Furiosa: de Charlize Theron a Anya Taylor-Joy
La palabra resonaba con una fuerza salvaje cuando brotaba de las gargantas de unas legiones victoriosas. Aunque posteriormente sería asociada a la máxima autoridad de la antigua Roma, imperator era el efímero título distintivo con el que los guerreros reconocían a su comandante tras una colosal batalla. Probablemente, cuando el cineasta australiano George Miller imaginó a la imperator Furiosa, estaba pensando más en la sangre bañando la arena que en las altas colinas del Palatino y una toga púrpura.
Desde que vimos la mirada de Charlize Theron en Mad Max: Furia en la carretera (2015) fuimos conscientes de que la ciencia ficción había ganado otro personaje icónico. Una líder en tiempos devastadores, la feudal distopía de Miller donde la gasolina se convierte en el elemento diferenciador de jefes de clanes que actúan como sátrapas, el marco perfecto para que una dama exiliada de un paraíso casi amazónico intentase recrear el mito de las Pléyades a gran velocidad y contando con la inestimable ayuda del alma de la franquicia más célebre en los caminos de asfalto: Max Rockatansky.
Una cinta estrenada décadas después de la afamada trilogía original y que resultó más que digna heredera de las anteriores. Buena parte de la culpa de ello, junto a su vertiginoso ritmo, recaía en los hombros de Theron y Tom Hardy, quien daba el relevo a Mel Gibson como el protagonista. Desgraciadamente, como se desprende de las páginas del libro Blood, Sweat & Chrome: The wild and true story of Mad Max: Fury Road (2022), de Kyle Buchanan, la tensión del rodaje resultó evidente y planteó varios problemas cara al futuro de la saga, más allá de los irrebatibles triunfos en taquilla y el reconocimiento artístico de un metraje que era pura adrenalina.
Mad Max: Fury Road, la belleza anárquica
Si bien eran dos artistas muy diferentes, tanto Hardy como Theron estuvieron de acuerdo en una cuestión: mostrarse disconformes a medida que avanzaban los meses sobre la manera de Miller de utilizarlos en la pantalla. Si normalmente es complejo imaginar cómo quedará el montaje final de un rodaje, Fury Road parecía una tomadura de pelo, casi como si Nick Lathouris, Brendan McCarthy y el propio Miller les hubieran engañado en el libreto de un guion que parecía un pretexto para ponerse a dibujar storyboards de fantasía adolescente.
En honor a la verdad, la pareja mal avenida (Theron era disciplinada y ordenada; Hardy, atormentado y con chispazos de genialidad anárquica) sí coincidió en pedirle disculpas al cineasta australiano cuando vieron el resultado en las salas. No solamente por haber rozado en la recaudación los 350 millones de euros, también porque los dos entendían de su oficio y sabían que habían coprotagonizado una odisea de neumáticos que iba a permanecer en el recuerdo de los amantes del género.
Había pasado mucho tiempo desde que la poderosa voz de Tina Turner resonará en Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (1985), pero Miller lo había vuelto a hacer con su equipo. En el pasado, este médico había visto cosas terribles por los accidentes de tráfico. Al reconvertirse en director, logró sacar esas imágenes de pesadilla en una cinta underground que fue prohibida por diferentes países y venerada de inmediato por la audiencia: Mad Max: Salvajes de la autopista (1979).
Un prodigio de habilidad improvisando que incluyó pagar con cerveza a las bandas de auténticos moteros que prestaron sus servicios a la causa, además de la sabia tutela de Grant Page para lograr el milagro de que no hubiera que lamentar ningún accidente grave en algunas de las coreografías más arriesgadas. Irónicamente, en marzo de este año, Grant Page, con 85 años, murió en un accidente de tráfico al chocar su coche contra un árbol.
Sexta marcha
La reacción del público en todos los rincones del planeta era similar: ¿Cuánto tiempo se podía sostener Fury Road sin perder energía? Como si estuvieran emulando una de las conversaciones más divertidas de un genio de la música con el emperador en Amadeus (1984), ¿hasta dónde era capaz de llegar esa sucesión de persecuciones?
Una sola respuesta era posible: dos horas sin tregua que resucitaron por completo el sueño de una saga que se negaba a morir, cuyo creador llevada décadas luchando, equipo de storyboards tras equipo de storyboards, por conseguir un retorno por todo lo alto. Incluso se habló en un momento de una de las deidades del séptimo arte para ser la primera Furiosa: Sigourney Weaver dio luz verde a ser la imperator y conducir con Mel Gibson hacia el horizonte. Desgraciadamente, tras crisis económicas y polémicas del intérprete australiano se olvidó aquello.
