‘El amor en fuga’: El ciclo Doinel de Truffaut (IV)
El amor en fuga (1979) es la cinta que cierra las aventuras del pillo Antoine que comenzasen allá por 1959, inaugurando la Nouvelle Vague. El broche de oro del ciclo fue calificado por el propio Truffaut como una estafa. L’amour en fuite no le gustó, aunque consiguió gran éxito en taquilla, que dio para recaudar lo que la productora necesitaba. En definitiva, al público le encantó.
“¡Qué tristeza las películas sin mujeres! Detesto las películas de guerra, excepto en el momento en que un soldado saca de su bolsillo una fotografía de una mujer y la mira”. Esta frase de François Truffaut dice mucho sobre su pensamiento y relación con las mujeres. Por un lado, su admiración por ellas es tal que las convierte en objetos de deseo, pero por el otro, la representación de las féminas en su ciclo sobre Antoine Doinel acaba mostrándolas fuertes y seguras. Plantando cara a un Doinel inmaduro, indeciso y algo pusilánime.
Una obra de madurez
El arranque de El amor en fuga es probablemente el mejor inicio de este ciclo de películas. Incluso por delante de Los cuatrocientos golpes, que comienza con una suerte de declaración de amor a París con planos de la ciudad (algo que Woody Allen repetiría en Midnight in Paris).
Vemos una habitación en penumbra, una chica en una cama. Antoine se está vistiendo, tiene prisa, pero tras intentar persuadirle para que se quede con palabras, Sabine apaga la luz y se abalanza sobre él. En ese instante comienza a sonar el tema L’amour en fuite, compuesto específicamente para el filme.
La sorpresa, el encanto de Sabine y la música, lo convierten en un principio tierno y adorable. No obstante, la cruda verdad de la historia es que ese día Antoine se divorcia de mutuo acuerdo de Christine. La escena de ambos yendo al juzgado en coche vuelve a enternecer al espectador, pues los dos van recordando cómo ha sido su relación y parece que se quedan con lo bueno, no hay rencor.
A la salida de los tribunales, sin verla la expareja, se topan con Colette, el primer amor de Antoine. Es abogada y también está divorciada. Ella siente curiosidad por cómo le va a Antoine y acaba comprando su novela. Así es como sabemos que el protagonista ha conseguido su propósito de publicar un libro, Les salades de l’amour (Los líos del amor).
La historia de este largometraje es un repaso por todos los amores de Antoine, incluida su madre. El trabajo de Truffaut es más maduro y sereno, si bien es cierto que su álter ego no ha cambiado en nada. Sigue siendo incapaz de comprometerse y sigue persiguiendo a las chicas, a pesar de declarar estar enamorado de Sabine.
El protagonismo de ellas
Lo cierto es que el tiempo en pantalla de Antoine, sin saberlo a ciencia cierta, parece ser menos en El amor en fuga. Colette, encarnada por Marie-France Pisier, brilla en su interpretación y se echa de menos ver más a Claude Jade en su papel de Christine. Son ellas las que tienen más voz durante la historia, pero la figura de Antoine sigue presente y sus conversaciones giran en torno a él.
En un momento dado Christine y Colette se encuentran porque las dos están buscando a Sabine, que se ha distanciado de Antoine a su vez porque este no es capaz de comprometerse. Las dos ex de Antoine comienzan a hablar y Christine le cuenta a Colette que su exmarido le había sido infiel con Lilian, una ilustradora que acabó siendo muy amiga del personaje de Jade.
Lilian le dice a Christine algo que parece que ninguna otra pareja de Antoine se ha atrevido a decir: “Antoine necesita una esposa, una amante, una hermanita, una enfermera, una nodriza… Y yo me veo incapaz de encarnar todos esos roles a la vez”.
Truffaut se parafrasea a sí mismo en Domicilio Conyugal, en esa genial escena, en la que Antoine le dice a Christine que es su hermana pequeña, su hija, su madre. Se nos muestra, de este modo, que Doinel no cambia, así como el propio François fue siempre un mujeriego incapaz de comprometerse de verdad.
Adiós Doinel, adiós Léaud, adiós Truffaut
Si bien como cierre del ciclo Doinel el final de El amor en fuga no parece brillar en exceso, la película en su conjunto es un bonito homenaje a los actores que han participado en el proyecto. A ese triángulo Truffaut-Léaud-Doinel, que derivó en una relación profesional y personal entrañable entre el director y su actor fetiche.
Truffaut no solo se metió al público en el bolsillo con todas y cada una de las películas protagonizadas por Antoine Doinel, sino que consiguió tener una gran influencia en cineastas contemporáneos. El más representativo de ellos es Richard Linklater con su serie Antes, conformada por las películas Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013) y que llevó un paso más allá eso de filmar a un actor en el devenir de los años con Boyhood (2014).
Durante esta última película de Doinel, el espectador ve flashbacks de las anteriores cintas. Recordando el viacrucis vivido por el personaje y los buenos momentos que ha regalado Truffaut a la historia del cine (no se pueden olvidar escenas como aquella en la que Antoine, frente al espejo de Besos Robados, repite los nombres de Fabienne Tabar, Christine Darbon y el suyo propio; o aquella otra de Domicilio Conyugal en que se destapa la infidelidad de Doinel con la japonesa Kyoko).
Por supuesto, tenía que haber una mención más. Y es que en El amor en fuga, Antoine se cruza con un amante de su madre. Esta murió y su hijo ni siquiera fue al funeral. El amante, Lucien, tiene una idea opuesta de la madre del joven, la ve como un alma cándida que amaba a su hijo. Antoine le acompaña al cementerio para ver dónde está enterrada y después de eso se despide con cariño, y un asomo de melancolía, de Lucien. Sin duda es una de las escenas más significativas del filme, teniendo en cuenta que los padres de Doinel no aparecen en la historia desde Los cuatrocientos golpes.
Este primer relato y El amor en fuga constituyen los pilares de las peripecias narradas por Truffaut. Está claro que parte de la inspiración viene de su vida, pero como sucede con la novela de Antoine, muchos hechos estarán alterados o directamente inventados, no hay que olvidar que la ficción, hasta en las autobiografías, sigue siendo ficción.