‘Saltburn’, belleza, riqueza y poder, ¿lo quieres o lo odias?
Estas navidades se estrenó en Prime Video, Saltburn, la nueva película de Emerald Fennell, directora de Una joven prometedora, uno de los grandes hits de 2020. Su primer film demostró que Fennell sabe contar historias, que tiene muy buen gusto y que no ha aparecido en el panorama audiovisual para complacer a todos. Saltburn confirma que todo eso no fue producto de la casualidad y la coloca en un lugar muy a tener en cuenta si queremos saber hacia dónde se dirige el nuevo cine de autor de este siglo.
Aviso de SPOILERS.
Saltburn está protagonizado por Barry Keoghan, uno de los mejores actores de su generación. Un nuevo y oscuro Dustin Hoffman que nos inquieta y atrapa en cuanto aparece en la pantalla. Le acompañan, Jacob Elordi (muchas ganas de verlo como Elvis en Priscilla de Sofia Coppolla), Rosamund Pike, Richard E. Grant, Archie Madekwe y Sadie Soverall. En la película también volvemos a ver a Carey Mulligan, protagonista de Una joven prometedora, en un personaje cargado de dolor y desencanto.
Saltburn, cuando ser un inadaptado se convierte en virtud
Saltburn nos cuenta la historia de Oliver Quick, un joven de clase media, sin amigos y poco atractivo que aterriza en una clasista universidad. Parece tímido e inseguro. Un raro. Un friki que igual te puede dar pena o miedo. De esos de los que no se puede esperar nada… o esperar de todo. El primer chico que se le acerca, como no podría de ser de otra manera, es otro inadaptado. Otro chico raro, inteligente y sin amigos (Ewan Mitchell, uno de los protagonistas de La casa del dragón). Pero Oliver solo tiene ojos para Felix (Jacob Elordi), un apuesto y exitoso joven rodeado de su grupo de acólitos.
Oliver acaba conociendo a Felix, descubriendo que, además de su pulida apariencia, es muy buen tipo. Tanto, que lo acepta como amigo siendo él un desconocido. Oliver le habla de su particular historia, de la desgracia que ha acompañado su vida, y Felix, un ricachón altruista y generoso como pocos, se enternece y le invita a pasar una temporada en su “mansión”.
El hogar de Felix es Saltburn, una especie de enorme castillo lleno de historia, arte, snobismo, extravagancia e incluso un laberinto. Al comienzo, Oli parece sentirse extraño, pero poco a poco, comenzará a estar más cómodo entre los lujos de ese lugar y de una vida llena de excesos, sexo y desenfreno que parece no tener fin.
Saltburn, no todo lo que es oro brilla
En Saltburn, nada es lo que parece. La familia de Felix, el servicio y esas paredes, esconden más de lo que muestran. Lo mismo ocurre con la película de Emerald Fennell. A simple vista, podría parecer que Saltburn es todo artificio, que su forma se come la historia que nos quieren contar, que sus 4:3 son un antojo y que la directora todo lo soluciona con preciosas imágenes y una fotografía maravillosa. Nada más lejos de la realidad.
En Saltburn, se habla de una característica adolescente y juvenil algo incómoda. Esa que les hace mentir sin ningún tipo de pudor para poder agradar a sus pares. Para poder ser más “grandes” de lo que son, no en edad, sino en experiencias y emociones. Mentir sin escrúpulos sobre ti mismo en una etapa vital en la que lo que más se valora es la lealtad y la verdad. Todo para agradar, para no sentirte solo, para llegar a estar cerca de quien admiras.
Porque, ¿quién no ha tenido un “Felix” en la vida? Alguien inalcanzable del que te gusta absolutamente todo. Alguien que te hace sentir feliz y por el que harías cualquier cosa al nivel del miedo que tienes de que deje de estar contigo. ¿Acaso las redes no están llenas de “Olivers” intentándose acercar a sus “Felix”?
Saltburn ilustra muy bien ese tipo de relaciones, ese tipo de comportamientos que últimamente trascienden a más de una etapa de la vida. Una actitud que es muy fácil ver y criticar en el otro o la otra y muy difícil de ver y/o aceptar en una misma.
Saltburn y la magia del teatro
Esta película ha polarizado la opinión del público y la crítica. Están esos y esas a los que les gusta, y después existe un buen puñado de personas que opinan que Saltburn no es más que un videoclip de más de dos horas. Gente que dijo lo mismo de la obra Ridley y Tony Scott, o David Fincher en los 80 y 90, y ahora bebe los vientos por esos autores.
También están los que critican algunas de las escenas más interesantes y poderosas de la película. Una escena de sexo oral que rompe tabúes sobre la menstruación rodada con un gusto exquisito y que evoca un halo de vampirismo gótico excepcional. Otra escena sexual cargada de simbolismo y de esa magia teatral que tan difícil es de trasladar al cine, en el que su protagonista profana una tumba, y la memorable escena final en la que se vuelve a romper un nuevo tabú, normalizando el desnudo masculino y mostrando la danzarina y saltarina genitalia de Barry Keoghan.
En definitiva, estamos ante una bella obra que bebe de diferentes corrientes artísticas, que intenta romper moldes sobre algunos asuntos que le interesan a su directora. Que cuenta una historia cargada de pasión, mentiras, amor y odio. Que formula una dura crítica a las élites sociales desde un personaje armado con la justa y vengativa espada de Damocles, que ni es pobre, ni desamparado, ni desfavorecido.
Saltburn es una obra que ensalza y admira la belleza y que, como un perturbador Robin Hood, la roba para ella y nos la exhibe sin ningún tipo de pudor o vergüenza. Sin duda, una de las mejores películas de 2023.
Saludos furiosos!