¿Por qué la comedia no se valora como el drama?

La risa, al igual que el llanto, es o bien una reacción ante algún estímulo o pensamiento, o bien, un mecanismo de desahogo que sirve como medio para expresar un sentimiento. La comedia y el drama son los géneros por antonomasia, pero hay uno que está mejor visto, en general.

El drama se considera algo serio, profundo y que merece la pena, quizá algo que pueda estar más cercano al arte. Mientras que la comedia se suele asociar con lo superfluo, lo vano y el mero entretenimiento.

Imagen de Dos tontos muy tontos, una de las comedias más vistas.
Imagen de Dos tontos muy tontos, una de las comedias más vistas.

Una verdad socialmente aceptada

Está generalmente aceptado que hacer reír es más complicado que hacer llorar. Los sentimientos de pérdida, tristeza o duelo son universales y muy reconocibles, con lo que es más fácil acertar con aquello que va a atacar directamente a esas emociones en un espectador.

Sin embargo, con la risa es más difícil. Hay cosas que nos hacen gracia a todos o a una mayoría considerable, pero teniendo en cuenta que el humor se suele basar en el contexto, el subtexto y los detalles, todo se vuelve más complejo. Si se hacen chistes sobre un determinado acento, sobre alguna costumbre típica de una región o sobre algo muy característico de un lugar, ya no todo el mundo va a tener una reacción parecida. La comedia deja de apelar a lo universal para centrarse en lo concreto y es uno de los factores que hacen que sea más difícil hacer reír a un público general.

A esto se añade el hecho de que un aliciente a la comedia es la espontaneidad, algo que desaparece, o se difumina mucho, cuando hay un guion de por medio y hace que el proceso de casting sea más complicado, por necesitar actores con una naturalidad y facilidad para la improvisación inherente a ellos.

Reconocimientos y premios

Si se hace una revisión rápida de las películas que han sido premiadas en los Goya y los Oscar (por tener un referente nacional y otro internacional), la inmensa mayoría, salvo algunas excepciones, son dramas. Sin ir más lejos, las premiadas de este año fueron Las niñas en la gala patria y Nomadland en los Oscar. Dos filmes que representan bastante bien lo que es un drama.

En honor a la verdad, hay que recocer que en España en los últimos años sí ha habido un largometraje de comedia que se ha alzado con una estatuilla a mejor película. Se trata de Campeones, de Javier Fesser, en 2019. En los Oscar el espectro es más abierto, también en 2019 se puede considerar que la cinta premia es una comedia, Green Book. No obstante, tanto Campeones como Green Book pertenecen a un género híbrido, entre la risa y el llanto, la dramedia. Este género combina elementos típicos de la comedia con elementos típicos del drama y que crea una conjunción que suele funcionar bastante bien en taquilla.

Reparto principal de la película Campeones, dirigida por Javier Fesser.
Reparto principal de la película Campeones, dirigida por Javier Fesser. Un buen ejemplo de dramedia.

Si repasamos las últimas premiadas de los Oscar y vamos desde Green Book hacia atrás, cada película hasta 2010 es un drama. Ejemplos de ello son La forma del agua, Moonlight, Spotlight, Birdman, Doce años de esclavitud o Argo, entre otras. Es decir, en los últimos 10 años solo una dramedia ha sido premiada como mejor película en los premios más importantes del cine a nivel mundial.

Por qué la comedia no sube de nivel

La comedia se suele asociar con lo subversivo, lo rebelde y lo políticamente incorrecto. Esto quizá no interesa mucho cuando se quiere que el groso de la población sea sumiso y maleable.

En su maravilloso ensayo, El infinito en un junco, Irene Vallejo explica por qué cree ella que la comedia no asciende en la escala de la cultura y queda en los últimos puestos como un sainete sin importancia que solo sirve para entretener.

“Todavía hoy el canon tiende a expulsar la risa. Una comedia tiene menos posibilidades que un drama de ganar un Oscar. Nos sorprende que un escritor con vena humorística aterrice en Estocolmo. Los publicistas y los programadores de televisión saben que el humor vende, pero la Academia se resiste a elevarlo al pódium del arte. La cultura de masas explota la risa, degradándola. Nos entretienen con realities y sainetes, mientras la alta cultura rechaza la estética cutre y enarca la ceja ante ella. Tanta diversión intrascendente – y el éxito de las sesiones de risoterapia – parece reducir la risa a un desahogo individual o una efímera distracción“.

Un poco más adelante en su relato, en el que habla sobre el canon literario, la doctora en Filología Clásica, añade: “La risa tiene una enorme capacidad de deslegitimar el poder, y por eso inquieta y es castigada”.

Y probablemente estos dos puntos, que se considere a la comedia algo superficial e intrascendente y que tenga esa capacidad subversiva y casi revolucionaria (o sin casi), son los que hacen que la comedia, o las películas cómicas en este caso, estén denostadas de un tiempo a esta parte.

No creo que nadie sepa qué debe pasar para que la comedia alcance el nivel del drama a ojos del público general, pero es claro que, por un lado no interesa que eso pase, y por el otro, para muchos es difícil quedarse con algo más que las risas cuando ven una película de humor. Es algo que no deja de sorprender cuando uno de los cineastas más reconocidos de la historia del cine es Charles Chaplin.