‘Sweet Tooth’, la dulzura detrás de la plaga
Y es que la serie Sweet Tooth es un dulce, en más de un sentido. Especialmente en el tema de la promoción.
Sweet Tooth (Goloso), que bien podríamos llamar las aventuras del niño ciervo, es una producción creada por Jim Mickle. Pero también cuenta con el mecenazgo en producción de Robert Downey Jr. y su mujer Susan Levin. Gancho que ha sido muy apetecible para hacer rodar la promoción: el hombre de hierro se ablandó con el potencial de la miniserie en cuanto su esposa y él la leyeron y decidió otorgar su mecenazgo.
La serie se estrenó en Netflix el 4 de junio de 2021 y el 29 de julio de 2021 se renovó la serie para una segunda temporada. Dato importante para aquellos preocupados por el tema de los finales abiertos.
Con Christian Convery como Gus, el encantador protagonista híbrido de ciervo que adora los dulces, Nonso Anonzie como Tommy Jepperd, su extraño mentor y sideckick, Stefania Lavie Owen como Oso -Becky Bear-, y Neil Sandilands como el general Steven Abbot -como no, el malo-.
Todos estos personajes y algunos más intentarán sobrevivir y medrar algo más que el resto durante una extraña pandemia mundial que azota a la humanidad, diezmando masivamente a la población -que tiempos aquellos en los que esto era considerado sci-fi postapocaliptica-.
Las similitudes con la obra de Robert Kirkman y su versión televisiva, The Walking Dead, están servidas.
Al mismo tiempo que la gente muere y se termina el mundo tal y como lo conocemos para siempre, comienzan a nacer masivamente extraños híbridos de ser humano con características animales.
Asociando su aparición a la plaga, son temidos y exterminados; el pequeño y dulce Gus ha de refugiarse de todo esto en el bosque, donde vive solo con su padre. Sin contacto con otros seres humanos hasta que son encontrados cuando cuenta con 10 años, y comienza la madre del cordero -o del cervatillo-.
¿Cómo nació Sweet Tooth?
Basada en un cómic de DC Comics de nombre homónimo, en este se acaba, con toda probabilidad, el tema de la exactitud de parecido. La miniserie de Jeff Lemire, publicada bajo el sello Vértigo -lo que implica una historia más “adulta”, que por algún motivo suele implicar “más oscura” que las colecciones de línea regular de la editorial-, tiene divergencias potentes con respecto a la serie.
Como podemos apreciar solo con ver su estética, el cómic es un producto mucho más oscuro y tétrico de lo que resulta ser el show de televisión.
Y es que si bien el leit-motiv de la obra en ambos medios es la vida y aventuras del pequeño híbrido y su relación con la plaga y su posible cura, los orígenes de la misma cambian de un medio a otro. Y también por ende su solución, (si la de la serie pinta dramática, y sin hacer spoilers, en ella Gus es una ventana a la esperanza, en el cómic… bueno… es aún más dramático todo).
Los puntos fuertes
Aunque suelo ser furiosamente purista del respeto a la quintaesencia, cuando menos, de lo versionado -no me hagáis hablar de V de Vendetta, por ejemplo-, en esta ocasión parto lanza por la visión de Mickle y los Downey.
Sobre todo en estos tiempos post pandemia. Es hilarante, si se conserva el sentido del humor para reírnos de cosas tan serias.
Ver como se representan las reacciones encontradas de la gente que tiene que manejar la emergencia sanitaria para explicar por qué se nos fue todo tan rápidamente de las manos. El negacionismo contra el pobre tipo que va con los protocolos en la mano, por ejemplo. Y lo mejor, o peor, de todo, es saber que estas actitudes son parodias demasiado realistas de las que han surgido en el mundo real ante una enfermedad mortal de nivel mundial.
Esta historia que defiende que nuestro papel intervencionista en la cultura y los entornos naturales está enfermo y caduco y lo que en el cómic era bastante deprimente, se ha convertido en todo lo contrario. Y funciona.
