‘Club Zero’: ¿cómo es posible una alimentación consciente en una sociedad totalmente inconsciente?
La reconocida cineasta Jessica Hausner estrena, Club Zero, en la Sección Oficial del Festival de cine de Sevilla con una apuesta arriesgada y mordaz. Una sátira muy inteligente y ácida sobre los privilegios de la clase alta y las nuevas tendencias como la alimentación consciente.
La directora austriaca, junto a Géraldine Bajard en el guion, pone en escena a la profesora Novak dentro de un internado muy prestigioso de talentos. Esta nueva adquisición en el equipo docente tiene como objetivo enseñar a su alumnado a alimentarse de forma consciente. Pero ¿en qué consiste esto de la alimentación consciente? Suena tan extravagante como Jessica Hausner lo pinta. Y literalmente parece que lo pinta, dado que la puesta en escena construida, así como el vestuario, son sensacionales, con una saturación de colores tan estridentes como el propio argumento de la cinta.
Nominada a Mejor Película en el Festival de Cannes, así como en el propio SEFF, esta pieza cinematográfica se erige como una de las críticas sociales con conciencia de clase más audaces y satíricas. El argumento es de una crudeza implacable, al igual que lo son sus personajes, música y puesta en escena. La clase alta – muy alta -, blanca y normativa se convierte en el centro de la diana. Tal y como ya hizo de forma excepcional White Lotus (HBO, 2021-) en su primera temporada, estas familias adineradas son puestas en evidencia en circunstancias extremas.
En el caso de la cinta de Hausner, el hilo transversal que anuda cada secuencia se forja sobre las nuevas tendencias y las estridencias de una nueva generación que, nacida entre tanto privilegio, ya ni siquiera sabe en qué creer. Una adolescencia atiborrada de informaciones, fake news, deep fakes y una expansión del negacionismo, que saturan sus mentes hasta el punto de no saber qué pensar.
Club Zero: los trastornos alimenticios y la adolescencia en el punto de mira
Cuántas veces hemos escuchado cosas como: “la Coca Cola Zero produce cáncer”, “las cabezas de las gambas son dañinas para la salud”, etc. Los mitos y los bulos sobre lo que debemos o debemos consumir están a la orden del día. No hay forma segura de salir del sistema capitalista, porque de una forma u otra, sus tentáculos te alcanzan allá a donde vayas. Porque el simple hecho de intentar escapar al capitalismo no es más que otra técnica del propio sistema para volver a absorberte. Y la adolescencia es uno de los sectores etarios más vulnerables en este sentido.
La publicidad, así como cualquier información difundida en la red se convierte en un peligro inminente para aquel o aquella adolescente que navegue sin pensamiento crítico. Si a esto le sumamos un contexto familiar y económico privilegiado, cuya educación es cuestionable, se convierten en el objetivo perfecto para ser los y las protagonistas de la historia contemporánea más macabra que se enmarca en Club Zero.
Entre las tendencias y mensajes dañinos que la actualidad fomenta, uno que siempre ha existido y se va renovando con el tiempo es el de los trastornos alimenticios. Las adolescentes han sido siempre las más afectadas debido a la violencia estructural sufrida a través de los cánones de belleza establecidos. “Las mujeres deben estar delgadas y atractivas”, y este mensaje ha calado tan hondo que la anorexia y la bulimia se han convertido en trastornos que deberían preocupar a toda la sociedad.
Sin embargo, el subtexto de la película de Jessica Hausner no solo aborda este aspecto, sino otros como el veganismo, el cambio climático o incluso la “dieta prana” que consiste en alimentarse del aire y el sol… Múltiples ideas que la adolescencia tiene en mente porque las absorbe de internet, pero no sabe cómo gestionar, dando como resultado una plastilina maleable que incluso podría llegar a creer que quizás, lo más sano sería reducir el consumo de alimentos ¿hasta qué límite?
Club Zero: puesta en escena, vestuario y banda sonora como engranajes imprescindibles para una película redonda
El cine no solo se construye sobre guiones, sino que su mayor virtud reside en el compendio de aspectos cinematográficos que dan forma al relato y lo terminan por exponer en pantalla. Club Zero es un gran ejemplo de cómo el trabajo de puesta en escena, vestuario y banda sonora dan forma a una película redonda a todos los niveles.
Hay directores como Wes Anderson o Eduardo Casanova que son destacados por su peculiar puesta en escena. Sus estilos visuales se han convertido en su marca autoral más característica. Jessica Hausner ya en su anterior filme Little Joe (2019) hizo una apuesta más arriesgada con respecto a este aspecto. Algo que recupera y magnifica en Club Zero, convirtiéndolo en uno de los recursos más potentes y atractivos de la cinta. Junto a ello, es destacable también la banda sonora original, galardonada en el Festival de Sitges. Markus Binder se descubre como un director musical con muchísimo potencial, el cual aporta la fuerza necesaria para cada giro dramático.
Finalmente, el último engranaje que no puede faltar es la actuación estelar de Mia Wasikowska en su papel como la profesora Novak. La sobriedad y frialdad con la que el personaje habla y se mueve son estremecedores. Con un tono dulce y apacible se construye un personaje escalofriante e impactante. Un elenco que se completa con las exquisitas actuaciones de su alumnado, destacando el papel de Ksenia Devriendt como Elsa, junto a su madre interpretada de forma sobresaliente por Elsa Zylberstein.
Club Zero: una crítica social mordaz donde los privilegios se convierten en una pesadilla
La magistral serie La Mesías (Movistar+, 2023), recientemente estrenada y nominada a múltiples galardones, reconstruye una historia real sobre una secta católica extremista liderada por una madre que mantiene encerradas a sus hijas y las hace virales a través de vídeos musicales religiosos. Un argumento tan espeluznante que no parece que sea real. Pero lo es.
En la nueva película de Jessica Hausner se lleva a un ámbito privado lo que está ocurriendo a nivel global: un/a líder que gracias a unas ideas aparentemente inconcebibles consigue el lavado de cerebro de ciertas personas que la siguen con una fe ciega. Ideas que incluso niegan las evidencias científicas. Y aunque parezca también una ficción, esto no es más que el reflejo de una realidad que hemos vivido muy recientemente: con el negacionismo de las vacunas, con el terraplanismo o incluso con la incredulidad ante la nieve que caía en Madrid hace un par de años.
En la era de internet y las inteligencias artificiales, cualquier persona se ve en la potestad de cuestionar todo aquello que ha sido demostrado. Así, hay ciertas historias que se esbozan en la ficción que parece que nunca podrán ocurrir en la realidad, pero ¿y si la ficción es más real de lo que parece?