‘Men’, de Alex Garland: ¿Todos los hombres son iguales?

Después de sorprender a propios y extraños en el Festival de Cannes de este año, el 22 de julio se estrena en cines, Men, la nueva película de Alex Garland, el novelista, guionista y director fetiche de los amantes de la ciencia ficción que da el salto al cine de terror.

Como Garland es uno mis autores favoritos, afronté la película con todo el hype del mundo, pero, claro, eso no es bueno… Mirarlo desde ese lugar puede hacer que te decepcione, que el film no esté a la altura de tus expectativas, que tengas un mal día y no disfrutes de la película o que sufras cualquier otra cabalística y aciaga situación que no te haga valorar la obra. Sea como sea, la película me encantó. Men me agarró con fuerza y no me soltó hasta que aparecieron los créditos finales. Men es una película que hay que ver con la mente abierta. Me recordó un poco a Mother! de Darren Aronofsky, otra película que no te gustará si esperas que te cuenten las historias masticadas y regurgitadas para tu fácil comprensión. Así que, sin más dilación, os voy a explicar lo que me pareció.

Men: Historia de un duelo

Men nos cuenta la historia de Harper (la maravillosa Jessie Buckley), una chica que sufre una dolorosa tragedia personal. Harper decide retirarse sola a la hermosa campiña inglesa. En un pequeño y solitario pueblo alquila una preciosa casa con la esperanza de haber encontrado un lugar para sanar. Pero alguien o algo de los bosques circundantes parece estar acechándola. Lo que comienza como un pavor a fuego lento se convierte en una pesadilla completamente formada y habitada por sus recuerdos y miedos más oscuros. Eso es lo que encontraremos en la nueva película de terror febril y cambiante del visionario cineasta Alex Garland.

Jessie Buckley es Harper en Men.
Jessie Buckley es Harper en Men.

Jessie Buckley es la protagonista de una historia de terror atípica y extremadamente original que pone el foco en la masculinidad tóxica. En eso tan arraigado y normalizado en muchos hombres como es la condescendencia hacia las mujeres, verlas como seres pecaminosos e inferiores; objetos a los que culpar de tu fracaso, de tu inseguridad o incluso de tu propia muerte. Esa manipulación masculina que avanza sin fronteras hacia el dolor de la mujer. Esa forma horrible de fortalecer la desigualdad de género y justificar el maltrato psicológico e incluso físico.

Todo eso que debe ser un hombre: vencedor, luchador, trabajador, fuerte, valiente, poderoso, violento, dominante; son tan solo adjetivos que producen dolor a la sociedad y a ellos mismos, cuando no a las mujeres.

Esa sociedad nuestra tan cristiana, parece que tenga grabado a fuego en sus genes lo de que Eva se creó de una costilla de Adán para acabar destrozándolo todo al comerse una manzana que, como una caja de Pandora, parecía albergar todos los males del mundo.

Alex Garland utiliza mucho de la religión y de esa caduca masculinidad para dar miedo, y vaya si lo consigue. Las secuencias finales de la película son completamente inolvidables.

Men, de Alex Garland.
Men, de Alex Garland. Cuidado con esas manzanas….

Los hombres de Men

Además de la portentosa interpretación de Jessie Buckley, nos encontramos con la del genio inglés Rory Kinnear, uno de los mejores actores de su generación. Lo que hace en esta película es de otro planeta. Su talento demuestra que no tiene límites. El trabajo de Kinnear personifica toda esa toxicidad de la que hablaba en el párrafo anterior. Lo hace de una forma para nada grotesca ni sobreactuada, desde esa sutilidad que el propio Garland hace gala en su afilado guion, o en su cada vez más personal forma de planificar sus fascinantes historias.

Rory Kinnear en Men.
Rory Kinnear en Men.

El arte cinematográfico de Garland es sereno y preciso. Nada sobra. Nada falta. Lo cuidado de los encuadres de sus imágenes, lo que contienen, la ausencia de arbitrariedad cromática y el uso que hace del sonido, da sentido a eso que dicen de que el cine reúne al resto de las artes. Su dirección es impecable.

La fotografía corre a cargo de Rob Hardy y su particular banda sonora es de Geoff Barrow y Ben Salisbury. Los tres llevan trabajando con Garland desde Ex Machina, su ópera prima, y entienden su fascinante mundo a la perfección.

Men.
Men.

El primero pinta las imágenes de esa frialdad cargada de misterio que necesita la historia y capta la naturaleza desde un lugar en el que parece otorgarle una perturbadora y amenazante vida. Una naturaleza que me recordó a la ofrecida por Ben Weathley en In the Earth.

Y los segundos escriben una partitura seductora, atmosférica y única. Mejor escucharla para entender a lo que me refiero:

Tampoco me quiero olvidar de la interpretación de Paapa Essiedu, el actor que interpreta a la pareja de Harper. Sin duda, la llave maestra a la puerta que guarda todos los misterios de Men.

¿Soy culpable?

¿Cuántas veces nos hemos hecho esa pregunta? La protagonista de Men, se la hace y no tiene una respuesta clara al respecto. Alex Garland se la hace a sus espectadores y es difícil responderle rápido y con franqueza. Él también se la ha hecho y su película es la respuesta.

¿Qué es lo que esconderá esa máscara? Men, de Alex Garland.
¿Qué es lo que esconderá esa máscara? Men, de Alex Garland.

Garland es un director que escribe personajes de mujeres de mil y una capas. Mujeres de verdad, con sus fortalezas y debilidades. Con todo lo que las hace humanas. Es muy interesante su forma de tratar el género femenino. Tanto en Ex Machina, Annihilation o su imprescindible serie Devs, la importancia del género femenino es mayúscula. No solo por el hecho de que todas estén protagonizadas por mujeres, sino porque lo femenino es algo que impregna todas sus historias. Ya sea por su capacidad de generar vida como por su forma de dirigir, organizar y vivir desde un lugar en el que, tan solo por el hecho de ser mujer, una sufre una serie de conflictos externos e internos intrínsecos al género.

En Men, mantiene ese punto de vista y ahora decide darnos miedo desde ese lugar. Al acabar la película, su mensaje resuena sin parar en nuestra cabeza como ese último eco que nos dice que algo anda mal pero que aún podemos arreglarlo.

Saludos furiosos.