La serie es enteramente “carisma”. No solo el que parte de una cuidada banda sonora y una fotografía que se complace en retratar preciosos entornos naturales no tocados por la mano del hombre en toda su belleza, sino sobre todo, el de su protagonista.
Mis dieces al casting, no puede estar mejor elegido. No solo el chaval, el resto del reparto también cumple muy bien y en ocasiones por encima de la media, como el doctor Singh, importante para la trama, pero en especial él.
Gus es pura esperanza y la actuación de Convey nos convence de que tenemos delante a un niño de 10 años. Lo interpreta tan lleno de ingenuidad y de un impulso vital tan grande, que convence a los personajes más cínicos y maltratados por la vida de cerrar filas en torno a él para su protección. Básicamente porque tenemos delante un niño de no mucha más edad que rezuma esa actitud.
¿Cabe el optimismo en una pandemia?
Es el fin del mundo y sin embargo el niño que sobrevivió nos cae realmente simpático -se siente, Carl-. Pese a lo duro de los acontecimientos, lo llena todo de un buen rollo desbordante, que se contagia a medida que se consumen los capítulos con harta facilidad. El más denso es tal vez el primero, el resto caen como caramelos.
Como ocurría con The Walking Dead, comparación inevitable, la serie no es especialmente profunda. Destaca más en el apartado de la acción y la aventura, proporcionando ratos entretenidos.
Pero debo decir que tiene bastante más en ese sentido que esta última, algo de coherencia y trama, y se basa también en la interacción y el carisma de los personajes resolviendo una trama de supervivencia post apocalíptica, algo menos dramática e intensa pero también con menos personajes fallidos dejados atrás por el camino.
Y sobre todo luz. La serie es luminosa, y es en cierta forma la otra cara de la moneda de la otra serie. Los personajes no se limitan a marchitarse o mantenerse en un mundo que inevitablemente va a decaer, sino que guardan ese sentido de futuro que todos tenemos cuando vemos jugar a un niño pequeño.
Quizás las cosas deban decaer, pero es el curso natural de las cosas, el futuro no es para nosotros, es para ellos. Con suerte lo mejor que podemos hacer es protegerles de lo peor de nuestros errores hasta que sean ellos los que hereden y tengan la oportunidad de reparar un mundo que nosotros no conoceremos, y que de hacerlo, sería totalmente nuevo. Y en lugar de hacernos sentir mal, esa sensación nos da pura y llana esperanza.
El aprendizaje del Ciervo
Y esa es la sensación que nos transmiten las aventuras del niño-ciervo y esos híbridos más apegados al mundo natural de lo que lo estuvo la raza humana.
Esa sorprendente sensación de optimismo dentro de un mundo que en principio no tiene tantas papeletas para gozarlo es desde luego el punto fuerte de una serie que no nos viene mal a estas alturas y en pleno 2021. Cuando necesitamos más de eso que nunca después de estar lidiando aún con las consecuencias de nuestra propia pandemia y sus secuelas psicológicas.
Sweet Tooth es sin duda, una serie muy correcta para ir liberando las sensaciones somatizadas del 2020. Para alcanzar una pequeña catarsis palomitera que nos redima de esa pregunta que todos nos hemos hecho. ¿Y por qué?
Bueno… ¿Y por qué no? La naturaleza tiene sus propios planes. Lo mejor es aprender a respetarla y fluir con ella. Pensar en futuros en lugar de intentar mantener de forma destructiva un orden del pasado que nació para no funcionar nunca.
No en vano y como bien dicen en la serie, la diosa hindú del aprendizaje, Saraswasti, suele aparecérsenos con la forma de un ciervo rojo…
O bueno, sin más densidades, sencillamente disfrutad de la acción y el buen sabor de boca que nos dejan las aventuras del chaval-ciervo. Y ya si queréis hacer odiosas comparaciones, saltad luego al cómic si no lo conocéis ya, que tampoco esta nada mal… ¡Entretenidos ambos!