No tuvimos a la mítica Ripley por causas ajenas a la voluntad, pero Theron supo hacer que la espera mereciera la pena. En muchos sentidos, casi estábamos ante un clásico western: una caravana de mujeres que debían ser guiadas por la frontera más inhóspita. Y era una guerrera amputada con férreos principios quien las llevaba. Entre las concubinas estaba la heredera de un linaje musical, Zöe Kravitz. La trama de rescatar a las forzadas integrantes del harén de un sátrapa llevaba a una de las máximas en Mad Max: conectar la fantasía con la realidad, ¿acaso no hay una horrible trata de blancas detrás de camiones que las custodian?
El largometraje, duro y poderoso, no vacila en maniobrar para evitar las curvas indeseadas de una atracción romántica que aquí habría impedido mantener la sexta marcha. Entre Furiosa y Max solamente puede haber un creciente respeto a medida que sus destinos conspiren para que se ayuden.
Furiosa: los tiempos cambian
Si el éxito de 1979 fue una verdadera sorpresa para Miller y Byron Kennedy, su productor y mano derecha, el panorama actual permite que prácticamente cualquier cosa imaginable pueda ser recreada con ordenador. Fury Road dejó muchas prolongaciones de la ruta, cada una más absorbente que la anterior. Sea como fuere, volver a tener a Theron como la icónica conductora era una de las más antojadizas. Pese al interés manifiesto de la propia estrella en volver a la brecha, los años transcurrían y la posibilidad se iba alejando. ¿Estábamos bajo el riesgo de que se repitiera la maldición de Kill Bill 3?
Conforme avanzaba el tiempo, Miller dejó caer la opción de una precuela. Actualmente, como demostraba El irlandés (2019), era posible aspirar a recrear a una Charlize Theron tal y como era en su adolescencia si fuera preciso. De cualquier modo, el propio ejemplo del rejuvenecimiento de Robert De Niro planteaba algunos dilemas curiosos, ¿acaso habría sido mejor El padrino II (1974) con un Marlon Brando pasado por el proceso digital? ¿No se habría entonces hurtado a De Niro su gran oportunidad?
No fue fácil la búsqueda de la Furiosa que sería arrancada de su jardín paradisíaco para conocer el dolor y la privación de libertad. De cualquier modo, existía ese unicornio dentro del listado de actrices barajadas: “Me enamoré de Furiosa por la forma en la que Charlize la presentó. Hizo un trabajo increíble. Fue muy hermoso. Ni siquiera puedo pensar en intentar ponerme en su lugar. Tiene que ser algo diferente porque igual no se puede hacer”.
Las palabras de Anya Taylor-Joy la colocaban como una candidata idónea, alguien capaz de asumir una misión casi imposible.
Furiosa, de la saga Mad Max: la niña que no murió
Su enfoque discrepaba con el de Sophie Turner con respecto a Famke Janssen para trabajar con Jean Grey; Taylor-Joy tomaba una decisión un tanto provocadora al no recibir el asesoramiento de una veterana de contrastado prestigio que dominaba al personaje que ella iba a interpretar. De idéntica manera, eso podía dar una composición atípica que llevaría a la audiencia a nuevas emociones.
La identidad es algo realmente problemático en Mad Max. Por ejemplo, El guerrero de la carretera (1981), la entrega favorita del propio Miller, tiene a un villano inquietante en Humungus, de quien se arrojaban oscuras pistas sobre su parecido con cierta figura de la primera parte. El escenario distópico planteado, fiel reflejo de un creador que vivió con interés y preocupación la afamada crisis petrolífera de 1973, lleva a extremos nietzscheanos a sus criaturas, las cuales quedan expuestas a reinventarse en aras de sobrevivir.
En la fantástica furiosa de Theron se intuían muchos demonios que acechaban a la heroína. ¿Cómo alguien que desprendía nobleza había terminado sirviendo a un cacique como Inmortal Joe? Es decir, una precuela podía ser un añadido espléndido. Además, la popularidad de la conductora estaba en su auge e incluso había protagonizado su propio cómic. Era el momento idóneo para ahondar en su psique y explicar de dónde venía esa melancolía escondida en una voluntad de hierro.
Y toda aprendiz, por talentosa que sea, precisa de un tutelaje.
Dementus y Mr. Norton
Chris Hemsworth posee unos ademanes más que lógicos de estrella del rock. Cuesta imaginar que Marvel Studios hubiera podido conseguir una estampa mejor para hacer de Thor, una imagen nórdica casi de otro tiempo. Su elección para participar en el casting de Furiosa es un aval para las productoras y, además, facilitaba la interesante aparición de su esposa, Elsa Pataky, en el prólogo del film y más tarde, completamente irreconocible, interpretando a Mr. Norton, lacayo/a de Dementus.
