Crítica ‘Madres paralelas’: un país que olvida es un país condenado
El periodista y escritor Eduardo Galeano es el encargado de cerrar el último plano de Madres paralelas, la nueva película de Pedro Almodóvar, con esta cita: «Por mucho que se la intente silenciar, la historia humana se niega a callarse la boca». Incluir esta frase en la película ha sido sinónimo de excesivo didactismo político para algunos. Pero Galeano siempre puede ser un excelente broche final, y ciertamente, ¿no nos hacen falta importantes dosis de didactismo para comprender la urgente necesidad de invertir en memoria histórica? En las cunetas españolas sigue habiendo más de 100.000 desaparecidos durante la Guerra Civil y el franquismo.
(Este artículo puede contener spoilers)
Un país de dolores enquistados
Si alguien me preguntase ahora mismo cuáles son los temas más importantes que aborda el director manchego en Madres paralelas, sería sencillo responder: la maternidad y la memoria histórica. Pero la última cinta de Almodóvar ahonda en algo mucho más profundo: las relaciones y los lazos entre las personas que trascienden el paso del tiempo y que van desde lo íntimo a lo colectivo.
Trata de toda esa complejidad de emociones que se enmarañan bajo las pieles, de dolores enquistados por el paso del tiempo, pero también va de vergüenzas y de odios compartidos. Del eterno enfrentamiento que subyace en este país de tragedias, remilgos y sainetes cuando nos olvidamos del fútbol y la fiesta.
No te diré que Madres paralelas sea un peliculón de quedarte contrapuesto durante días, pero sí es una película más que aceptable y muy necesaria en los tiempos que corren. Almodóvar hila cada vez más fino y mantiene con esta última cinta el mismo buen sabor de boca que nos dejó con su personalísima Dolor y gloria. Sigue purgando y destilando sus pensamientos, recuerdos y vivencias más profundas para ofrecérnoslas en un acto de absoluta honestidad, franqueza y generosidad.
Madres paralelas: víctimas y verdugos
Maternidad y memoria histórica. Los dos grandes temas de la película. ¿Existe un paralelismo más allá de ‘las maternidades paralelas’ de las protagonistas? ¿Qué nos quiere contar el cineasta? Perdona, que esté pensando en alto…, pero no dejo de darle vueltas.
¿No es acaso cualquier nacimiento un compendio genético y vivencial de todo lo anterior? De todo lo que arrastramos, bueno y malo. Esos locos bajitos que se pasean con nuestros gestos, como decía Serrat, son el futuro, pero también son el pasado y la memoria en sí mismos. Son la mezcla de lo que otros ya han sido, han vivido y han sufrido. Son también quienes deben recordar un pasado nada decoroso para tratar de enmendar los errores, o al menos, no repetirlos. No blanquear ni olvidar las muertes de quienes les precedieron, fueran víctimas o verdugos.
En este sentido, es especialmente esclarecedora una de las escenas que comparten Penélope Cruz (Janis), una fotógrafa de éxito, de pueblo y residente en Madrid, y Milena Smit (Ana), una adolescente que se ha quedado embarazada sin desearlo. Ambas han compartido habitación de hospital antes de dar a luz. Después, mantienen la relación fuera él. Un día, mientras cocinan en casa de Janis, la fotógrafa le pregunta a Ana si sabe algo sobre memoria histórica, a lo que Ana responde que ni idea. A Janis le llevan los demonios, ya que el tema le afecta directamente porque mantiene un compromiso desde hace décadas para exhumar la fosa común que hay en su pueblo.
Y supongo que esa es la aplastante realidad. El olvido que se ha tratado de imponer a las nuevas generaciones bajo la manida excusa de no reabrir viejas heridas. De hecho, es el propio personaje de Ana el que menciona “las viejas heridas que no hay que tocar”.
Las heridas están y seguirán estando. Seguirán sangrando y continuarán envenenando a quienes se saben y se sienten heridos. Se debe reconocer sin reparos el daño sufrido y otorgar una sepultura digna a todas las personas asesinadas.
La vida sigue igual
Porque todo eso pasó hace mucho tiempo y parece que por eso mismo ya no importa. La vida sigue igual. La gente va a trabajar todos los días, salen miles de licenciados al año, explotan volcanes, esperamos a las vacaciones, compramos el euromillón, nos cortamos el pelo, cambiamos de trabajo, de pareja, de ciudad, vemos el último hit de Netflix a ver si es para tanto… Muere gente y nace otra nueva. Y la vida sigue igual.
En Madres paralelas esa suma de los días a lo Isabel Allende, la cotidianeidad, las cosas normales de la vida (eso sí, con ese punto melodramático, enrevesado y de tonalidad saturada marca de la casa Almodóvar) es el contrapunto perfecto, el espejo en el que reconocernos mientras se acerca la traca final: el toque de atención que nos recuerda que la memoria histórica sigue pendiente y nos afecta a todos y todas.
No puedo acabar esta crítica sin mencionar la excelente interpretación de Penélope Cruz en el papel de Janis, sin olvidarnos de una excepcional Rossy de Palma, que no se puede ser más grande. Milena Smit está muy correcta y ha defendido bien un personaje que no era nada sencillo. Sin embargo, no la hemos visto brillar como en No matarás de David Victori. Creo que Milena puede dar mucho más y lo hará.
Si estás pensando ir a ver la película de Almodóvar, te animamos a que lo hagas. Hasta la fecha, una de sus mejores películas junto a Dolor y gloria, Volver o La mala educación.