delante de otro ciervo, lo que implica que el más viejo ahora tiene un fuerte competidor.

El capítulo 8 empieza con un flashback de la reina en Sudáfrica, es el de la confrontación real entre Thatcher y la reina, y claro… un flashback de la reina solo puede significar que en pantalla aparece Claire Foy, a la que personalmente echo de menos porque es increíble y punto.

Cambio de ritmo

En general, me da la sensación de que hay un cambio de tono o ritmo en la serie. Quizá sea porque se escucha música de los ochenta o porque los personajes de Thatcher y Lady Di aportan frescura. No es menos cierto que, como he mencionado antes, los jóvenes son mucho más protagonistas aquí que la reina, Margaret o el duque de Edimburgo.

El hecho de que el último episodio se titule Guerra refuerza mi teoría sobre la confrontación. No puede tener un título más acertado, desde luego. Pero también me he dado cuenta de que el título mismo de la serie es un acierto inmenso. Obviamente, vale, se llama The Crown y va sobre la familia real británica, hasta ahí todo ok. Pero la cosa va más allá, ya que todos están supeditados a la corona, especialmente los que viven bajo su ala, es decir, la fucking familia real (quizá era demasiado obvio, pero yo no lo había pensado bien hasta ahora).

La mirada de Lady Di. The Crown

Así lo demuestra la escena de Charles devastado por su matrimonio con Diana o, en anteriores temporadas, los desencuentros de Margaret con Elizabeth por no poder casarse con quien ella quería. La corona hace que todos tengan que renunciar a lo que quieren (y sean máquinas frías y sin sentimientos) y puede que, porque Lady Di no quiso renunciar, se acercó al pueblo al tiempo que se levantaba un muro con su familia política.

En resumen:

No decepciona, no sobra ni una escena, ni un diálogo, ni una imagen, todo está calculado, medido y, sobre todo, tiene un por qué. Hay que destacar, que Peter Morgan escribe toda la maldita temporada solo, excepto el capítulo cinco, coescrito con Jonathan D. Wilson. Desde aquí, Peter Morgan, si me lees, no tengo palabras para la magia que haces, para mí eres Dios.