Sea como fuere, hay algo extraño en uno de los antagonistas más singulares jamás planteados en la esfera Mad Max: Dementus. Como en cualquier relato heroico, la fuerza del mal forja el heroísmo, siendo un elemento básico. En ocasiones, es una oscuridad tan evidente como la de Toecutter u otras más ambiguas como la carismática Tía Ama, cuya decisión final en el tercer largometraje sigue siendo objeto de discusión.
Hemsworth, quien había demostrado poder ser creíble como líder de un culto desquiciado en Malos tiempos en el Royale (2018), tenía de igual manera una conexión fuerte con George Miller: su progenitor había estado en la primera cinta de la saga. Con todo, el hombre que arrebata a la pequeña Furiosa puede terminar despertando varias dudas argumentales.
Se pueden decir muchas cosas de Immortan Joe o de Ama, aunque jamás dudar de su poder de convicción entre sus acólitos. Al más puro estilo Negan en The Walking Dead, han sabido implantar una metodología de domino tiránica y eficaz que anula la voluntad ajena. En el caso de Dementus, tanto en sus intentonas de hallar el Lugar Verde de Muchas Madres como en emplear la Ciudad de las Balas para derrocar al linaje de Joe, rara vez se muestra solvente.
Puede que el argumento de Lathouris y el propio Miller simplemente quiera incidir en la estupidez caprichosa que, muchas veces, conlleva el mal.
Volver a dar vida a Immortan Joe
Hugh Keays-Byrne significa mucho en la franquicia de Mad Max. El primer gran adversario que tuvo que afrontar Mel Gibson. El actor más reputado de la primera cinta que accedió a bajar su caché a cambio de que miembros de su compañía teatral pudieran tener papeles en la ópera prima de Miller. Fury Road, máxime exponente de honrar el legado mirando hacia adelante, no dudó en recuperarlo, mayor en edad e igual de imponente, para ser Immortan Joe.
Por ello, su fallecimiento en 2020 hizo vacilar al director en aras de volver a utilizar a un icono de la villanía distópica. Un hombre con máscara al más puro estilo Doctor Muerte, imponente y atronador, capaz de crear una mitología del Valhalla para que sus descerebrados conductores acudan a la muerte con una canción en los labios y venerando a su comandante en jefe.
“Alguien tiene que tomar el papel de Hugh y honrar a ese gran hombre. Puedo hacerlo imitando su voz; y lo más importante son sus ojos”. Las palabras de Lachy Hulme, actor australiano seleccionado para ser un esbirro destacado de Dementus, no sonaron a broma al equipo de rodaje de Furiosa. Aquel hombre iba en serio y pensaba que Miller cometería un terrible error si disminuía el tiempo en pantalla del despiadado jefe de Furiosa. Keays-Byrne no lo habría querido así.
Tal vez, el gran problema de la precuela de Furiosa sea que la relación más curiosa está poco explorada. Está claro que las hazañas de la joven le van granjeando un lugar en el organigrama del señor feudal, si bien falta algún diálogo entre ambos, un momento de intimidad, donde sea palpable este pacto con el diablo que lleva la heroína a aceptar semejante mandato mientras tiene ya en el horizonte un plan de fuga.
Furiosa: mitología y aborígenes
Hay algo que las cinco películas de Mad Max poseen en abundancia: mitología. Miller y su equipo son agudos observadores de las primeras culturas de Australia y, en cualquier civilización, hay unas bases que son comunes a cualquier mujer u hombre en el globo que se haya formulado las preguntas existenciales. Las pinturas, el sentido tribal o el ver qué hay más allá de la última puesta de Sol son el denominador común del espíritu curioso.
Entre tanto salvajismo y carreras donde los vehículos son una extensión de las personas que los conducen, hay un tipo de personaje en esta sociedad que conecta con nuestro pasado más remoto: el Hombre Historia, un anciano a quien incluso los más fuertes respetan porque custodia el legado y la memoria de las cosas que han sucedido. Una fuente necesaria en un mundo donde gente como Max o Furiosa están en la ruta de convertirse en mitos, nombres que se susurraran con admiración en las ruinas del aeropuerto de Sidney.
Dentro del hilo de la continuidad, la sucesión entre Alyla Browne (la Furiosa niña) y Anya Taylor-Joy es totalmente fluida y verosímil, llegando de forma orgánica en el momento justo de la cinta. Otro añadido notable es otra incorporación con resonancias romanas: el Pretoriano Jack (Tom Burke), un valioso aliado para la exiliada en la conformación de su nueva carrera.
Otro relato clásico que orbita es cierta manzana en el paraíso que costará la pérdida de la inocencia a nuestra protagonista. A ese respecto, Miller y su staff trazan una persecución de alto voltaje en la introducción donde una imponente Charlee Fraser se convierte en un homenaje motorizado a la isla de Temiscira. En resumen, una expansión de un universo fascinante que incluye el más cariñoso homenaje posible al guerrero de la carretera.