Frente de Liberación de Mujeres Afganas

Un capítulo de la novela El misterio del cine, Editorial Quadrivium, 2018

Conocí en la Filmoteca a un tipo un poco ido que bamboleaba la cabeza, se puso a charlar conmigo en la cola para ver una película de Dino Risi. Me habló de un amigo suyo que recordaba todas las películas de romanos, me dijo que debería conocerlo.

Días después me llevó a la casa de su amigo Cristian, vivía en la calle Ave María y tenía una sala de estar repleta de películas. Me tomé un whisky mientras me contaba su historia. Estaba en una silla de ruedas y le faltaba un ojo, pero oía bastante bien, el olfato lo había perdido completamente.

“Un día me pondré a investigar sobre la película masticable -dijo-, cómo convertir las películas en comida”. Yo tenía ganas de saber cómo se había puesto así. “He estado en Afganistán -dijo- luchando con el Arliwo, ¿no lo conoce usted? Es el Frente de Liberación de Mujeres, dicho en inglés. Un grupo de mujeres se organizó en las montañas del Norte y empezó una lucha armada contra los talibanes. Como estos tipos son unos trogloditas y no se puede argumentar con ellos, hay que defender la dignidad de las mujeres por la fuerza. Ya que ellos las tratan como animales hay que darles en las narices. El grupo lo fundó una afgana que estudia en Londres, Kunda, la pretendieron violar los pashtunes, pero se lio a golpes con tres de ellos y se escapó de Kandahar. Después se fue a Londres y me enamoré de ella en un pub. Ella no me siguió el rollo, pero me fui a luchar a su lado a Afganistán, yo era el único hombre del grupo”.

 “Tendrán apoyo de Europa -dije- o al menos de los americanos, por ahora estáis en el mismo bando”. “Nada de eso -dijo Cristian-, la Agencia nos considera un grupo exclusivista radical y no quieren equivocarse como otras veces. Y a Europa le importan un pimiento las mujeres de Afganistán, incluso hay periodistas que publican artículos chuscos sobre los talibanes para parecer progres.  Tenemos que luchar solos, solo nos apoya una millonaria sueca que no puedo nombrar. A veces asaltamos convoyes de los pashtunes y les hacemos bastante daño. Pero para la prensa occidental no existimos”. “No -dije-, nunca había oído hablar de vosotros”.

Los pashtunes, también conocidos por su apreciado gen de los ojos verdes. Frente de liberación de mujeres afganas.
Los pashtunes, también conocidos por su apreciado gen de los ojos verdes.

“Queremos hacer una película sobre nuestra lucha para distribuirla en Occidente. Son las películas las que mueven a la gente, no hay nada como ver las cosas, la imagen es lo más intenso de todo”. “Sí -dije-, la imagen tiene un poder misterioso como dice Bioy Casares”. “No sé quién es ese tipo. Pero conseguimos a un director francés que estuvo en varias guerras, Michel Louvois, y se implicó un guionista norteamericano, Pat Mahou. Entonces Kuna, la jefa, hizo una incursión y secuestró a un líder de los talibanes”.

“Durante un tiempo lo sometió a una dieta especial para que se le aclarasen las ideas. Después le dijo: joder, aquí me tienes, para ti soy un animal, tengo que estar sometida a ti, pero he leído mil veces más libros que tú, y no tienes ni para besarme el culo, ¿De dónde coño sacas que las mujeres tenemos que andar metidas en sacos?”  El talibán se mantenía en sus convicciones inquebrantables, pero después se fue calentando y tuvieron un debate durante varias noches. Kuna le nombró a su madre, a su tía, a su hermana, al Corán, a los profetas, las leyendas de los pashtunes, las historias del imperio afagano. Le sacaba una argumentación vertiginosa que lo mareaba, le contaba miles de historias y le citaba versículos de los profetas. Y luego obligaba al talibán a comer a la fuerza para que recuperara energía. El francés rodaba y salió una película muy intensa, pero luego lo mataron en Pakistán. Y no hay forma de distribuir la película”.